CAPITULO 20

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- Pasa – digo secamente apartándome para dejarle pasar.

Adam es tan alto que tiene que agacharse para poder entrar. Va vestido, para no variar, con unos vaqueros ajustados de color negro y una sudadera con capucha del mismo color. Cuando lo veo sentarse en la cama tengo el corazón a punto de salirme por la boca. A este paso, antes de que acabe el año me he muerto de un infarto. Me siento a su lado y lo miro esperando a que hable, a que me diga algo con respecto a la noche anterior, algún dato por mínimo que sea.

- Tú dirás – dice con la mandíbula completamente tensa.

- ¿Qué pasó anoche, Adam? – digo en un susurro.

- Fuimos a cenar a los Baños del Carmen y te traje a casa, Paula. ¿Tanto bebiste que ni te acuerdas? – dice con ironía. Una ironía que me está sacando de mis casillas mucho más rápido de lo que lo suele hacer habitualmente.

- No mientas. Sabes de sobra que no bebí. – le digo fulminándole con la mirada con una gran rabia contenida.

- ¿Qué cojones iba a pasar si no, Paula? – dice elevando la voz.

Me levanto de la cama y empiezo a andar de un lado a otro sin parar. No sé cómo decirle que pienso que es un puto ángel caído. Es que se va a reír de mí en mi cara, cosa que entiendo porque si alguien a mí me viene diciéndome semejante estupidez es que lo llevo yo misma a un loquero. Pero es que no tengo otra explicación para aquellas alas negras como la misma noche. Encima mi mejor fuente es una página de internet, es que manda huevos.

- ¿Qué qué iba a pasar? ¿Qué qué iba a pasar? – digo marcando a cada una de las palabras que escupo de mi boca mientras muevo los brazos por encima de mi cabeza – ¡Pues pasó que estuvimos a punto de estamparnos contra un maldito camión, pasó que vi como los faros nos engullían y como empezamos a caer por un maldito barranco y pasó que tú de repente estallaste y me envolviste con unas alas negras enormes! – grito hasta quedarme sin aire en los pulmones. Mi respiración se vuelve pesada y Adam me mira como si estuviese como una regadera.

- Paula, si nos hubiese estampado un camión estaríamos ambos en el hospital o incluso muertos. ¿Y de dónde mierda me van a salir a mí alas? Estás como una cabra, Paula.

- Adam, deja de hacer eso, sé que no estoy loca. Sé lo que vi. ¿Qué me dices de esto? – le digo mostrándole el pequeño rasguño que tengo en mi frente.

- Paula, eso es apenas un arañazo. Te habrás dado contra el cabecero de la cama mientras dormías – dice mientras se levanta de la cama e intenta salir de la habitación, cosa que no pienso permitir. Voy a conseguir respuestas y voy a conseguirlas ahora.

Corro y me escabullo por debajo de su brazo para plantarme en la puerta e impidiéndole que se escabulla. Lo tengo mirándome de arriba abajo y noto como su nerviosismo aumenta al ver que no pienso dejarle salir de allí a menos que me dé lo que quiero.

- No te vas a largar como si nada – le digo fulminándolo con la mirada.

- Paula, esto es ridículo, pero ¿ Tú te estás escuchando? Deja de leer tantos libros e intenta vivir la realidad, en la que sólo existimos los humanos – insiste defendiendo su propia verdad y pasándose las manos por el pelo sin parar.

- Está bien, pues explícame por qué no recuerdo cómo llegué a la cama

- Te quedaste dormida en el coche, puede que estuviese tan cansada que ni te acuerdes. Creo que es una explicación más lógica a que sea un maldito ángel. Y, seguramente, mientras veníamos en el coche soñaste lo del camión – me mira a los ojos de manera directa mientras me dice esto, para intentar darle más credibilidad.

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