CAPITULO 19

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No podía abrir los ojos, notaba como me pesaban una tonelada cada uno y la cabeza me da vueltas sin parar. Me cuesta horrores respirar y el pecho me duele muchísimo. Entreabro los ojos como pude, pero termino perdiendo la conciencia a los pocos segundos.

Cuando consigo volver en mí, han debido de pasar bastantes horas, ya que el sol entra por la ventana y me da de manera directa en la cara. Me incorporo como puedo en la cama pero juro por dios que la cabeza me va a estallar en cualquier momento, como si tuviese una resaca enorme, sólo que aún peor. Me cojo la cabeza entre las manos e intento recordar, pero tengo imágenes difusas inundando mi mente, a modo de piezas de un rompecabezas que no termino de encajar.

Me intento levantar de la cama pero las piernas me fallan de nuevo y caigo de culo en la cama.

- Paula, tranquilízate y piensa qué cojones ha pasado – me digo a mí misma metiendo la cabeza entre las piernas intentando aliviar el enorme mareo que me ha dado al poner los pies en el suelo.

A ver, recuerdo perfectamente la cena con Adam, recuerdo lo bien que se portó conmigo toda la noche y recuerdo que me gustó estar con él. Me gustó muchísimo. También recuerdo que intentó besarme y qué, aunque me moría de ganas de hacerlo, me alejé de él, por Rocío. A partir de ese momento, los recuerdos se empiezan a entremezclar.

- Me voy a volver loca, no recuerdo como volví a casa – susurro para mí.

Cuando creo que las piernas van a responderme, me pongo en pie y me dirijo lentamente y midiendo mis pasos hasta el baño. Cojo un ibuprofeno del armarito donde tenemos las pastillas y me lo tomo de un tirón con un vaso de agua. Al mirarme en el espejo, veo que no tengo tan mal aspecto como esperaba a excepción de un pequeño corte en la frente. De repente, en cuanto veo el corte, miles de imágenes vienen a mi mente como si fuesen una estampida. Veo unos faros que vienen directo a mí, nos veo a Adam y a mi dando vueltas en el coche sobre nosotros mismo y veo... veo Alas. Otra vez, las mismas alas negras que vi la noche que me atacaron en la calle Larios.

No entiendo ni recuerdo muchas cosas de la noche, pero pienso averiguarlas. Tengo que saber la verdad de lo que me ha pasado y sólo una persona puede dármela.

Vuelvo a mi habitación y busco desesperada mi móvil entre el desastre que tengo allí armado. Madre mía con lo ordenada que yo soy, últimamente estoy que no me reconozco.

Marco el número de Adam y espero. Sin embargo, no me contesta y la única voz que obtengo es la del maldito contestador. Estoy a punto de volverme loca, si es que no lo he hecho ya. Joder, si es que parezco la protagonista de un libro paranormal de esos que tantos me gustan.

No sé qué hacer, juro qué no sé qué hacer. Estoy dando vueltas en toda mi habitación pensando en alas negras, pero no se me ocurre ninguna maldita explicación que sea lógica. Me estoy devanando los sesos para comprender cómo salí viva de aquel coche, en qué momento me metí entre mis sábanas y sobre todo para saber que son aquellas alas que parece que me han estado persiguiendo desde que puse un pie en Málaga.

Enciendo mi ordenador y tecleo en él "ALAS NEGRAS". Las primeras búsquedas de nada me sirven, ya que me salen imágenes, luego me sale un libro de la autora Laura Gallego con ese mismo nombre y varias páginas para comprar alas de disfraces. Sin embargo, tras varias horas sin dejar de buscar y entrando en cada uno de los enlaces que me salen en Google, se me ocurre escribir "ALAS NEGRAS SIGNIFICADO". Me salen dos palabras que cambiarán mi vida para siempre: Ángel Caído.

Cojo el ratón del ordenador con las manos temblorosas. Empiezo a leer y veo "Lucifer", "hijo del alba", "portador de la luz". Estaba a punto de darme un jamacuco. Empecé a leer mientras me temblaba el labio inferior.

"Lucifer, el querubín perfecto creado por Dios. El Hijo del Alba fue envuelto entre el frío abrazo del egoísmo y el orgullo, hasta que lo llevaron a cometer enormes pecados. Fue expulsado del cielo y llevado al mismo infierno, pasando a ser al que los mortales conocemos como el mismísimo Satán"

No puedo seguir leyendo, sencillamente no puedo. Esto no es para nada la explicación lógica que yo estaba buscando, pero tampoco era lógico que yo estuviese viendo alas negras por ahí como si eso fuese lo más normal del mundo. A medida que leo solo consigo que resurjan en mi interior mil preguntas por minutos. El corazón me late desbocado en el pecho, tanto que parece que acabo de terminar de correr una maratón.

Llamo y llamo a Adam, pero pasa de mí como de la mierda, por lo que acabo cerrando el portátil cabreada y tirando el móvil a la mesa mientras me tiro en la cama.

Lo peor de todo, es que tengo el enorme presentimiento de que acababa de encontrar las respuestas a todas mis preguntas y a la oscuridad que envuelve a Adam.

Como veo que llamar a Adam no funciona, ya que no piensa cogerme el teléfono le envío un mensaje.

Tenemos que hablar

                                                                                                              ¿Ya me quieres tu segunda cita?

No, quiero que me cojas el jodido teléfono.

                                                                                                           No puedo ahora mismo, nena.

Esta noche. En mi habitación.

                                                                                                         No creía que fueses tan directa, pijita.

Me debes una explicación, Adam.

                                                                                                             Te veo esta noche.

Son las siete de la tarde, por lo que aún quedan algunas horas para que venga Adam. Decido recoger un poco el desastre que tengo por habitación, algo que me lleva más tiempo del que esperaba. Me cambio el pijama de ositos por una sudadera ancha de color amarillo y unos vaqueros rasgados en la rodilla.

Pido en la recepción el favor de que me suban una sopa, con la excusa de que no me encuentro bien, qué en parte es verdad, ya que no creo que pueda ingerir nada sólido, pero no como nada desde la noche anterior y tampoco quería que me diera un desmayo por falta de azúcares.

En unos quince minutos, María, la chica de recepción, estaba tocando a mi puerta vestida con su uniforme habitual y con una bandejita con un cuenco de sopa y un yogur de fresa.

- Muchas, gracias, María. Siento darte más trabajo pero realmente me encuentro mal.

- Tranquila, mi niña. Si para eso estoy yo – me dice dejando la bandeja en el interior del salón con una enorme sonrisa. – cualquier cosa sólo tienes que llamar.

- Gracias.

Me tomo algunas cucharadas de sopa, pero ni de lejos me la termino, ya que no puedo. Tengo el estómago cerrado y así va a ser hasta que Adam me dé respuestas que se encuentran atrapadas en la garganta luchando por salir. Me termino el yogur y para cuando me vuelvo a tender en la cama son las nueve y media de la noche, por lo que Adam debe de estar a punto de llegar.

A las diez en punto, unos nudillos tocan en la puerta de mi habitación interrumpiendo mi duermevela. Mi corazón empieza a latir más y más y unos retorcijones me aprietan en el estómago a causa de los nervios. Cierro los ojos, tomo aire y abro la puerta. Cuando los abro, mi mirada se cruza con esos preciosos ojos de color azul, que hoy no tienen, ni por asomo, su bonito brillo natural que tanto me gusta.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora