CAPITULO 6

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El jueves transcurrió sin que a penas ocurriese nada fuera de lo normal, menos mal. No aguantaba nada más ni de coña. Desayuné con Rocío, ya que ambas teníamos clase a la misma hora y cuando volví bajé a comer con Sara, que ya estaba tan simpática y sonriente como siempre y no mencionó a Adam durante toda la comida, cosa que agradecí.

Estuve la tarde entera pasando apuntes a limpio y luego bajé a cenar sola, ya que mis únicas dos amigas estaban cenando fuera con unos amigos de su clase. Suspiré. Tenía que conseguir relacionarme más. Mientras bajaba al comedor le envío un mensaje a Daniel diciéndole las ganas que tenía de verlo al día siguiente.

Una vez en el comedor, me siento en la mesa más alejada a la gente, ya que no me gustaba que me viesen sola, como la rarita. De pequeña siempre lo había sido y había sufrido mucho por el acoso que me hacían. No era una niña perfecta, pero no me merecía eso, nadie se lo merece. En mi vida, solo tuve una amiga de verdad, Elena. Al pensar en ella, el corazón se me encoje y se me cierra el apetito de manera inmediata.

- Hola, pijita – dice una profunda voz que hace que mis pensamientos se vean interrumpidos de manera inmediata

- Hola, Adam – le contesto con un hilo de voz.

- ¿has visto a un demonio o qué te pasa? – me dice mientras que lo único que le ofrezco es una cara de pocos amigos. No entiendo porque este chico a veces es amable y otras veces me trata mal. Me desquicia

- Te he visto a ti, que es peor – le respondo intentando que se vaya y me deje sola. Sin embargo, lo único que consigo es que se siente en la silla que está enfrente de mí.

- Cualquiera diría que no te mueres por verme, nena. – me dice con una sonrisa en la cara que me dan ganas de abofetearlo hasta borrársela de la cara. Tiene los ojos más azules que he visto en mi vida. PUAG, como puedo estar pensando eso pero madre mía es que está muy bueno. Pongo los ojos en blanco ante mi propio pensamiento.

- Adam, no trates de hacerte el simpático conmigo. No te agrado y no me agradas. No tenemos por qué ni siquiera intentar llevarnos bien. Y no me llames nena, gilipollas. – Adam me da una sonrisa que no le llega a los ojos. Da miedo. Se acerca más a mí por encima de la mesa, tanto que puedo notar su aliento en mi cara

- No. No me gustas, ni si quiera me caes bien. Al igual que tú crees que me has calado yo he hecho lo mismo contigo y sé que eres una niña caprichosa que siempre lo ha tenido todo y que cuando se ponen las cosas un poco al límite sale lloriqueando. Sin embargo, Rocío quiere que seamos amigos, por eso de que eres su compañera de piso y tal. Asique más te vale que seamos amigos. Nena.

Ni siquiera le contesto. Me levanto, cojo mi bandeja la coloco en su sitio y me voy. Las lágrimas me salen solas. Como es capaz de decirme que mi vida es fácil, cuando ha sido de todo menos eso. Le odio. Odio a Adam. Me saca de mis casillas. Primero me viene y me dice que me hará daño, luego que me acompaña para que no me pase nada, luego no quiere que me monte en su flamante coche y ahora me amenaza para que seamos amigos. Pero que cojones le pasa a este tío, no necesita amigos necesita un puto psiquiatra que le trate el trastorno que está acabando con su solitaria neurona.

Llego a mi piso y me meto en la ducha intentando que se me pase el enorme cabreo que llevo encima. Llevo en Málaga menos de una semana y ya tengo que tener, al menos, cuatro contracturas en la espalda de tanto estrés. Noto como el agua caliente cae sobre mi espalda relajándome los músculos. Cuando por fin me siento más tranquila, cojo una toalla y dejo que el algodón envuelva mi cuerpo. Me quito miro al espejo y me quito el rímel que me ha manchado toda la cara. Salgo al pasillo y veo una sombra a mi espalda. Me giro rápidamente con la intención de darle un puñetazo a quien sea. Levanto el puño y....

- Joder, nena. Para ser una pijita de capital te desenvuelves bien. – me dice Adam mientras me coge la mano y me la baja.

- ¿qué cojones haces aquí? ¿cómo has entrado? Rocío no está- le digo con la voz entrecortada por el susto

- Lo siento ¿vale? He venido a disculparme. No se me da bien esto de hacer amigos, como tú misma has podido comprobar, pero quiero intentarlo. Y no necesito llave para entrar. Por cierto te queda bien tu outfit, nena – me dice mientras me guiña un ojo.

Vale. Definitivamente este tío está loco, loco de remate. Automáticamente me pongo roja al recordar que, una vez más sólo llevo una toalla alrededor de mi cuerpo. Inmediatamente me giro para entrar a mi habitación pero me agarra de nuevo por las muñecas y me pega a la pared echándome todo su peso encima. La respiración se me acelera de nuevo. Adam, recoge de mi mejilla un poco de jabón que no he enjuagado bien en la ducha y se limpia el dedo en la toalla que llevo puesta a modo de vestido. Tengo su rostro a unos centímetros del mío. Cuando me doy cuenta, me pillo a mí misma mirándole a sus carnosos labios. Dios mío, no me explico cómo alguien puede estar tan bueno. Adam se acerca más y cierro los ojos a modo de acto reflejo.

- Para no caerte bien, te mueres porque te bese – me susurra al oído mientras sus dedos recorren mi espalda desnuda.

Mi carne se pone de gallina pero de repente me doy cuenta de lo que he estado a punto de hacer y abro los ojos de par en par. Le meto un pequeño empujón y salgo de su abrazo corriendo hacia mi habitación. Cuando estoy a punto de cerrar, mete un pie entre la puerta y el marco.

- ¿Amigos entonces?- me dice con esa insufrible sonrisa que tiene

- ¡No, gilipollas!- le digo mientras cierro la puerta de un portazo, dejándolo fuera.

Cuando cierro escucho una pequeña carcajada y me veo a mi misma sonriendo. Sacudo la cabeza intentando huir de lo que acaba de ocurrir.

- Piensa en Daniel, piensa en Daniel – me digo a mí misma mientras me siento en la cama aún enrollada en aquella minúscula toalla.

Me pongo el pijama lo más rápido que puedo y me meto en la cama con el corazón aun palpitándome de manera desenfrenada. Una noche más, no puedo dormir a causa de unos ojos azules que me persiguen y una enorme verdad dicha por su dueño: me moría porque me besara. Me odio a mi misma sólo porque ese pensamiento haya rozado mi mente, esto no puede seguir así. Adam saca lo peor de mí cada vez que se encuentra en un radio inferior a quinientos metros de mí. Tengo que parar por mi propio bien.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora