CAPITULO 23

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Cuando, muy a mi pesar, me quedo sola, me tumbo en la cama sin dejar de darle vueltas a las confesiones de Adam. Es surreal que esto me esté pasando de verdad, pero tengo claro que no me voy a cagar de miedo por esto. Sé que puedo sobrellevarlo y es lo que pienso hacer, sólo me queda convencer a Adam de que esto es lo que quiero y de que no se puede mantener alejado de mí. Necesito tenerlo cerca y más ahora que he probado el sabor de sus labios. Madre mía que cursi me he vuelto desde que he besado a Adam, no me reconozco ni yo misma. Siempre he sido más bien poco cariñosa, sin embargo, con Adam quiero más y más. Ojalá se hubiese quedado aquí a mi lado.

La sonrisa de boba que tengo en la cara se me borra en cuanto me acuerdo de un pequeño inconveniente que tiene nombre y apellidos : Rocío. Le he recriminado ser mala amiga, cuando yo me he comportado como una verdadera zorra: he besado a su novio y encima pretendo que la cosa no se quede aquí, quiero más de Adam. Tengo que hablar con Adam y tengo que pedirle que me dé permiso para contárselo a Rocío. Realmente nunca he comprendido su relación, ya que ambos parece que se lían con quién quieren, demostrado quedó en la fiesta, pero, aun así, Rocío es de lo más posesiva. Me siento fatal por lo que hecho pero sé que lo volvería a hacer y me siento como una mierda por ello. Definitivamente, tengo que hablar con ella. No sé cómo me sentiría si Daniel me hubiese puesto los cuernos con mi amiga, me habría destrozado, más incluso de lo que ya hizo.

Me paso las manos por el pelo nerviosa mientras bufo sin parar en la oscuridad de mi habitación y llego a la conclusión de que soy la peor persona del mundo.

Noto como algunas lágrimas acaban brotando de mis ojos y recorriendo mis mejillas a causa de los sentimientos encontrados que recorren cada parte de mi ser. Por un lado, cuando la boca de Adam se posó sobre la mía, he sentido que estaba en mi lugar, que él era mi sitio seguro. Sin embargo, la pena me invade por lo que le he hecho a Rocío. No voy a poder volver a mirarla a la cara.

Y así, con esos pensamientos surcando mi mente y con las lágrimas bañando mi cara, me pongo el pijama y me quedo dormida para, una vez más, encontrarme en mis sueños con unas enormes alas negras que, a pesar de su color, me protegen de la oscuridad que me acecha. La única diferencia es que, ahora, esas alas tienen un rostro y unos ojos azules que iluminan todo aquello en lo que se posan.

Cuando la alarma empieza a sonar, me dan ganas de coger el móvil y estamparlo contra la pared, ya que no he parado de despertarme durante toda la noche, ya que no he parado de soñar con ángeles durante toda la noche. No sé si me estoy volviendo loca ahora que conozco la verdad o antes que vivía en la ignorancia. Además, hay otra cosa más que no deja de atormentarme, ¿Qué será lo que Adam me sigue ocultando? y, ¿Por qué lo hace? No comprendo que puede ser tan malo para no contármelo, después de haberme soltado que es un maldito ángel caído. Y, lo peor de todo, ¿Se alejará de mí?

Tras quince minutos de holgazanear en la cama, me levanto y me voy al baño para hacer pis y para darme una ducha rápida, intentando que el agua caliente relaje la tensión de mi cuerpo. Me envuelvo en una toalla y me paso el cepillo por el pelo mojado para quitarle los millones de nudos que lo enredan usando incluso un poco de mascarilla, ya que no hay manera de que quede completamente bien. Me miro al espejo y veo que, como ya es costumbre, unas enormes ojeras recorren la parte baja de mis ojos, haciendo que aparezcan unos grandes surcos de color violeta alrededor de ellos. Decido que lo mejor será usar un poco de corrector para poder ocultarlas un poco. Salgo del baño, aún en toalla y me dirijo a mi cuarto a por mi pequeño neceser lleno de maquillaje. No tengo gran cosa, ya que no suelo maquillarme mucho, pero últimamente el corrector no dejo de usarlo.

- Esto se está convirtiendo en costumbre, nena – escucho una profunda voz a mi espalda.

Me derrito con solo escucharlo, no sé qué mierda me está ocurriendo, pero es la verdad. Es como si el simple hecho de escuchar su voz me atravesase para sacudir mi corazón. No entiendo como he pasado de odiarlo con todo mi corazón a querer que me apriete contra su pecho sin parar.

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