10

8.6K 661 301
                                    

Joaquín se removió y soltó un tierno bostezo. Su espalda estaba pegada al pecho de su novio, estaban abrazados de cucharita y el menor amaba ser la pequeña. Amaba sentirse totalmente protegido por Emilio.

Abrió los ojos totalmente y parpadeó varias veces, acostumbrándose a la luz del sol que entraba con su ventana. Sentía la respiración y en cabello del rizado en su cuello, haciéndole cosquillas.

Sonrió levemente y suspiró.

Habían hecho el amor. Y Joaquín estaba demasiado feliz, porque él amaba hacerlo.

Después de todo no habían hecho nada malo, su madre no tenía por qué molestarse.

–-¿Cómo dormiste, bebé? –-la voz grave y algo ronca de Emilio se escuchó, haciendo suspirar a Joaquín.

—De maravilla —respondió y sonrió levemente —fue una muy buena noche, mi amor.

—¿Sí? —preguntó el rizado y dejó un beso húmedo en el cuello de su novio —¿Salimos hoy?

—Sí, por favor.

Joaquín se volteó quedando frente a Emilio y lo miró a los ojos, sus ojos aún hinchados por el sueño pero que aún así no dejaba de ser hermoso.

—¿Por qué será que tú te ves perfecto de cualquier forma? —preguntó el rizado, mirando con mucho cariño a su pequeño —Quiero decir, de cualquier forma... —comenzó, buscando las palabras —dormido, recién levantado, comiendo, saltando encima de mí-

—¡Emilio! —cubrió su cara con sus manos, se había sonrojado —no digas esas cosas, por dios.

—Eso no decías ayer, mi amor —rió Emilio y acercó a Joaquín a su pecho, abrazándolo con fuerza.

—¡Estoy rojísimo, Emi! Ya basta.

El rizado amaba con todo su corazón a Joaquín. Era como... simplemente no podía no amarlo, era inevitable. El menor sólo con ser él mismo te atrapaba de una manera increíble. Cualquiera que lo mirara y escuchara caería rendido a sus pies, y Joaquín ni siquiera se daba cuenta, él sólo era... él.

Y Emilio estaba tan feliz de tener a su novio, y nunca lo iba a dejar ir, estaba seguro de ello.

—Ven, vamos a bañarnos mejor.

Joaquín quitó sus manos de su rostro ya más calmado y lo miró.

—Está bien.

Después de lavarse los dientes se metieron a la regadera y ambos se ducharon entre besos y algunas cuantas caricias suaves.

Salieron con toallas alrededor de sus cuerpos y ya en la habitación comenzaron a ponerse sus prendas.

—¿Me dejas maquillarte de nuevo, amor? —habló el mayor cuando terminó de colocarse su playera, mirando cómo Joaquín peinaba sus rizos.

—¿Y salir así? —preguntó mirándolo con el ceño fruncido —no estoy se-

—¿O qué tal algo? —interrumpió Emilio acercándose a su novio —hoy te hago algo, lo que quieras. Tus pestañas, tus labios, tus ojos, lo que quieras y tú haces lo mismo conmigo, y así salimos —comenzó a explicar, —y luego otro día hacemos lo mismo pero con algo más, como... agregando algo más cada día, ¿qué dices?

Joaquín lo pensó, quizá no se notaría mucho y era buena idea.

—Nadie va a notarlo, mi amor —siguió hablando Emilio —y si lo hacen que les valga verga.

El menor sonrió y se puso de puntitas, abrazando fuertemente a su novio. Éste lo abrazó de vuelta con sus brazos alrededor de su cintura.

—Está bien.

Así que ambos se sentaron en la cama ya tendida y comenzaron a hacer arte en el rostro del otro. Joaquín eligió sólo las pestañas, rizarlas y un poco de rímel, no quería llamar mucho la atención, aunque tenía muchas ganas de usar el delineador, quizá sería para el otro día. Emilio eligió lo mismo, las pestañas.

Bajaron a la cocina donde de encontraba Elizabeth y Renata ya desayunando.

—Hola, suegra. Hola Ren —saludó Emilio cuando entró de la mano de Joaquín.

La chica correspondió el saludo, sin embargo, su madre no.

—Mamá, buenos días —dijo Joaquín confundido.

Siguió sin responder.

Los tres jóvenes se miraron entre sí frunciendo el ceño, Elizabeth sólo seguía picando verduras, ignorándolos.

—Ma-

—Nada, Joaquín, nada —dijo la mujer mirándolos con expresión molesta.

Ellos no entendían.

—Mami, ¿estás enojada?

—¿Que si estoy enojada, Joaquín? —respondió sarcástica.

Seguían sin entender.

—Sí, mamá.

—¿Por qué cerraron la puerta?

Ambos chicos abrieron más grande sus ojos y pasaron saliva.

—Mamá-

—No, Joaquín, nada. Yo les dije perfectamente que dejaran la puerta abierta.

—Ma, estaba haciendo mucho frío, y entraba mucho aire, por eso la cerramos —respondió Joaquín tratando de esconder sus nervios mirándola naturalmente.

Elizabeth los miró como de ajá.

Liz, es la verdad —dijo ahora Emilio, acercándose —neta que sí, no hicimos nada malo.

Ambos sabían actuar muy bien.

La mujer los miró con los ojos entrecerrados y suspiró.

—¿A dónde van a ir? —cambió de tema regresando a hacer lo que estaba haciendo.

Emilio y Joaquín se miraron con alivio.

—No sé, quizás a la plaza —contestó el rizado —a pasear, ¿quieres que te traigamos algo?

—No, muchas gracias, Emilio.

Así que ellos se sentaron a desayunar en la barra y comenzaron a conversar con Renata de cualquier cosa.

Después de unos largos minutos más se levantaron y se despidieron, saliendo de la casa felices y con sus manos entrelazadas, encaminándose a la plaza.

Y aunque Joaquín estaba algo nervioso estaba contento y seguro, porque Emilio lo apoyaba, porque él sólo lo amaba.

Y Joaquín era el chico más feliz de todos.

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora