CAPITULO 32

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Como esperaba, poco antes de que dieran las nueve, aporrean la puerta con insistencia. Me levanto de la cama limpiándome las últimas lágrimas que han corrido por mi cara y atravieso el pasillo para llegar a la puerta del piso. Al pasar junto a la habitación de Rocío, siento un profundo dolor en el pecho, ya que sus claras palabras resuenan en mi mente una vez más: " Adam sólo se acerca a ti porque su padre te necesita. Necesita un alma pura como tú que se sacrifique por uno de nosotros para cumplir la profecía del Alba que nos hará grandes. La única manera de que te sacrifiques por un sucio ángel caído es que te enamores perdidamente de él y eso es lo que hemos intentado hacer, con mucho éxito por lo que veo".

Cuando llego al final del largo pasillo, cuadro los hombros y tiro del pomo, con miedo a que tiren las puertas abajo, ya que los golpes se han vuelto mucho más fuertes. En cuanto abro, me encuentro con unos ojos azules que reflejan enfado que, a su vez, se mezcla con alivio en cuanto me ve.

Adam tira de mí hacia él hasta que entierra mi cara en su pecho y apoya su barbilla sobre mi cabeza. Sentir su contacto hace que el dolor de mi corazón se vuelva más profundo, por el temor de la traición.

- Me tenías preocupado, Paula. He ido a buscarte y tras esperarte un rato en el coche y ver que no salías he entrado a buscarte. No te veía por ningún sitio y no contestabas a mis llamadas ni a mis mensajes. Creía que te había ocurrido algo - dice como si se hubiese quitado un enorme peso de encima al verme.

- Bueno, ya ves que estoy perfectamente – digo intentando ser lo más seca posible y con cierto tonillo de ironía en mi voz.

- ¿Qué ocurre, nena? – me dice preocupado mientras entra al piso y cierra la puerta tras de sí.

Atravesamos el pasillo de nuevo hasta que volvemos a mi habitación. Una vez dentro, me siento en la cama y lo miro a los ojos. Debo de tener los míos completamente hinchados y rojos debido a la llantera que me ha acompañado durante toda la tarde.

- He hablado con Rocío, Adam. Lo sé todo. Absolutamente todo. Creo que me debes una explicación, ¿no lo crees? – digo con una enorme opresión en el pecho. Es sobrecogedor lo que siento en estos momentos.

- ¿Qué te ha dicho esa desgraciada? – El rostro de Adam expresa clara ira - ¿Te ha hecho algo? – me dice mientras me coge por los hombros para inspeccionarme y evaluar los daños, aunque el dolor que sentía no era visible. Yo, rápidamente, me retiro, ya que no quiero su contacto, no puedo pensar con claridad cuando me toca.

- Esa desgraciada que, por cierto, quedasteis unidos para siempre tras quemar vuestras plumas, me ha dicho que tu padre te obligó a acercarte a mí, que sólo soy un juego para ti – digo en un hilo de voz.

Siento puro terror por lo que pueda llegar a decirme, por que pueda confirmar lo que me ha dicho Rocío. Sin embargo, la confirmación no llega en forma de palabras sino que me basta leerle los gestos de la cara para comprender que es cierto, que Rocío no me ha engañado y que Adam se ha acercado a mí simplemente por el deseo de su padre.

- Nena, escúchame, por favor. Déjame que te explique – dice acercándose a mí.

- No me llames nena y, mucho menos me toques – digo intentando reprimir las lágrimas que luchan por salir de mis ojos. Joder, voy a quedarme seca. No he parado de llorar desde que llegué a este sirio del infierno.

- Está bien – dice poniendo las manos abiertas, como para mostrarme que no corría peligro alguno en su presencia – Pero, por favor, déjame explicarme, te lo suplico, nen... Paula – se corrige en último momento al ver la cara de asco que le pongo. Y es bien merecida, ha estado jugando conmigo como le ha dado la gana.

Incapaz de hablar debido al nudo que permanece impasible en mi garganta por el intento de mantener las lágrimas a raya, asiento para darle permiso para explicarse. Adam suspira y cierra los ojos, cogiendo fuerzas para ofrecerme una explicación.

- Como bien sabes, existen cuatro reinos: Mortem, Tenebris, Aurum y Argentum. Pero esos son los reinos de los ángeles caídos, lo superior a todo esto, es el Reino de los Cielos, reinado por Vicarium. Cuando los reinos se formaron, muchos intentaron recuperar, en vano, el poder del Reino de los Cielos, pero nadie ha conseguido vencer a Vicarium.

Hace miles de años, una poderosa hechicera llamada Ignis, vaticinó una profecía. Esa profecía decía, literalmente: "La noche del Alba que nos hará grandes de nuevo llegará cuando un alma pura y cristalina, como la luz que pasa a través de las olas de los océanos, sea capaz de sacrificar su vida y su propio corazón por uno de nosotros".

Los dioses de cada reino: Tánatos, Nox, Oceanum y Violentiam, intentaron encontrar esa alma pura desde que Ignis ofreció su profecía a todos nosotros pero no obtuvieron resultados, ya que no encontraban a ninguna criatura que se mereciera ser llamada Alma Pura, un alma que prefiera el bien del resto antes que el propio, alguien capaz de morir por aquello que ama y que sea capaz de amar tan fuerte como si de una tormenta de verano se tratase.

A medida que Adam va hablando, mi garganta se va secando, pero siento que si bebo algo, me romperé por dentro. Adam prosigue explicándose, aunque apenas tengo ganas de seguir escuchando, ya que mi corazón no puede soportar ya más dolor.

- Y llegaste tú, Paula. Llegaste tú y tu energía fue detectada por mi padre y pensó que lo mejor para que te sacrificaras por uno de nosotros era usar tu mayor poder como tu mayor debilidad, es decir, usar en tu contra el amor que puedes ser capaz de sentir – Adam traga saliva intentando coger fuerzas para terminar su relato – Aquí es donde entro yo, Paula. Mi padre me envió para conseguir que fueses capaz de dar tu vida por mí y cumplir aquella maldita profecía.

No puedo hablar, soy incapaz de decir nada, ya que me he quedado sin palabras que puedan expresar lo que siento en estos momentos. Odio, traición y miedo, todo a la vez arremolinado en mi pecho intentando de escapar de mi interior. Las lágrimas ya no pueden contenerse más y resbalan por mi piel, haciéndola arder. No puedo creer que Adam me haya hecho algo así, no puedo creer de verdad que esto me esté ocurriendo a mí.

- Paula, todo esto fue antes de conocerte, antes de saber que con tu entrada en cualquier lugar, la habitación se ilumina, antes de saber que me aceptarías de forma incondicional y ser capaz de quererme tal y como soy y, sobre todo, antes de haberme enamorado perdidamente de ti. Tenía pánico de perderte, Paula, tenía miedo de no poder sentirte cerca de nuevo y por eso he intentado guardar todo esto. Paula, te juro que he intentado protegerte de todo y de todos.

Sus palabras actúan como aguijones de avispa envenenados, ya que se me clavan en lo más profundo de mi ser, produciéndome un dolor insoportable. Siento como el aire me falta.

- Tú... tú no sabes lo que es amar – consigo balbucear. De repente, veo algo que no pensaba que vería jamás, una solitaria lágrima recorre el perfecto rostro de Adam.

- Paula, te amo. Te amo. Te amo más que a nada en el mundo, eres lo más preciado que tengo. Te suplico que llegues a comprenderme, créeme cuando te digo que no voy a hacerte daño.

- Es tarde para prometer eso, Adam. Vete. No quiero volver a verte en mi vida, Adam.

De repente, me levanto de la cama, no sin que antes me flaqueen las piernas y comienzo a empujar a Adam mientras grito sin parar.

- ¡No vuelvas a aparecer por aquí, ni te vuelvas a cruzar en mi camino! Confié en ti, Adam. Te he contado cosas que nadie sabe de mí y tú me pagas de este modo. Te dije que te quería – susurro mientras lloro sin poder detener las lágrimas.

Le doy un último empujón a Adam, que está con el rostro completamente descompuesto y crispado por el dolor, y le cierro la puerta en las narices.

Me meto en la cama llorando y sintiendo un dolor inigualable en mi corazón. Me siento vacía y sola y, finalmente, tras mucho llanto me duermo con un único pensamiento: Enamorarse es una mierda y, hacerlo de la persona equivocada, lo es aún más.

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