CAPITULO 26

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Me despierto por culpa de la luz que entra a través de la ventana, ya que anoche se me pasó bajar la persiana después de que entrase Adam. Cuando abro los ojos, me doy cuenta de que el sol está completamente fuera, por lo que debe de ser tarde. Que bien, un día más que no llego a clase. Estoy hecha un maldito desastre, si mi madre me viese me metería en un internado para reformarme.

A pesar del calor que da la luz solar, siento mi lado completamente frío, por lo que me temo que Adam se ha ido sin despedirse.

Me levanto de la cama y empiezo a vestirme con un pantalón de chándal corto de color gris y una camiseta ancha de color rosa chillón. No pienso salir de casa en todo el día, ya que no me apetece para nada. Voy al baño y me lavo los dientes y la cara. Acabo cogiéndome un moño despeinado para estar más cómoda para echar la mañana, o lo poco que queda de ella.

Estoy cabreada con Adam por el hecho de que no se haya despedido, no costaba tanto decir adiós, que bien que para colarse por la ventana no ha tenido ningún tipo de problema.

La mañana se me pasa volando, ya que me la paso tirada en la cama leyendo mi nuevo libro El jinete de bronce, aún no lo he acabado pero la verdad es que me está gustando muchísimo. Hace que me enamore continuamente de Alexander y la vida de Tatiana me pone los pelos de punta. Adoro cuando un libro despierta en mí grandes sentimientos.

A las dos, decido pedirme una pizza a domicilio, ya que no tengo ganas de vestirme sólo para poder bajar al comedor. Además, sólo hay de comer pechugas de pollo, de las que ya estoy bastante harta. El repartidor llega en menos de media hora con mi pizza de cuatro quesos humeante. Pienso ponerme las botas.

Cuando estoy acabándola, tocan a la puerta. Frunzo el ceño extrañada, ya que normalmente nadie suele venir por aquí y, quien viene, ni se molesta en tocar al timbre, entran como si estuviesen en su propia casa.

Voy corriendo a abrir, pensando que, como mucho, será Sara o la chica de recepción. Sin embargo, en cuanto tiro del pomo de la puerta y esta se abre, me encuentro con unos dulces ojos almendrados que me miran de arriba abajo.

- Bonito pijama – me dice al ver mi chándal extra corto y mi camiseta ancha.

- Joder, Kevin. Podrías haber avisado, que mira que pintas – le digo mientras me pongo roja como un tomate.

- Es que no pensaba venir, pero he ido al piso de enfrente a devolver unos apuntes que me habían dejado y he recordado que vivías aquí, por lo que he decidido pasarme – me explica con una dulce sonrisa.

- Pasa, no te quedes ahí hombre – le digo al darme cuenta de que sigue en el descansillo.

- No, tranquila. Sólo quería hacerte una pregunta – me dice mientras se pone rojo.

- ¿Una pregunta? – digo confundida, ya que no tengo ni idea de qué quiere saber este chiquillo a estas horas de la tarde.

- Sí. Me gustaría... me gustaría saber si vendrías a cenar conmigo. Esta noche – añade.

Me pilla completamente por sorpresa, lo que hace que tenga que pensármelo antes de contestar. Sé que había dicho que no iba a ir a ningún lado en todo el día, pero puede que un poco de compañía no me haga ningún mal.

- Sí, está bien. Nos vemos esta noche – le digo mientras sonrío. En cuanto las palabras salen de mi boca, Kevin coloca en su rostro una gran sonrisa.

- ¿Te viene bien a las 9? – me pregunta nervioso.

- A las 9 es perfecto.

Kevin se da la vuelta y se dirige hacia el ascensor con una sonrisa iluminando su rostro. En cuanto cierro la puerta, me arrepiento un poco de haberle dicho que sí tan rápido, no porque no tenga ganas de pasar tiempo con Kevin, ya que me parece un chico muy bueno y dulce, pero me da penilla que vaya a pensar cosas que no son: Esto no es una cita, sólo somos dos amigos cenando tranquilamente. Sin embargo, por la cara que ha puesto Kevin al salir no sé si él lo ha interpretado de la misma forma.

Con un suspiro, me vuelvo de nuevo a la soledad de mi habitación, me termino la pizza que ya se ha puesto completamente fría, pero no está mala. En cuanto termino de comer, me siento en el escritorio y saco mis apuntes, en un intento de sacar todas las asignaturas del cuatrimestre poniéndome al día.

Alrededor de las cinco y media, escucho el sonido de mi móvil que está sobre la mesilla de noche. Me levanto para mirar quién es y veo que es un mensaje de Adam.

¿Qué haces, preciosa?

A buenas horas me habla el tío. Son casi las seis de la tarde y no ha sido capaz de decirme nada después de largarse sin decir ni mu. Decido hacerlo sufrir un poquito y no le contesto. Adam, al ver que le he dejado con los dos tics de color azul, me vuelve a escribir.

Nena, ¿estás enfadada por algo?

                                                                                 A buenas horas me hablas, chico.

No quise despertarte esta mañana, se te veía cansada.

                                                                                                                    Mmm... vale.

¿Nos vemos esta noche?

                                                                                                      No. Tengo planes. Te veo mañana.

¿planes? ¿con quién?

                                                                                                                          ¿Celoso?

Para nada.

Decido dejar el mensaje ahí y no decirle nada más. Mañana quedaré con él y se me pasará este pequeño cabreo, digo yo.

Alrededor de las 8, dejo de estudiar y recojo todo mi escritorio, ya que siempre me gusta tenerlo todo ordenado. Me voy al baño y me ducho con agua fría para intentar refrescarme, ya que ha hecho demasiado calor durante todo el día y estoy completamente sudada, en conclusión, que doy asco.

En cuanto me siento limpia, salgo del baño y me voy a mi habitación, donde me pongo unos vaqueos blancos y una blusa cogida al cuello de color turquesa. Me voy al baño de nuevo y me paso el secador por el pelo para que se quede de una manera presentable. No me maquillo nada ya que, al haber dormido en condiciones por una noche, no tengo ojeras marcando la parte baja de mis ojos.

Es raro que la única noche que he dormido haya sido en la que he dormido pegada a Adam como si fuese una lapa pero, es que él me transmite una tranquilidad fuera de lo normal aunque, teniendo en cuenta las circunstancias de mi vida, nada es normal.

Me siento en la cama y miro mi Instagram mientras espero a Kevin. A las 9 en punto, el timbre suena y me levanto a abrir.

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