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–-Así que –-habló Emilio mirando la pequeña bolsa de maquillaje de su novio —¿qué cosa nueva quieres hoy, mi amor?

Joaquín mordió su labio inferior y miró al mayor.

—¿Qué tal sólo los labios? —respondió el menor —Este de aquí —acercó su mano a la bolsa y sacó uno de los labiales que había comprado la otra vez, el color durazno —no me lo he probado.

—¿No? —el rizado preguntó y lo miró —Pues vamos a probártelo entonces, bebé. Se te va a ver bien bonito como tú.

Joaquín sonrió feliz y se sonrojó un poco.

—Bien, toma, ponlo tú —le tendió el labial a su novio e hizo boquita de pato para indicarle a Emilio que podía comenzar a pintar.

—Okay, okay —dijo el mayor y destapó con cuidado el producto, se veía tan liso y suave que creía que por cualquier toque podría dañarse —ven aquí, cariño.

Ambos se sentaron en la cama de Joaquín y Emilio de acercó a éste, tomando con su mano libre su mejilla y acercó la barra del labial a los gruesos labios de su novio. Comenzó a pintar con todo el cuidado que podía tener, quería que le quedara bien, perfecto. Tenía un poco de su lengua afuera, apretándola con sus labios en señal de concentración, estaba realmente atento.

Y Joaquín lo miraba con un brillo en sus ojos.

Lo amaba tanto.

—¿Está quedando bien, amor?

—Eso creo, a ver —se alejó un poco y miró los labios de Joaquín —¿puedes sonreír para pintar esto que falta?

El menor asintió y obedeció.

—¿Así? —preguntó con sus dientes apretados por su sonrisa.

—Justo así, mi amor —dijo Emilio y siguió pintando. —Pero qué hermosa sonrisa tienes, bebé.

Joaquín rió y se movió bajando su mirada cuando sintió calor en sus mejillas.

—¡Joaco! —dijo el mayor también riendo —¡no te muevas, amor!

—Bueno, si dejaras de hacerme sonrojar quizá no lo haga.

—Yo no estoy haciéndote sonrojar, yo sólo te estoy diciendo lo hermoso que eres, si te sonrojas ya no es mi culpa.

—Ah, mira —Joaquín levantó las cejas mirándolo, —¿Y crees que yo controlo mis sonrojos o cómo?

Emilio se quedó en silencio, mirándolo con los ojos entrecerrados. No supo qué contestar, así que sólo se acercó a su novio y juntó sus labios, besándolo. El menor abrió sus ojos en grande antes de cerrarlos y corresponderte al beso con ganas. Hasta que puso una de sus manos en el pecho del rizado y lo alejó, ambos respiraban agitadamente.

—Emi, el labial —dijo entrecortado, mirando los labios de Emilio —te lo llevaste.

El mayor miró los labios de su novio, el labial se notaba menos, pues sí se lo había llevado él.

—Oops.

—Emi —Joaquín formó un puchero con sus labios y lo miró —Ahora vuelve a pintar, pero ya no me beses.

—¿Me estás pidiendo que no te bese? —preguntó y frunció el ceño —¿neta estás pidiéndome eso?

—¡Sí! Porque vas a llevarte el labial, Emilio.

—¡No puedo no besarte! Mis labios y los tuyos no pueden estar separados por tanto tiempo. Fueron hechos para estar juntos, para encajar perfectamente, como nuestras manos, ¿ves? —tomó una de las manos de su novio y las entrelazó —No puedo no besarte. Discúlpeme, pero lo que usted me dice es una cosa bastante complicada, casi imposible de que suceda, ¡no! es imposible.

Joaquín sonrió y apretó su mano que estaba junto a la de Emilio, suspirando.

—Te amo muchísimo, Emi —susurró y aunque quiso evitarlo, sus ojos se humedecieron —me haces tan feliz. Ni siquiera sé cómo agradecértelo.

El rizado frunció el ceño y negó.

—Tú no tienes que agradecer nada, amor, absolutamente nada —se recorrió más en la cama, acercándose a Joaquín, dejó el labial a un lado y tomó su mejilla, mirándolo a los ojos —Con el simple hecho de ser tú me haces el chico más feliz del mundo. Porque me encanta cómo eres, me encanta tu forma de ser, me encanta todo, todo de ti. Y siendo tú mismo es la forma de agradecerme, bebé. Porque así como eres te amo, te amo mucho, mucho.

Joaquín llevó rápidamente una de sus manos a su rostro sonrojado, tapando sus ojos que ya habían comenzado a lagrimar. Sorbió su nariz y luego soltó un pequeño sollozo, sin poder contenerlo.

—Hey, amor, no, mi vida —continuó el mayor cuando notó que lloraba.

Joaquín negó con la cabeza.

—No entiendo.

—¿Qué es lo que no entiendes, cariño?

—Porqué apareciste en mi vida —dijo el menor, quitó su mano de sus ojos y lo miró —porqué eres tan lindo conmigo, porqué me proteges tanto y porqué me amas tanto.

Emilio lo miró con ternura y se acercó aún más, juntando sus frentes. Ambos cerraron sus ojos.

—Porque eres el chico más bonito, mi amor. No sólo físicamente, porque eres precioso, sino tú. Tú eres hermoso, tú sólo haces que mi mundo brille aún más, porque tú eres mi sol, Joaco. Sólo te amo, te amo así, sin más.

Joaquín lloró más, acercándose a Emilio y abrazándolo por el cuello, éste pasó ambos brazos al rededor de la cintura del pequeño, abrazándolo de vuelta, con más fuerzas.

—Te amo, te amo, te amo.

—Yo te amo más, bonito.

Ellos sólo... se amaban.

Ellos simplemente se miraban y sonreían. Sonreían porque se hacían felices.

Tan malditamente felices.

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora