CAPÍTULO 25

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Sus palabras hacen que el corazón me dé un vuelco y que las lágrimas sigan cayendo por mis mejillas sin parar. Sé que es una completa locura, sé que hace dos días ni aguantaba a este chico pero, el tiempo que he pasado con él ha sido demasiado... increíble. Cuando estoy con él me siento completamente segura, mi corazón se desboca y mi mente pierde completamente el juicio. Él también se ha buscado un huequecito en mi corazón pero, muy a mi pesar, necesito pensar, necesito estar sola y ver cómo puedo afrontar esta situación.

- Llévame a casa, Adam. Por favor, necesito estar sola – le suplico mientras sorbo por la nariz.

- Está bien, Paula. Vamos – me dice echando a andar hasta el coche.

Un silencio incómodo prima en el coche durante todo el trayecto hasta que llegamos a la puerta de cristal de la residencia. Adam para el coche suavemente y desconecta el motor.

- Paula, de verdad, siento no habértelo contado antes, juro que lo siento pero temía que pasara justo lo que está pasando ahora. Temía que te alejaras de mí y que no quisieras volver a verme – dice con pena en la voz y la mandíbula completamente rígida

- Adam, no quiero no volver a verte, eso es un estupidez pero, entiéndeme. Debes de comprender que necesito tiempo para pensar y para saber cómo actuar ante esta situación. Hace tres días era una chica completamente normal y ahora soy novia del mismísimo Lucifer. Entiende que esté un poco en shock, joder – digo mientras me encojo en el asiento y pongo la barbilla sobre las rodillas.

- Entiendo que estés así y agradezco lo valiente que has sido, nena, de verdad que sí. Sólo necesito que me des una oportunidad, que nos las des a los dos en esto de estar juntos. Prometo que voy a alejarme de Rocío, tanto como pueda y prometo que voy a averiguar la manera de que esta unión se rompa. Debe de existir alguna manera y juro que voy a mover cada reino del cielo para encontrarla.

- Tengo que irme, Adam. Ven mañana por la noche y hablamos, ¿de acuerdo? – le digo, rezando para que a esa hora esté un poco más aclarada con respecto al giro que ha dado mi vida.

Adam asiente y yo abro la puerta para largarme de allí cagando leches. En cuanto pongo un pie en la acera, Adam acelera y se pierde en la oscuridad de la noche. Cuando su coche pasa a ser un pequeño punto de luz provocado por los faros, echo a correr y entro en la residencia.

Una vez arriba, me quito la pequeña capa de maquillaje que me había echado antes de salir, me recojo el pelo en un moño para apartarlo de la cara y me coloco mi pijama corto, ya que esta noche tiene pinta de hacer un calor de mil demonios. Demonios. Como no, pienso con ironía. A pesar de eso, coloco la sudadera de Adam en la cama, para poder sentirlo cerca por la noche.

Me meto en la cama y enciendo el ordenador para buscar en Netflix alguna serie con la que conseguir que me entre un poco de sueño. Al final, acabo poniendo una película: No es romántico se llama. En ella, la protagonista, que no cree en el amor a causa de lo que su madre le infundó de pequeña, tiene un accidente al ser atracada y cae presa de un coma. Como consecuencia, se ve envuelta en una película de amor, de las que tanto odia nada más y nada menos que con Liam Hermsworth, que bueno está el cabrón.

La película empieza pero, aunque mis ojos intentan verla, mi mente ha decidido que lo mejor es pensar en ojos azules con alas. No puedo quitar al maldito Adam de mi cabeza. Frustrada, cojo una almohada y me la pongo en la cara para acallar el grito que suelto en un mísero intento de acabar con la ira que siento.

No me puedo creer que tenga tan mala suerte, ahora que estaba consiguiendo olvidar la traición de Daniel, me siento traicionada por Adam. Si al menos me hubiese dicho la verdad desde el principio, no me sentiría tan engañada.

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