CAPITULO 16

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No sé en qué momento me habré quedado frita pero cuando abro los ojos son más de las cinco de la madrugada, ni he bajado a cenar, cosa de la que mi estomago no cesa de quejarse mandándome gruñidos. Me despierto con la sensación que alguien me está vigilando, pero es algo que, últimamente me ocurre mucho.

Me pongo mis zapatillas en forma de osito de peluche y salgo de mi habitación. Veo que la de Rocío sigue cerrada a cal y canto, por lo que aún no ha vuelto desde que se fue. No he parado de darle vueltas a la conversación de esta tarde y puede ser que realmente Daniel la engañase, visto lo visto, nada me extraña ya. Cuando vuelva al apartamento pienso hablar con ella e intentaré arreglar las cosas.

Me dirijo a la planta cero y saludo Manuel, el hombre mayor que está en la recepción durante la noche. Que voluntad tiene el pobre, yo no podría aguantar ni dos horas despiertas ahí sentada. Me voy a la sala de la televisión de la residencia y saco de una de las máquinas expendedoras un sándwich de jamón con queso. Está asqueroso, pero tengo demasiada hambre.

- Bonitas zapatillas – dice una voz a mi espalda.

Cuando me giro, veo a Sara sentada al final de la sala en uno de los sillones. Desde la noche de la fiesta no hemos hablado nada y, lo peor de todo, es que a penas me he acordado de ella en este tiempo. Inmediatamente, me invade la culpa en el pecho. Le he recriminado a Rocío que no haya venido a verme en una semana cuando yo he hecho lo mismo con Sara.

- Lo siento – le digo mientras me siento a su lado con la manera agachada. – siento haber sido tan mal amiga. – Tenías razón con respecto a la fiesta.

- ¿En qué parte, Paula? – me dice demasiado seria. Sólo hace que me sienta peor.

- La fiesta fue un desastre, nunca debería de haber ido. Como bien dijiste, me echaron algo en el vaso, luego Daniel me dejó allí sola y el cabrón se ha largado a Madrid sin darme una maldita explicación – digo de manera atropellada mientras Sara pone cara de no estar entendiendo absolutamente nada, cosa que comprendo, ya que ni yo misma tengo claro qué es lo que ocurrió.

- Un momento, un momento – me dice mientras abre mucho los ojos - ¿Me estás diciendo que el cabrón de tu novio te dejó sola y drogada en una discoteca en medio de un polígono?

- Sí, eso es exactamente lo que digo. Pero hay más – digo mientras el labio me tiembla.,

- Madre mía, Paula, fue una noche movidita por lo que veo

- No sabes cuánto – le digo en un susurro. Tomo aire y prosigo – Fue Adam quién volvió a por mí y me trajo a casa. Se quedó conmigo hasta que pude menearme del suelo por mí misma. – le digo con una adoración en mi voz que no me gusta ni un pelo.

- Paula, ¿Qué esperabas? Está deseando meterte entre tus bragas – me dice mientras me mira como si fuese tonta.

- Sara, no creo que me sacara de allí con la intención de meterse en mis bragas, ya que, te repito, no podía ni mantenerme en pie. Sé que Adam no te cae bien y tampoco es que sea santo de mi devoción, pero no es tan malo como crees. Además, no pienso tener nada con él no estoy loca y él ni lo intentó esa noche

- Piensa lo que quieras, Paula, pero sabes que tengo razón. Luego no pienso aguantar tus lágrimas, como hoy – me recrimina mientras se levanta y se va.

Tras varios minutos sentada allí sola, me vuelvo a mi habitación y me meto en la cama de nuevo, pero como ya es habitual, no consigo pegar un ojo. A este paso voy a acabar tomando pastillitas para dormir.

En la cabeza no para de rondarme todo lo que he hablado con Sara. Tengo claro que ella no lo soporta y que no piensa darle una oportunidad, piensa que es una persona miserable. Sé de sobra que todo lo que le rodea es oscuridad, pero tengo también conozco ápices de luz en él. En ese mismo instante, me propongo encontrar un por qué a esa oscuridad y buscar la luz para hacerla permanecer en él.

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