CAPITULO 21

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En cuanto suelta aquella bomba me pongo a temblar. Sabía que estaba en lo cierto, no sé como pero lo sabía pero el simple hecho de que ahora lo diga en voz alta y que admita su naturaleza lo hace mucho más real.

- No tengas miedo – me susurra Adam al malinterpretar mi temblor.

- No lo tengo, Adam. Sólo es que no me puedo creer que lo hayas admitido – le susurro a unos centímetros de sus labios. Tengo unas enormes ganas de volver a probar su fresco sabor y de morderle. Joder quiero probar cada una de las partes de su cuerpo.

- Esto, no es fácil para mí, Paula. Y mucho menos lo será para ti si sigues cerca de mí. Tienes que alejarte.

- Quiero alejarme, Adam, créeme que quiero. Pero no puedo. Desde que te conozco me ha costado horrores mantenerme lejos de ti – le confieso algo que me ha costado horrores admitir.

- Paula, no soy bueno para ti. Soy la maldad personificada y mantenernos cerca sólo hará que te haga daño. Te romperé el corazón.

- Asumiré los riegos

Me inclino hacia delante haciendo acopio de todo mi valor y le beso, como llevo rato queriendo hacer. Él me devuelve el beso impulsando de nuevo ese calor tan intenso por todo mi ser, abrasándome. Lo que siento cuando Adam pone sus manos sobre mí es la calma después de una enorme tormenta. Me separo un centímetro para poder tomar un poco de aire y veo como Adam sigue con los ojos cerrado, como si quisiera alargar la sensación del beso sobre sus labios.

- Esto no puede ser malo, Adam. No, de ninguna manera – le susurro intentando convencerlo de que no se marche. No puedo dejar que se vaya, no después de haber probado la maraña de sensaciones se expanden por mi cuerpo cuando lo siento cerca.

- Si supieses toda la verdad me odiarías para siempre – me dice con los ojos aún cerrados, frente con frente.

- Cuéntamela – le animo. Necesito saber que ocurre y necesito saberlo todo, sino esto no podría funcionar de ninguna manera.

- No puedo, Paula. Si lo hiciese te pondría en peligro, un peligro que ni tu misma puedes imaginar.

- No me importa, Adam – le insisto. Y es la verdad, no me importa en absoluto el peligro en el que me pueda poner, con tal de tener la verdad y de poder pasar el mayor tiempo posible cerca suya. Es lo que quiero y lo que necesito ahora mismo y daría lo que fuese por eso mismo.

- Mierda, Paula, no entiendes nada – dice apartándose bruscamente de mí y poniéndose en pie.

Cuando se aleja de mí me siento vacía y anhelo su contacto de nuevo, quiero volver a sentirlo cerca. Sé que es una locura, una locura extrema pero no puedo evitar sentir lo que siento. Lo he negado durante mucho tiempo pero no puedo seguir ocultándolo. Adam me gusta, me gusta de verdad.

Me pongo de pie e intento alcanzarlo antes de que salga por esa puerta y se niegue a verme durante sabe dios cuanto tiempo. Me acerco a él y le cojo la mano para intentar mantener de nuevo el contacto con Adam.

- Explícamelo, entonces, Adam – le suplico. Necesito conocer que es aquello que tanto teme.

Adam vuelve a cerrar los ojos, algo que no me gusta en absoluto, ya que adoro ver esos ojos de color azul tan preciosos que tiene. Cuando los abre, me mira y emite un largo suspiro.

- Voy a contarte tanto como puedas saber, Paula pero, te advierto, que no es ni por asomo toda la verdad. No puedo contártela, realmente no puedo – me dice con dolor en el rostro. Verlo así, tan vulnerable hace que se me rompa el corazón en mil pedazos.

- Me basta con eso, Adam. Por ahora – añado. Y es cierto. No necesito conocerlo toda esta noche, pero necesito con confíe en mí y que se dé cuenta de que no me voy a largar a la primera de cambio.

Tira de mí hasta que ambos volvemos a estar sentados en la cama. Me acaricia la cara antes de hablar y yo apoyo mi mejilla en la palma de su mano, derritiéndome por momentos.

- Sólo espero que cuando acabe, no me odies

- ¿Odiarte? No podría odiarte ni aunque quisiera, Adam. He intentado odiarte por activa y por pasiva y lo única que he conseguido ha sido acabar besándote.

No podía negar que estaba realmente nerviosa, ya que por fin iba a conseguir conocer más cosas de Adam, iba a conseguir comprender toda la oscuridad que le envolvía. Me separé un poco de él para poder prestar completa atención a todo lo que me contase, para que no

- Ya cambiarás de opinión – dice con rotundidad antes de empezar a contarme su propia historia – La historia de los cielos no es como la pintan en los libros de religión o en la biblia, es mucho más compleja. Antes de que la humanidad que conocemos hoy en día se asentara sobre la faz de la Tierra, el reino de los cielos era uno sólo, era la unidad regida por un único Dios, Vicarium. Él era bueno, era generoso y ayudaba a los ángeles que se encontraban a su servicio. Sin embargo, un día, uno de esos ángeles le traicionó por la enorme envidia que le tenía, Lucifer, se llamaba. Lucifer hizo que cada uno de los ángeles que allí habitaban se pusieran en contra Vicarium, haciéndoles creer que este sólo los usaba para subordinarlos a sus pies y conseguir poder, conseguir ser el que manejaba los hilos para hacer con los ángeles lo que le viniera en gana. – Adam para un poco para coger aire antes de poder continuar – Ante la rebelión que se formó por culpa de Lucifer, Vicarium desterró a los ángeles del reino de los cielos, formándose así los caídos, caracterizados, como bien sabes, por tener alas negras, en lugar de blancas. Los Caídos no pensaban dejar que aquello sucediese, no se iban a quedar vagando por la Tierra por siempre, por lo que comenzaron una guerra contra Vicarium, quien, evidentemente ganó. Los caídos se agruparon y formaron sus propios reinos, con sus fortalezas en la tierra.

Yo pertenezco al reino mortem y su Dios, es el Dios de la muerte, es conocido como Tánatos aunque desde la época de los griegos se empeñan en meterle una H tras la T. Bueno eso no tiene, importancia alguna – dice mientras se retuerce en el sitio incómodo.

No le suelto la mano en ningún momento para darle la confianza que necesita, a pesar de que estoy como un flan por los nervios. Me encuentro petrificada ahora mismo y tengo miles de preguntas que hacer después de esta clase de historia angelical. Es que no puede llegar a creer que realmente haya ángeles caídos entre nosotros. ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Un vampiro? ¿Encontrarme a Clary y Jace cazando demonios? Aunque todo parezca un sueño, lo siento todo demasiado real. Sé que es real, ya que la expresión de Adam transmite completa sinceridad, a la vez que un dolor que no logro descifrar.

- Di algo, por favor, Paula. Entenderé si quieres que me vaya. Sé que es difícil de comprender todo esto, pero ....

No le dejo acabar, no hay peros que valgan ni nada que me asuste tanto como para querer alejarme de este chico. Interrumpo su frase con un beso intenso que me hace temblar una vez más esta noche.

- No me importa lo que seas, Adam.

- No es lo que soy, Paula – me dice demasiado cerca como para que pueda pensar. Joder, es que como me vuelva a besar no respondo de mis actos.- Es quién soy – añade.

- ¿Quién eres? – le digo mientras le miro confundida. Por su mirada, sé la respuesta antes de que sus labios hablen.

- Yo soy Lucifer, Paula. – dice mirándome a los ojos sin ni si quiera pestañear.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora