CAPITULO 29

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Mi respiración, al igual que mi corazón, se dispara, no sé si por el susto que me he llevado, ya que no esperaba que tuviese a Adam esperándome, o si es por el hecho de tenerlo apenas unos centímetros, ya que él no deja de tener ese efecto en mí. Concluyo con qué es el resultado de una mezcla de ambas opciones.

- Te dije que tenía planes – susurro con la voz entrecortada.

- No sabía cuales eran, por eso decidí venir – me dice cada vez más cerca.

- No te tengo que dar explicaciones, ¿no crees? – le digo ante el tono controlador que emplea conmigo, qué es lo que menos me gusta de Adam.

Como única respuesta, recibo un beso en los labios que me quita el sentido y que hace que las piernas se conviertan en pura gelatina. Adam suelta un sonoro gemido que le sale de lo más profundo de la garganta.

En menos de dos segundos, Adam me levanta y yo enrollo las piernas alrededor de su cintura, intentando sentirlo más y más cerca. Adam empieza a repartir besos por mi cuello a la vez que cae sobre la cama conmigo aún encima. Sigue derramando besos por toda mi piel, haciéndome sentir que levito en lo más alto del cielo.

La piel de todo mi cuerpo se me eriza ante su contacto. Adam se recuesta sobre la cama conmigo aún encima de él sin dejar de besar y chupar mi cuello y mis labios. Noto como tira de mi pelo, haciéndome gemir a la vez que muerdo mi labio inferior para no gritar del placer que me está regalando con sus intensos besos.

Adam empieza a tirar de mi camiseta hacia arriba, hasta que consigue sacármela por la cabeza, quedándome con mi simple sujetador negro. Yo, pienso alegrarme la vista y le quito a tirones su camiseta hasta que puedo vislumbrar esos abdominales completamente marcados, a la vez que siento su dura erección bajo mi parte más débil.

De repente, cuando noto las manos de Adam sobre el broche de mi sujetador, me pongo en tensión y todo el calor que recorría mi cuerpo se vuelve en frío que me hiela los huesos.

- Para – le suplico a Adam mientras me bajo de su regazo.

Cojo mi camiseta y me la pongo lo más rápido que me lo permiten mis temblorosas manos. Adam se queda helado mientras me mira, sin entender nada de lo que pasa.

- Lo siento, quizás he ido demasiado rápido – comienza a decir nervioso cogiendo su camiseta y pasándosela también por la cabeza. – De verdad, te pido disculpas, será mejor que me vaya – prosigue al ver que no digo nada.

Cuando se levanta y se dispone a irse, le cojo la mano para evitar que se marche.

- No te vayas – le susurro tirando de su mano hacia mí hasta que consigo que se siente de nuevo a mi lado. Adam decide que lo mejor es mantener una distancia prudente conmigo, ya que el ambiente ha pasado a ser completamente incómodo.

Tras unos minutos que parecen horas en completo silencio, decido acercarme a él para sentir de nuevo su contacto y acabo apoyando mi cabeza sobre su hombro.

- No es tu culpa, Adam – le explico – No me he puesto así por si hemos ido rápido, lento o por que hayas hecho algo más. Créeme cuando te digo que no hay nada que desee más en este mundo que a ti – le digo mirándolo directamente a los ojos, los cuales veo emocionados e impactados por mis palabras.

- Explícamelo entonces, Paula – me dice con voz dulce mientras coge mi mentón con sus largos dedos.

No sé cómo hacerle ver a Adam que él no tiene la culpa de nada, sino que la culpa es solo mía, hay algo en mí que no va bien desde aquella maldita noche de hace tres años. Un escalofrío me recorre de arriba abajo y una lágrima solitaria rueda por mi mejilla. En cuanto Adam la visualiza, me pasa sus brazos a mi alrededor y me da un beso en la parte superior de la cabeza.

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