CAPITULO 8

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Pestañeo con dificultad hasta que consigo abrir completamente los ojos. Me estiro y veo que Daniel está sentado en mi escritorio observándome con unos tiernos ojos.

- Hola, dormilona – Me dice mientras se acerca a la cama y se sienta a mi lado.

- ¿Cuánto he dormido? ¿por qué no me has despertado?- le digo mientras le doy un pequeño beso en los labios.

- Estabas agotada y necesitabas descansar. – me dice mientras juega con un mechón de mi pelo.

- ¿Qué hora es?- pregunto al darme cuenta de que la luz que se filtraba por la ventana había sido sustituida por la oscura noche.

- Las nueve y media. ¿Te apetece comer algo?

Me doy cuenta de que mi estómago ruge con fuerza. A penas he comido nada estos días y hoy no ha sido una excepción.

- Sí, me muero de hambre – Le digo mientras me pongo en pie y me dirijo al baño para adecentarme un poco.

Consigo arreglarme el nido que llevo por pelo y me cambio rápidamente. Decido ponerme un vestido color blanco de palabra de honor con una pequeña lazada de color violeta en la cintura. Me calzo unas sandalias y cojo el bolso.

- Ya estoy – le digo a Daniel mientras me apoyo en el marco de la puerta. Daniel me mira de arriba abajo, algo que normalmente me habría gustado pero en esta ocasión, por alguna extraña razón, me incomoda. No entiendo que me pasa, de verdad que no. Me moría de ganas de que Daniel viniese a verme, le echaba de menos, y, ahora que está aquí, no paro de sentirme incómoda con el gesto más mínimo. Estoy considerando seriamente que las neuronas me están fallando con tanto estrés.

- ¿qué te apetece comer? – me pregunta mientras me coge de la mano. En cuanto su piel roza la mía, un escalofrío recorre mi espalda. Pero un escalofrío en mal sentido, como si algo malo fuese a pasar. PAULA PARA DE UNA VEZ: le grito a mi cerebro una y otra vez en un en vano intento de relajarme y dejar de decir tonterías.

- ¿qué tal si vamos de tapas? – Le contesto ignorando la incómoda sensación.

- Lo que prefieras.

- Bien, pues vamos a la zona de Plutarco. Me han dicho que hay muchos bares de tapas por allí.

Escuchamos la puerta del apartamento abrirse, lo que hace que me ponga nerviosa rápidamente. Por favor, que no venga Adam con Rocío o ya puestos que no sea el solo ya que tiene la bonita costumbre de pasearse por aquí como si de su propia casa se tratase.

- ¿Hay alguien?- Grita Rocío

- Sí. – contesto demasiado seca para mi gusto

Por una vez, los astros se alinean a mi favor y viene sola cargada con varias bolsas de Zara.

- Vaya, vaya, pero a quién tenemos aquí – dice mientras mira a Daniel de arriba abajo.

La mano de Daniel se tensa sobre la mía, sin yo entender muy bien por qué.

- Soy Rocio, la compañera de Paula. – Dice mientras se acerca y le da dos besos.- Tú debes de ser Daniel, el bombón madrileño.

El apelativo bombón que le puso a mi novio no me gustó ni un pelo. Pero también quién era ella para quejarse y ponerse tiquismiquis cuando había estado a punto de besar al suyo en dos ocasiones y no le había dicho ni media. Ya estoy sudando como un pollo y con la respiración entrecortada al acordarme de como los labios de Adam rozaban mi cuello haciendo que el pelo de la nuca se me erizase. Estoy para que me encierren en la planta de psiquiatría de un hospital y que no me saquen de allí.

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