Cuando llegue a la residencia pienso verme la última temporada de Crónicas vampíricas tranquilamente y comerme un bol de helado hasta arriba. Total, no tengo ningún plan mejor. Sin embargo, como últimamente parece que me ha mirado un tuerto y que una gitana rumana me ha hecha algún tipo de maldición, lo que iba a ser una tarde tranquila pasa a ser una tarde de trifulcas cunado al pasar el umbral de la puerta me encuentro a Rocío sentada en el sofá del salón.
Va vestida con un vestido de color azul cielo con unos topitos en color blanco que hacen que parezca más inocente de lo que es, pero yo ya la tengo calada. Cierro la puerta y, sin detenerme ni un segundo, emprendo mi camino tranquilamente hasta mi habitación.
- Espera, Paula – me dice mientras sale corriendo detrás de mí. Yo la ignoro y ni me giro, ya que no tengo ganas de escuchar la excusa que me trae para que la perdone. – Joder, para un momento. – me dice mientras me agarra el brazo al ver que estoy a menos de cinco pasos de mi habitación.
- ¿Qué cojones quieres, Rocío? – le espeto de manera brusca.
- Quiero darte una explicación por mi comportamiento en la fiesta. Sé que no lo hice bien pero necesito entiendas porque no te pude ayudar.
- Escupe – le digo mirándola con repugnancia mientras entro en mi cuarto y me siento en la cama, ella por el contrario se sienta de piernas cruzadas en la silla que hay detrás del escritorio. – Ya tiene que ser buena la explicación. Te ha costado toda una semana pensarla – le digo de la manera más envenenada que puedo para que se dé cuenta de que unas cuantas lágrimas de cocodrilo no le van a bastar para conseguir mi perdón.
- Lo primero quiero decirte que lo siento, Paula. Te pido perdón de corazón por lo que hice. Y sé que no es escusa alguna, pero esa noche bebí muchísimo, demasiado. A penas me mantenía en pie y como guinda del pastel me había fumado algunos porros. No podía dejar de pensar en otra cosa que no fuesen las manos de Marcos sobre mí.
- Genial, ¡¿ósea me dices que me dejaste en un sofá drogada porque un tío, que te recuerdo que no es tu novio, te estaba magreando?! – la interrumpo mientras Rocío me saca de quicio. En una época anterior yo también sabía lo que era tener un pedo del quince, pero jamás de los jamases habría dejado a una amiga en el estado en el que me encontraba yo esa noche.
- No, tía déjame terminar. Por favor – añade al ver que la miro con una gran rabia en los ojos.
- Sigue
- En el momento en el que vi que Daniel te agarraba de las caderas como si fueses una muñeca de trapo, supe que algo no iba bien. Me acerqué a vosotros tambaleándome y casi me parto la crisma con el suelo mojado para llegar a ti.
- Oh vaya, perdón por los efectos del somnífero, no era mi intención interrumpirte – digo con ironía clara en la voz. Esta tía es increíble, para decirme lo que me está diciendo más vale que se hubiese quedado donde fuese que había estado viviendo la última semana, que supongo que será en casa de Adam. Al pensarlo me dan unas enormes ganas de vomitar que hacen que me encoja sobre mí misma. Rocío debe de pensar que es por lo que me está diciendo, asique continúa hablando.
- Cuando llegué hasta donde estabais, le dije a Daniel que teníamos que llevarte al hospital, que no sabíamos lo que te podrían haber dado. Él me dijo que yo no estaba en condiciones de estar en ningún hospital, que olía a maría y a alcohol. Me prometió que él se iba a encargar de todo y que te iba a traer de vuelta al apartamento para que descansaras en cuanto los médicos te hiciesen un lavado de estómago.
Rocío comienza a llorar, pero no me da pena ninguna. Ni siquiera la miro. Daniel no pudo decirle eso cuando él me dejó tirada allí en medio, al igual que hizo ella.
ESTÁS LEYENDO
TÁNATOS
RomanceTánatos es muerte. Es destrucción. Paula es una chica completamente normal aunque en su vida no lo ha pasado precisamente bien. Cuando llega a la universidad, espera que las cosas den un giro para bien pero, en el momento en el que conoce al misteri...