CAPITULO 18

38 9 4
                                    

No tengo claro que esto de ir a cenar con Adam sea buena idea, pero tampoco es que me haya dejado mucha opción, ya que creía que me iba a llevar directa a la residencia. En fin, después de una semana casi sin contacto humano creo que me vendrá bien relacionarme con alguien, aunque ese alguien sea Adam. Además, así podré intentar sonsacarle algo acerca de su vida. Ya he descubierto que estudia ADE, tras estar media tarde vigilándolo de manera furtiva.

- ¿Qué te apetece cenar? – me pregunta interrumpiendo así mis pensamientos.

- Pues no sé, tengo bastante hambre, pero la verdad que no conozco a penas lugares donde ir. Sólo he ido por la zona de Plutarco – le digo mientras me revuelvo en mi asiento al recordad que la última vez que fui allí fue con Daniel.

- No pienso llevarte ahí. Te voy a llevar a un sitio que creo que te va a gustar.

- Adam, mira cómo voy vestida- le digo señalando mis vaqueros y mi simple blusa color blanco.

- Estás preciosa, nena – se escapa entre sus labios mientras me mira e inmediatamente vuelve la mirada a la carretera. A mí se me suben los colores como si fuese un gusiluz y siento un enorme calor ascender por mi cuerpo, como si la temperatura en el coche hubiese subido varios grados. Decido ignorar el comentario y concentrar mi mirada en la carretera.

- ¿queda mucho? – pregunto cuando llevamos unos quince minutos conduciendo me empieza a rugir el estómago. A penas he almorzado y desde el café que me tomé antes de entrar en la biblioteca no le he dado nada a mi cuerpo de donde sacar energías.

- ¿Tantas ganas tienes de nuestra cita? – me dice el tío y se queda tan pancho.

- ¿Qué cita ni que leñes? – Grito – Esto no es una cita, Adam. Vamos a ir a cenar, cosa que hago casi obligada, y lo hacemos como amigos o lo que sea que seamos.

- ¿Lo hacemos? Veo que te gusta ir rápido nena – dice con una mirada de lujuria que me pone de los malditos nervios.

- ¡Dios, me sacas de mis casillas! – le grito frustrada. – Cállate y conduce, gilipollas.

- A sus órdenes.

Sigue conduciendo por unas calles estrechas y, tras unos treinta minutos que se me hacen eternos aparca el coche en un descampado lleno de arena. Le damos una propina a un gorrilla que hay ayudando a aparcar los coches y echamos a andar.

Tras unos cinco minutos andando, llegamos a un arco de piedra precioso y un camino iluminado por unas pequeñas antorchas. A la derecha del camino, se veía la playa, con un muro que la delimitaba donde se podía leer: "Fuiste, eres y siempre serás mi más bonita casualidad".

- Vaya, Adam. Esto es precioso – le digo mientras caminamos hacia donde se encuentra el restaurante de madera blanca y rodeado de palmeras.

- Soy todo un romántico, no hace falta que lo digas – dice pasándose las manos por su oscuro pelo, evitando que le caiga sobre esos ojos que tanto me gustan. Al escucharlo, pongo los ojos en blanco. No me esperaba que Adam me trajese a un sitio tan bonito, viniendo de él me esperaba como mucho cenar una hamburguesa del Burger King.

- ¿Cómo se llama este sitio? – le pregunto sacando mi vena turística. Siempre me ha gustado mucho viajar y conocer lugares nuevos. Cuando era pequeña, mi familia y yo decidíamos un destino cada verano y lo explorábamos de cabo a rabo. Mi sitio favorito siempre fue Italia, me gustaría mucho volver allí y vivir de nuevo aquellos bonitos recuerdos.

- Los Baños del Carmen. Ahora está más estropeado, pero fue construido en 1920 como balneario para el disfrute de las zonas altas de la sociedad. Por la tarde canta un grupo de flamenco y se pone muy animada – me explica mientras yo no dejo de mirar a todos lados por aquel bonito lugar que me ha dejado fascinada.

TÁNATOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora