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–-Wey, wey –-dijo Emilio —weeeey, hazme caso.

—¿Qué chingados quieres, Emilio? —Su hermana rodó los ojos y lo miró después.

—¿Tienes de esa cosa negra que se ponen en las pestañas? Nuevo, de preferencia —el rizado preguntó curioso y de mordió el labio inferior.

—¿Rímel...?

—Sí, eso, como se llame —la chica lo miró confundida, ¿por qué Emilio querría un rímel? —No es para mí, mensa —dijo Emilio al mirar la reacción de su hermana.

Ella se levantó de la silla del comedor y caminó hacia las escaleras, subiéndolas lentamente, su hermano se levantó de igual manera y la siguió por detrás.

—¿Para quién entonces?

Llegaron a la habitación de Romina y ella fue hacia su tocador, abrió el cajón y comenzó a rebuscar entre un montón de cosas que tenía.

—No te informes.

La chica lo miró de la mala manera y cerró el cajón, Emilio lo miró asustado.

—Si no me dices no te doy nada.

El rizado levantó las cejas —Ah, ¿con esas estamos?

—Emilio.

—Ya, wey, tú dámelo, no seas así.

—Sólo dime para quién es —Romina hizo un puchero.

—Es para una persona muy especial, ¿contenta? Ahora... —estiró su mano y la cerró y abrió varias veces.

La chica abrió grande los ojos y su boca.

—¿Es para Joaquín?

—¡Wey, te dije que no te informaras! Vete a la mierda y dame el jodido mirel.

—Es rímel, estúpido.

—Nadie te preguntó.

A Romina no le quedó de otra más que volver abrir el cajón y sacar el producto, que aún seguía en una cajita, nuevo. Emilio sonrió en grande y se acercó a su hermana, tomando rápidamente el rímel.

—Gracias, gracias. Te amo, adiós.

Rápidamente Emilio se dio la vuelta y salió por puerta, dejando a su hermana confundida. Sacó el producto de la caja y lo echó en la bolsa de su sudadera, salió de la casa caminando hacia su auto, entró y sin perder más el tiempo, -porque ya quería ver a su novio- arrancó y comenzó a manejar.

Emilio estaba emocionado. No podía esperar a ver a Joaquín y darle algo que seguramente le encantaría.

Cuando llegó a su casa -después de un camino frustrante- bajó del auto y caminó rápidamente a la puerta color blanca mate que correspondía al hogar de Joaquín. Apretaba con fuerza el rímel, nervioso.

Dio un par de toques a la madera, y suspiró, esperando.

—Emilio.

Joaquín apareció detrás de la puerta, luciendo hermoso, como siempre.

—Bebé, ¿cómo estás, mi amor? —Emilio estaba muy nervioso, pero trataba de disimularlo, trataba.

Joaquín frunció el ceño.

—Bien, Emi —comenzó —¿Qué pasa? ¿Qué tienes?

El menor se acercó a Emilio, mucho. Se paró de puntitas y puso sus pequeñas manos en las mejillas de su novio, éste pasó saliva.

—Eres precioso, ¿lo sabías?

Joaquín soltó un risita tierna, acariciando la piel del rizado.

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora