CAPITULO 3

68 18 7
                                    

CAPITULO 3

A las cuatro de la tarde, me muevo de la cama e intento arreglarme un poco el pelo, pero acabo dejándomelo caer sobre los hombros sin más, ya que mi pelo es un imposible. Cojo mi neceser y me voy al baño a maquillarme un poco. No me gusta ir demasiado pintada pero un poco de pintalabios y lápiz de ojos nunca viene mal. Me miro al espejo por última vez y considero que ya estoy lista.

Cuando salgo del baño me cruzo con Rocío y como no, Adam se encuentra apoyado en el marco de la puerta de su habitación. En cuanto me ve, me mira de arriba abajo, lo que me hace sentirme realmente incómoda y hace que enseguida se me suban los colores al acordarme que hace un rato casi me ha visto todas mis vergüenzas por llevar una toalla demasiado pequeña.

- Hola, ¿dónde vas tan guapa?- me dice Rocio mientras se apoya en Adam y, este a su vez, empieza acariciarle la espalda mientras sigue mirándome. Este tío es un maldito incordio y solo hace dos días que lo conozco.

- Hola. Pues había pensado en ir a dar una vuelta al centro ya que es mi último día antes de comenzar las clases.

- Verás que bonito te parece- me dice entusiasmada

- ¿Quieres acompañarme? – la invito siendo lo más simpática que sé.

- Lo siento, no puedo. Adam y yo tenemos cosas que hacer – me dice mientras su mano pasa por todo el culo de su queridísimo novio. Son vomitivos, ya se podrían cortar un poco delante de mí.

- Podemos cenar juntas luego- le digo en un intento de llevarnos bien a la vez que desvío la mirada de las manos de Rocío sobre el trasero de Adam.

- Claro. Adam ha quedado esta noche con unos amigos por lo que tengo la noche libre. Ven a recogerme cuando vuelvas del centro. Podemos ir a cenar algo fuera, la comida de esta noche es una mierda- me dice mientras pone cara de asco.

- Perfecto. Pues esta noche nos vemos- le digo con una sonrisa.

Me doy la vuelta y abro la puerta para salir cuando Adam me coge de la muñeca y me gira.

- Espera, bajo contigo en el ascensor- me dice en un tono frío

- Vale- le contesto lo más borde posible.

Este chico me parece de lo más irritante. Cuando me mira me parece que está analizándome por dentro con esos ojos azules cristalinos. Hace que me ponga muy nerviosa. Salimos del piso y esperamos juntos el ascensor.

- ¿Te ha comido la lengua el gato pijita?- me dice mientras se apoya en la barandilla de las escaleras

- Deja de llamarme así, gilipollas. Y no. No me ha comido la lengua el gato, solo que no me gusta hablar contigo- le digo mientras lo miro del modo más desafiante que puedo

Pone una sonrisa torcida que hace que se le marquen los hoyuelos de la cara. Tiene unos labios anchos de lo más seductores.

- Tu tampoco es que me caigas bien. Solo intento ser amable contigo, ya que vas a compartir piso con mi novia, por lo que vamos a pasar bastante tiempo juntos para mi propia desgracia.- me dice mientras entramos en el ascensor y pulso el botón 0 en el que se encuentra la puerta principal

- ¿tu novia? Deja que me ría Adam. Se que solo haces ponerle los cuernos con todas las chicas que puedes y que ella te perdona una y ....

No me deja acabar la frase. Me coge por el hombro y me arrincona contra la esquina del ascensor. Nuestros rostros están a menos de cinco centímetros y noto su aliento en mi cara cuando me habla. Él huele a menta y a colonia, y hace que se me acelere el corazón de forma inexplicable.

- Tú no sabes nada.- me dice marcando cada palabra de forma excesiva-. No te metas en mi vida y no tendrás ningún tipo de problemas. Si me lo propongo, tú serás la siguiente chica de mi lista pijita. Te enamorarías y luego acabaría contigo, sólo por el placer de verte sufrir.

- No me das miedo, Adam. Antes de salir contigo, me corto un brazo, gilipollas- le digo con la respiración entrecortada por el hecho de que me aprieta tan fuerte que apenas puedo respirar.- Sé cómo sois todos los tíos como tú. Creéis que podéis jugar con las chicas que caen a tus pies como moscas y luego ir a compartir con tus amiguitos como te has metido entre sus bragas. – le digo cómo puedo mientras lo desafío con la mirada.

Me suelta justo cuando se oye el sonido que indica que las puertas del ascensor se van a abrir. Sale corriendo antes de que me dé tiempo a decir nada más. Espero unos segundos para recomponerme y salgo hacia recepción mirando hacia abajo. No quiero encontrarme a nadie y que note que no puedo controlar la respiración y que el corazón me va a mil por hora.

No sé cómo se atreve a amenazarme de esa forma. Me he enfrentado a cosas peores en mi vida. Mucho peores que Adam. No me voy a dejar intimidar por él y pienso hablar con Rocío para que sepa la clase de novio que tiene. No sé cómo puede pensar ni siquiera que sería capaz de liarme con él, me repugna ese tío.

Salgo de la residencia y me dirijo hacia la parada de autobús que se encuentra muy cerca de la zona de la universidad. Mientras espero que venga, llamo a Daniel por teléfono, ya que no he hablado con él desde esta mañana.

Tras varios tonos, me rindo, ya que no contesta, lo que es algo raro. Siempre suele contestar enseguida, sobre todo si soy yo. Puede que siga por ahí con Sophia y supongo que me llamará cuando llegue a casa.

Le envío un mensaje a mi madre para que sepa que estoy bien. Justo cuando le doy a enviar, llegar el autobús. Me monto y le pago al conductor. No quedan asientos libres, por lo que me tengo que quedar de pie todo el trayecto.

Sigo pensando en lo que ha ocurrido en el ascensor y llego a la misma conclusión que hace un rato: A Adam le falta un hervor. No sé cómo se atreve a decirme que sería capaz de destrozarme. No me conoce de nada para tratarme así. Sin embargo, tiene algo que me hace querer saber más de él, algo en su mirada me dice que tiene algo oscuro y oculto y pienso averiguar lo que es. Decido que esta noche voy a sacarle información a Rocío acerca del gilipollas de su novio.

Un hombre alto, de unos 50 años, canoso y con unas barbas que le llegan a mitad del pecho, se me acerca. Desprende un olor asqueroso a humedad y suciedad. Cuando está cerca me sonríe y puedo ver sus dientes picados.

- Hola guapa. ¿dónde vas sola?- me dice mientras me pone una mano en la cintura. El autobús va tan lleno que la gente a nuestro alrededor ni nota lo que está ocurriendo.

- Suéltame o te juro que comienzo a gritar – digo con la voz entrecortada por el miedo. Estas situaciones hacen que recuerde cosas de mi pasado, cosas de las que llevo huyendo años.

- Niña, podemos pasarlo muy bien juntos. Te puedo enseñar muchas cosas...

Antes de que acabe de hablar, las puertas del autobús se abren. Aprovecho el momento y le doy un pisotón en el pie derecho y salgo a correr. Escucho las amenazas del tipo a lo lejos pero sigo corriendo desde la parada de autobús hasta que llego a la famosa Calle Larios, donde me uno al resto de transeúntes, lo que hace que me tranquilice un poco, ya que en medio de tanta gente es imposible que me pase nada. No puedo dejar de pensar en cómo hay gente así en el mundo, como hay gente que sigue queriendo obligar a chicas a hacer cosas en contra de su voluntad.

Conforme va pasando la tarde, voy tranquilizándome y empiezo a disfrutar de Málaga. Cuanto más paseo, más me va gustando aquella ciudad. Visito la catedral, el muelle y la alcazaba. Cuando me doy cuenta, ha oscurecido. Le envío un mensaje a Rocío para decirle que ya voy de camino a la parada de autobús, que en una hora estaré allí para que vayamos a cenar.

Estoy a unos quince minutos de la parada de autobús y la verdad que está bastante oscuro. Empiezo a ir más deprisa, ya que la calle está muy solitaria, lo que hace que me ponga nerviosa de manera innata. Justo cuando voy a girar la esquina, aparece una sombra corpulenta que se aproxima hacia mí de forma inminente.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora