CAPITULO 17

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-          Mierda, mierda

Me levanto corriendo de la cama al darme cuenta de que no he escuchado la maldita alarma. Son las once de la mañana, me he perdido tres clases completitas. Me pongo unos vaqueros rápidamente y la primera blusa que pillo por mi habitación.  Para cuando termino de vestirme y de tomarme un café son las doce de la mañana. Últimamente estoy hecha un desastre, he pasado de ser la alumna matrícula de honor que no falta nunca a clase a la alumna que no ha tocado un libro en semanas y encima no hago más que faltar a clases. Asumo que ya no me da tiempo de ir, por lo que creo que lo mejor es almorzar pronto e irme a la biblioteca para aprovechar la tarde de estudio.

Decido ir a la biblioteca general en lugar de ir a la de mi facultad, ya que esa permanece abierta 24 horas. Cuando me acerco veo que es enorme y que tiene una cúpula de color azul claro.  Cojo un café con avellanas para llevar en las máquinas que hay en la entrada y, una vez dentro, veo que la biblioteca tiene forma circular. En el centro, hay una enorme montaña de libros con efecto que nos hace ver que están volando. El sueño de cualquier lectora, estar rodeada de libros, literalmente.

Decido no ponerme en la circunferencia principal, sino colocarme en la segunda planta para intentar estar lo más tranquila posible, pues espero que mi tarde sea de lo más productiva.

-          ¿Puedo sentarme? – susurra una penetrante voz en mi oído. Y a la mierda mi día productivo.

-          ¿Me estás siguiendo? – Digo en apenas un susurro mientras me giro para encontrarme con esos ojos azules que tan inquietantes me parecen. Solo al verlos siento como la garganta se me seca y las manos me sudan.

-          Más quisieras, nena. – coloca sus cosas en la silla que está justo a mi lado, haciendo que sus rodillas toquen las mías. Ese efímero contacto hace que el corazón me palpite más rápido de lo normal.

-           Deja de llamarme nena – susurro irritada -¿Qué haces aquí? Estás empezando a ser pesadito.

-          Vengo a estudiar. Te recuerdo que estás en un lugar público, egocéntrica – me dice mientras se ríe.

-          Shh – nos manda a callar una chica varias mesas más atrás. Joder, ya nos han regañado y no lleva aquí ni cinco minutos.

-          Cállate, Paula, que ya estás fastidiando como siempre – me dice mientras saca sus libros.

Pero vaya cara que tiene este tío. Espero que no esté dando por culo toda la santa tarde porque si lo hace pienso cambiarme de sitio.

A medida que va pasando la tarde, Adam ha estado bebiéndose las páginas de sus libros de economía mientras que yo, para mi desgracia, no he podido memorizar más de cinco páginas y no porque Adam no pare de hablar, ya que gracias a dios, ha estado calladito. El problema es que no puedo dejar de mirarlo, no puedo evitarlo.  Vigilo cada uno de los movimientos que hace Adam, aunque solo sea pasar una maldita página, esas que yo no paso ni a la de tres. Tiene que estar pensando que tengo un déficit de atención o algo por el estilo.

-          ¿Hasta qué hora piensas estar aquí, empollona? – me susurra al oído.

-          Pues hasta la hora de cenar, supongo – le digo mientras lo miro.

-          Paula, son las diez de la noche, creo que ya es hora de largarnos.

Miro el reloj del móvil y tiene razón. La tarde se me ha ido volando y ya es muy tarde. Joder ahora me va a tocar volver sola a la residencia algo que no me gusta ni un pelo, después de los sucesos de las últimas semanas. Me siento tentada a pedirle a Adam que me acompañe, pero me lo pienso mejor y decido que lo mejor es que no le pida ningún favor a este chico, demasiado le debo ya con lo de la noche de la fiesta.

Empezamos a recoger todas nuestras cosas y salimos de la biblioteca saludando al simpático vigilante que hay en la puerta.

-          Bueno, te veo en estos días, Adam – le digo mientras echo andar dirección a la residencia.

-          ¿A dónde crees que vas? – me dice mientras me agarra del brazo y me mira como si estuviese loca.

-          A mi piso, ¿Dónde piensas que voy a ir a estas horas un martes? – le digo haciéndole ver lo lógico que era.

-          ¿No creerás en serio que te voy a dejar que vayas sola verdad? Tu historial para atraer la desgracia el mítico, Paula. Te pienso llevar yo – me dice con un tono autoritario que no me gusta ni un pelo.

-          Con una condición – le impongo

-          Soy todo oídos

-          No pienso montarme de nuevo en esa moto – le exijo

-          He traído el coche, nena – me dice mientras se ríe

Sigo a Adam a través del oscuro aparcamiento pero, a pesar de esa oscuridad, me siento completamente segura.

Entramos en su flamante mercedes y arranca acelerando tanto que hace que las ruedas derrapen al salir del aparcamiento.

-          Eh baja el carro, colega – le digo y levanta un poco el pie del acelerador.

De repente, veo que Adam toma otra dirección distinta a la de la residencia, lo que hace que sienta miedo.

-          ¿Dónde me llevas, Adam? – le digo en un susurro mientras me tiembla el labio inferior. Las manos me sudan e intento disimularlo limpiándolas en mis pantalones de manera sutil.

-          ¿No pensarás que te vas a ir sin cenar no? Yo invito, nena.

Dicho esto, aprieta de nuevo el acelerador y nos perdemos en la noche.

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