CAPITULO 33

35 7 6
                                    

A la misma hora...

Me siento la peor criatura existente en el universo. En mis miles de años de vida he aprendido que hacer daño a las personas es algo que no está justificado con nada pero hoy, he aprendido una lección más: hacerle daño a la persona que amas, puede llegar a destrozarte a ti mismo.

Paula me ha cerrado la puerta en las narices y, con toda la razón del mundo. No he tenido fuerzas para salir de allí ya que el dolor que recorre todo mi ser me ha paralizado. Sólo tengo fuerzas para sentarme en su puerta y llorar de una forma desconsolada, algo que no había hecho desde que era un crío y de eso no hace precisamente poco tiempo.

La punzada de dolor que siento en mi corazón es algo que no he sentido jamás. Creía que nunca sería capaz de enamorarme y, ahora que lo he conseguido, me he dado cuenta de lo que puede llegar a doler que te rompan el corazón.

Tras varias horas allí sentado y llorando en silencio, abro la puerta de Paula intentando hacer el menor ruido posible para no despertarla, necesito verla una vez más antes de irme de allí. Cuando entro, la veo tumbada en la cama abrazada a su almohada y con mi sudadera negra puesta. Su cara la recorren surcos de rímel corrido a causa de las lágrimas que ha derramado. Lágrimas que ha derramado por mi culpa. Verla así me rompe el alma, alma que creía haber perdido hace tiempo pero que, Paula, ha hecho que resurja en mi interior en el poco tiempo que lleva a mi lado.

Me acerco a su cama y me inclino para darle un dulce beso en la frente y me juro a mí mismo una cosa: voy a proteger a Paula de toda mi gente, incluyéndome a mí mismo, aunque sea lo último que haga en mi miserable vida.

Con ese pensamiento y esa promesa hecha al aire, abro la ventana de Paula y me encaramo al alfeizar de la misma. Con un último vistazo atrás, despliego mis alas y me sumerjo en la fría oscuridad de noche. Vuelo moviendo con una energía arrolladora mis alas, ya que necesito llegar cuanto a antes al apartamento, pues conozco lo suficiente a Rocío como para saber que, después de lo que ha hecho, va a estar allí esperándome para pavonearse. Echo un vistazo rápido desde arriba para asegurarme de que nadie me verá y, cuando veo que estoy completamente solo, pongo los pies en el suelo de la azotea.

A penas noto el duro asfalto rozar la suela de mis zapatos, cuando una voz que conozco a la perfección se dirige a mí.

- Deberías ser más cuidadoso , ¿no crees? Te podría haber visto cualquiera. De hecho, yo te he visto desde el ventanal del salón, Adam.

- Y tú deberías ser menos hija de puta, ¿no crees? – le digo girándome para mirarla a los ojos.

Cuando me giro por completo, la veo contemplándome de arriba abajo con aire de superioridad y con una amplia sonrisa en la cara. Rocío se sienta en el poyete de la azotea y cruza las piernas desprendiendo una alta seguridad en sí misma.

- ¿A qué viene esta actitud, amor? – dice mordiéndose el labio inferior en un intento de esconder una sonrisa.

- ¿Por qué, Rocío? ¿Por qué has tenido que contárselo todo a Paula? Yo mismo pensaba hacerlo, pero no así – grito frustrado muy cerca de ella.

- Venga ya, Adam. Sólo he hecho lo que había qué hacer. Estabas ciego por esa maldita puta, te estaba nublando el juicio. Sabes que tu padre no te lo habría perdonado en la vida.

- ¡Me importa una mierda mi padre, Rocío! – grito con ira, ya que ha insultado a Paula, algo que me está sacando de quicio.

- ¿Te importa más esa zorra que el fututo de toda tu gente? ¿De tu familia?

En cuanto vuelve a insultar a Paula, ya no puedo más. Siento como la ira sube por mis venas y mis músculos responden solos. Antes de ni siquiera pensarlo, me encuentro con mis manos agarrando el cuello de Rocío y presionándolo sin parar.

- Como vuelvas a insultar a Paula, te juro Rocío que será lo último que hagas en tu vida – la suelto con fuerza haciendo que se caiga de bruces al suelo.

La mirada de Rocío se torna oscura y su rostro muestra la viva imagen del despecho y el dolor pero, me da igual. Rocío es mala, ella sí se merece el nombre de demonio, no yo.

- No vuelvas a ponerme una mano encima imbécil. ¿De verdad crees que puedes actuar así? ¿De verdad crees que tienes derecho a enamorarte y dejarnos a todos tirados? – me dice poniéndose en pie y acercando su rostro al mío, tanto que siento su repugnante aliento en mi cara.

- Tengo derecho a enamorarme de quién me dé la gana, Rocío. Paula es fiel, honesta y noble, ninguno de los adjetivos que se puedan usar para describirte a ti – escupo con odio.

- Tu alma pura no te perdonará jamás – dice entre risas. De repente, cuando menos me lo espero, se abalanza hacia a mí y pasa su lengua por mis labios. Cierro los ojos ante el contacto pero no por placer, sino por repugnancia. En cuanto Rocío me agarra del pelo para intentar darme un beso, la empujo con fuerza para separarla de mí.

- No vuelvas a hacer eso – susurro con asco en mi voz.

- Oh venga, dime que no tienes ganas de desfogar tu ira – dice jugando con un mechón de su pelo.

- Mi ira la has provocado tú. Juro que no voy a dejar que te vuelvas a acercar a ella, no vas a volver a hacerle daño – le digo alejándome de ella.

- Ya lo veremos príncipe del infierno.

- ¿Por qué me has hecho esto? Era feliz, Rocío. Si alguna vez te he importado deberías de haberlo tenido en cuenta – digo con un tono de voz completamente devastado.

- ¿Y yo? ¿Te he importado yo? – me dice dolida.

- No entiendo a qué viene todo esto, Rocío. Durante los años que llevamos vagando en la Tierra juntos, siempre hemos estado con otras personas y jamás te habías puesto celosa ni habías actuado de alguna manera que pudiese perjudicarnos. Nuestra relación se ha basado siempre en follar y en parecer unidos frente a nuestros padres.

- Ese es el problema, Adam. Tú para mí nunca has sido solo follar. He hecho esto porque, aunque hayas estado con muchas tías, jamás ha sido como esta vez. Nunca habías preferido a otra antes que a mí. Ni te habías enamorado, quería que sintieras el mismo daño que he sentido yo. – añade en un pequeño susurro que hace que, por un momento, sienta verdadera pena.

Nunca me había planteado que Rocío llegara a sentir por mi algo más que puro deseo. Recuerdo la primera vez que nuestros padres nos presentaron. Era una chica segura de sí misma y guapa, que sabía lo que quería y siempre me había dejado claro que yo no era una de sus prioridades. Le tenía mucho aprecio por los años juntos, pero jamás había sentido nada romántico por ella.

- Vas a tener que asumir las consecuencias de tus actos, Adam. No creas que tu padre se va a quedar de brazos cruzados mientras la única Alma Pura que ha aparecido durante años se va de rositas junto a su hijo el traidor.

Y sin más, se pone en pie sobre el poyete de la azotea y se tira al abismo, hasta que la veo volar a lo lejos, hasta que se convierte en apenas un punto lejano. Mientras la veo volar tengo clara una cosa, tengo que mantenerme cerca de Paula, más cerca que nunca.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora