CAPITULO 28

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En cuanto abro la puerta, me encuentro con Kevin, vestido con una camisa de color amarillo claro y unos vaqueros de color azul oscuro. La verdad que está muy guapo pero, es una belleza distinta a la de Adam, ya que lo de él es de otro mundo. Los ojos de Adam muestran ira, furia y oscuridad pero, a su vez, tienen algo atrayente que te hacen querer seguirlo. Sin embargo, los ojos de Kevin reflejan pura dulzura y armonía.

- Estás muy guapa, Paula – me dice mirándome de arriba abajo.

- Tú también, Kevin – le digo mientras me sonrojo por su piropo.

Me sonríe y nos vamos hacia el ascensor para poder bajar hasta la recepción.

- Mi coche está estropeado, lo siento – me dice avergonzado, lo que le hace más dulce aún.

- Tranquilo, no pasa nada. Podemos ir por aquí cerca o si tienes pensado ir más lejos podemos coger un taxi – le digo quitándole importancia al hecho de no tener transporte, ya que es cierto que no me importa andar.

- ¿Te apetece ir a Plutarco? Han abierto varios sitios nuevos, podemos probar alguno – me sugiere Kevin.

- Claro, por mi perfecto – le digo mientras echamos a andar.

- Me han dicho que hay una marisquería muy buena en una de las calles de detrás de la avenida principal, ¿te gusta el marisco? – me pregunta para ver si me parece bien ir.

- Sí, me gusta mucho. Vayamos ahí – le digo mientras seguimos andando.

En menos de quince minutos hemos llegado al sitio donde Kevin quería llevarme. Se llama El Marisqueo. Es una marisquería pequeñita con mesas en la terraza y está a rebosar de gente, por lo que tenemos que esperar unos veinte minutos antes de poder sentarnos en una mesa para dos.

Una vez sentados, el camarero no tarda mucho en venir, el tiempo justo para pensar lo que queremos pedir. Decidimos que lo mejor es pedir varias raciones para compartir, por lo que pedimos calamares fritos, gambas al pilpil y pulpo a la gallega, que es uno de mis platos favoritos. De beber, yo pido un tinto de verano con limón, mientras que Kevin prefiere una cerveza bien fría.

- Bueno, ¿y qué tal la tarde de estudio? – Dice Kevin para romper el silencio que nos envuelve.

- Bueno, he intentado ponerme al día, pero la verdad es que no he tenido mucho éxito – le digo con sinceridad, ya que la mitad de la tarde he estado pensando en Adam y la otra mitad pues me la he pasado embobada mirando las musarañas.

- Ya sabes que si necesitas ayuda en algo sólo tienes que decirlo, la verdad es que no voy mal con la carrera, por lo que puedo ayudarte bastante – dice cogiendo un calamar del plato que el camarero ha puesto en el centro de la mesa.

- Puede que te tome la palabra, podemos ir juntos estos días a la biblioteca. así si tengo alguna duda puedes orientarme un poco, ¿no? – le digo con una amplia sonrisa en mi rostro.

- Sí... sí, será estupendo – me dice demasiado emocionado para ser un plan para estudiar.

No quiero que Kevin se piense cosas que no son, ya que con él sólo podría tener una bonita amistad, pues mi corazón está empezando a pertenecer a otra persona. Mi corazón comienza a palpitar como si estuviese a punto de tirarme en picado al vacío, y eso que sólo he tenido un fugaz pensamiento sobre Adam. Meneo la cabeza a ambos lados intentando evadirme de esos ojos azules que me siguen allá a donde voy e intento volver a centrarme en Kevin.

Continuamos charlando animadamente y Kevin me ayuda a saber más sobre él. Me cuenta que su madre es inglesa pero que, cuando conoció a su padre, se mudó a España por amor y, desde entonces, nunca se han separado. Él es el pequeño de cuatro hermanos, por lo que siempre ha sido el niño mimado de la casa, aunque sus hermanos le daban toda la caña que no le daban sus padres. Yo, por mi parte, no le cuento demasiado sobre mí. Sólo que vivo con mi madre en Madrid y que nunca he sido de tener muchos amigos.

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