CAPITULO 4

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Me doy la vuelta hacia la dirección contraria en cuanto la sombra gira hacia donde estoy. Noto como las piernas me responden de manera automática y echan a correr medio entumecidas por el miedo. Empiezo a temblar y siento como la garganta se me seca y una ligera capa de sudor frío recorre mi piel. Pequeños flashbacks vienen a mi mente de esa noche hace tres años. Intento no pensar en ello, porque si lo hago, estoy completamente perdida.

Sigo corriendo pero escucho como esos pasos se aproximan cada vez más, lo tengo casi encima.

- No huyas pequeño diablillo -escucho mientras los pasos están cada vez más cerca de mí.

En cuanto termina la frase lo reconozco. Es él. Es el tipo del autobús. Cada vez noto como está más cerca de mí y siento como el sudor fío recorre mi cara. Cuando estoy a punto de llegar al final de la calle, me coge del brazo y tira de mí. Me presiona contra la pared y puedo notar su hedor y su aliento en mi cara.

- Te crees muy lista eh. Creías que te iba a ser fácil librarte de mí mocosa – me dice mientras me coge del cuello.

Siento que me asfixio y como mis pulmones arden. Intento patalear y escapar de sus fuertes brazos, pero es en vano.

- Por favor...- a penas logro gimotear antes de que se me quiebre la voz.

- Mira cómo me tienes desde esta tarde mocosa- se aproxima más a mí y restriega su erección en mi vientre. – te llevo siguiendo desde nuestro encuentro en el autobús, deseando que estemos a solas, maldita puta.

Solo de sentirlo me dan arcadas y unas enormes ganas de vomitar. Grito y grito sin parar, pero parece que de repente las calles siempre abarrotadas de Málaga se han quedado vacías para dejarme a solas con mi agresor. El hombre está cada vez más cerca, su asquerosa boca está a penas a unos centímetros de la mía cuando de repente noto que afloja sus manos de alrededor de mi cuello y abre mucho los ojos. Una sombra más se une a nosotros, lo que hace que sienta aún más pánico: ahora no será uno, sino dos en mi contra con quien tendré que forcejear. Pero me equivoco. La sombra le da un golpe seco al tipo que me tiene agarrada, pero no es suficiente para acabar con él. Mi atacante se gira en el acto e intenta deshacerse de la sombra que me ha intentado salvar. Aprovecho el momento para echar a correr. No puedo verle la cara a mi salvador, está demasiado oscuro y yo me he alejado muchísimo. Lo que si veo son... un momento no puede ser. Empiezo a pensar que estoy loca, que el estado de shock en el que me encuentro me ha provocado una serie de alucinaciones o algo por el estilo. Son Alas. Unas alas enormes de un color negro intenso que se mezclan con la oscuridad del callejón en el que nos encontramos.

En cuanto consigo reaccionar, empiezo a correr con las piernas aun tumbándome. Me cuesta mucho respirar pero me obligo a no parar por el miedo a que mi atacante vuelva.

Llego a la calle Larios y corro y corro hasta que llego a la parada de autobús. Le doy un billete de 5€ al conductor y no espero ni el cambio. Camino hacia el final de final del autobús y me siento en uno de los asientos vacíos. Escondo la cabeza entre mis rodillas intentando relajarme y respirar pero no puedo dejar de llorar y de temblar. Le envío un mensaje a Rocío para decirle que se cancela nuestra cena. Mi teléfono comienza a sonar. Es Rocío.

- ¿qué es eso de que se cancela la cena? ¡Ya estoy lista!- me reprocha mientras gimotea.

Yo no puedo dejar de llorar, no me salen las palabras.

- ¿Qué te ocurre Paula?- me dice con voz preocupada

- Estoy llegando. Te cuento ahora.

Unos 15 minutos más tarde, me bajo del autobús y echo a andar camino a la residencia rezando para no cruzarme con nadie. Como no, mis deseos se ven truncados y me encuentro con la última persona a la que quería ver. Adam está justo enfrente con una sonrisa estampada en el rostro y con su pelo negro cayéndole sobre la frente. Se lo aparata cuando me ve y se acerca.

- ¿qué pasa pijita? Parece que has visto un fantasma- me dice con esa voz de superioridad que tiene.

- No es el día, Adam- A penas me sale un hilo de voz.

- Oye, ¿estás bien?- Me dice mientras me coge del brazo

- No me toques – le digo en cuanto noto su agarre. En estos momentos lo último que necesito es a Adam con su chulería.

- Sí, solo quiero llegar a mi habitación, ducharme y dormir.

- Veo que el día de turismo no ha ido bien eh. ¿Te ha atacado un cachorrillo? – me dice intentando, como no, sacarme de mis casillas. No entiendo que le he hecho a este chico para que intente mantener conmigo este constante tira y afloja. Al ver que no le respondo y que echo a andar parece que se da cuenta que realmente me ha ocurrido algo.

- Paula, ¿Qué te ha pasado? – me dice haciendo uso de su único ápice de humanidad existente en todo su cuerpo a la vez que me coge la cara entre sus manos.

- Deja de fingir que te caigo bien o que te preocupas por mi Adam. – le digo mientras me suelto de su agarre.

- Paula, sólo intentaba ser amable contigo, pero eres insufrible.

Se da la vuelta y empieza a caminar en dirección contraria a la mía. En otra ocasión me habría sentido mal por haberlo tratado así, pero esta noche ha sido demasiado para mí y no necesito que, precisamente Adam, venga a preocuparse a por mí cuando esta misma tarde ha sido él mismo quien me ha dicho que si por él fuese me haría daño.

Cuando me doy cuenta, estoy introduciendo la llave en la puerta de mi habitación. Antes de que me dé tiempo a entrar, Rocío me asalta y se tira a mis brazos.

- ¿qué te ha pasado?- Me dice con clara preocupación

Cuando noto sus brazos alrededor de mi cuello empiezo a llorar todo lo que me había estado aguantando desde que salí corriendo de ese infierno. Empiezo a contárselo todo, le cuento cuando me encuentro al tipo en el autobús, le cuento como me ha estado siguiendo toda la tarde y como me ha asaltado en aquel callejón. Le cuento también que alguien me ha ayudado pero me ahorro la alucinación que he tenido acerca de unas alas. Prefiero que no piense que estoy loca perdida

Rocío me abraza y estamos un rato hablando las dos. Esa chica me cae muy bien y siento que puedo confiar en ella, todo lo contrario a lo que me ocurre con su novio Adam.

- Venga Paula date una ducha caliente e intenta relajarte. – me aconseja mientras me termina de limpiar las lágrimas que siguen bañando mis mejillas.

- Sí, tienes razón.- me levanto y me dispongo a salir del salón.

- ¿quieres que te traiga algo de comer?- Me pregunta antes de que me vaya

- No, tengo el estómago cerrado.

- Está bien. Si necesitas algo, sabes dónde encontrarme.

Le respondo con un asentimiento de cabeza y una falsa sonrisa. Me meto en la ducha y por mucho que me froto me siento sucia. A cada movimiento de la esponja sobre mi piel siento los dedos de aquel tipo en mis brazos, en mi cintura y por todo mi cuerpo. Hace que vuelva de nuevo al pasado. Pongo el agua helada e intento evadirme de la realidad, sintiendo como ese baño de agua fría me devuelve la misma vida.

Me pongo el pijama y salgo del baño. Cuando voy a entrar en mi habitación, me cruzo con unos hipnotizantes ojos azules que me miran desde la puerta del cuarto de mi compañera. Lo último que quiero es hablar con él. Cuando creo que me va a soltar uno de sus habituales comentarios, se gira y se mete en la habitación de Rocío sin más. Supongo que estará enfadado por cómo lo he tratado hace un rato, pero la verdad es que me importa poco. No es quién para recriminarme nada. Además, prefiero que no se dirija a mí.

Entro a mi cuarto y me meto en la cama. A penas puedo dormir. Me siento vigilada toda la noche y el poco tiempo que consigo descansar, sueño con unas grandes alas negras como la noche que me protegen de la oscuridad.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora