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–-¿Q-Qué te dijo mi mamá?

Un Joaquín muy preocupado preguntó a su novio cuando éste abrió la puerta de su habitación y entró.

Emilio sólo abrió sus brazos y el menor se puso entre ellos rápidamente, abrazándolo con fuerza.

—Sólo una pequeña plática, ya sabes —susurró y llevó su nariz al cabello de su novio, inhalando el suave olor que este tenía: durazno.

—¿Una plática cómo?

Emilio se alejó sin dejar de abrazar a Joaquín y lo miró, éste hizo lo mismo.

—En conclusión me dijo que estaba todo bien, que te cuidara y que nos protegiéramos, ya sabes.

—Dios —dijo el menor y llevó una de sus manos a su rostro, cubriéndolo con vergüenza —Ay, Emilio.

—Y dijo que dejáramos la puerta abierta, que para que no hiciéramos nada malo —continuó el rizado mirando con ternura a su pequeño.

—¿Desde cuándo... —comenzó a decir Joaquín, juntando su frente con la de Emilio, mirándolo y frunciendo el ceño —¿Desde cuándo hacer el amor es algo malo, Emilio?

El rizado suspiró.

No lo sabía. Porque en realidad no era algo malo, porque hacer el amor era algo mágico, y un acto precioso. Un momento en el que dos almas se fusionan y hacen algo increíble. ¿Por qué las personas se referían a eso como algo malo? No lo entendían.

El mayor sonrió triste y se encogió de hombros.

—No lo sé, bebé, creeme que no sé, es... —trató de buscar palabras, fallando —No sé, la sociedad a veces es... —volvió a suspirar —rara.

—¿Por qué? —preguntó y llevó sus manos al pecho de Emilio, acariciándolo —¿Por qué son así? —hizo un puchero.

Joaquín recordó aquel día del súper mercado, a aquel chico desconocido que se burló él y lo había insultado. Recordó hace unos meses cuando Renata le había pedido que le guardara su cosmetiquera en su mochila, y cuando su tío la vio en ella, comenzó a decirle infinidad de palabras ofensivas, sin dejarle tiempo de aclarar nada, y él se había sentido muy mal, pero se calló.

¿Por qué la sociedad era así? ¿Por qué las personas te miraban como si fueras de otro mundo cuando sólo estás siendo tú mismo? ¿Por qué quieren que todos sean iguales? ¿Por qué no aceptan lo diferente? ¿Por qué...? ¿Por qué no te dejaban ser tú?

—Bebé.

Joaquín salió de sus pensamientos cuando escuchó a Emilio y lo miró, sus frentes seguían juntas.

—Mande.

—Te amo.

El menor sonrió y sus mejillas se coloraron.

—También te amo, un montón.

—¿Me concedería colocar mis labios sobre los suyos y comenzar una danza con ellos, su majestad? —preguntó Emilio con un tono formal.

Joaquín comenzó a reír —¡Emilio! — después detuvo sus carcajadas, carraspeó y se puso serio, —Usted haga lo que le apetezca con mis labios, señor.

Así sin esperar un segundo más, el rizado llevó ambas manos a las mejillas de su novio, acercándolo rápidamente y besándolo con fuerza, Joaquín no perdió tiempo tampoco y le correspondió de la misma manera, abriendo sus labios y atrapando entre ellos el labio inferior del otro, lamiéndolo y mordiéndolo a su gusto, con ganas.

Emilio amaba cuando Joaquín tomaba el control.

Pero también amaba cuando él mismo lo tomaba, así que cambió la jugada y atacó con más fuerza los labios del contrario, logrando sacar un leve gemido de parte de Joaquín.

Amaban tanto besarse, joder.

Pero, un beso siempre termina.

—¿Que no se cansan de transferirse babas?

La voz de Renata los hizo separase con un chasquido de labios, Emilio miró hacia atrás encontrándose con su querida cuñada.

—¿Y tú no te cansas de interrumpirnos? Por el amor de dios.

La menor sólo lo miró mal y sacó su lengua, mostrándosela y yéndose enseguida.

—¡Infantil! —el rizado logró gritarle después, aunque ella ya no respondió.

—Emi, ya.

Emilio miró de nuevo a Joaquín e hizo un puchero con sus rojos e hinchados labios —Ella empezó —dijo frunciendo el ceño.

El menor resopló y rodó los ojos, pero mantenía una sonrisa en su boca.

—Mejor ven, que quiero empezar mi obra de arte —así que caminaron hasta la cama y Joaquín sentó a Emilio, éste no quitaba su sonrisa del rostro. —Espérame aquí, voy por las cosas.

Emilio ni siquiera tenía palabras para describir lo hermoso que era su pequeño. Siempre estaba consciente de que Joaquín era lo más bonito de la Tierra, pero a veces simplemente superaba el nivel de belleza de siempre, y Emilio no sabía cómo describirlo, porque las palabras bonito, precioso, hermoso, o alguna otra así le quedaban lejísimos. Joaquín superaba todas esas definiciones.

Era sólo... una obra de arte.

Cuando el menor llegó hizo que Emilio se sentara en la cama recorriéndose hasta casi las almohadas, Joaquín se subió también con una bolsa pequeña en una de sus manos y se colocó encima del rizado, en su regazo, éste puso sus manos en la cintura de su novio y lo recorrió más hacia él, sosteniéndolo.

Joaquín deslizó el cierre de la bolsa y de ella sacó un rizador de pestañas y luego la dejó a un lado.

—Mira, Emi. —dijo y Joaquín y continuó —Hay una forma de rizar las pestañas para que realmente queden rizadas y no como rectas, ¿okay? y te voy a decir para que después tú lo hagas conmigo.

Emilio lo miraba embelesado, simplemente mirando cómo su pequeño hablaba tan bonito y tan feliz.

Hasta que vio como Joaquín acercaba el rizador a su ojo y rápidamente abrió en grande sus ojos haciéndose para atrás, asustado.

—¡¿Qué haces?! —gritó —Dios, no, que puto miedo, no.

Joaquín frunció su ceño y se formó un puchero en sus labios.

—Voy a rizarte las pestañas, amor.

—¿Y eso...? ¿Eso tienes que ponerlo en mi ojo?

—Pues tus pestañas están en tu ojo, ¿no? —le preguntó el menor obvio.

Emilio se quedó callado por unos segundos, captando.

—Bueno... sí, tienes razón, pero, quiero decir... ¿duele?

—¿Por qué dolería? —Joaquín miró confundido a su novio.

—No sé. —respondió —Bueno, continúa, pero con cuidado.

—¿No confías en mí? —preguntó el menor y se acercó al rostro de Emilio, juntando sus frentes —¿Mmh?

El rizado dejó un pequeño beso en los labios de Joaquín, suspirando después.

—Eres la persona a la que más confianza le tengo, amor. Literalmente.

—Te amo.

—Yo más, así que vamos, comienza, prometo tratar de no llorar.

—¡No seas exagerado, Emi! —rió Joaquín.

Así que de nuevo acercó el rizador al ojo de su novio.

—Mira, amor —comenzó a decir el menor —Primero tienes que rizar las pestañas desde casi la raíz de ellas, así —hizo lo que dijo y rizó. —Luego lo tienes que pasar más en medio y rizar de nuevo, pero no aprietes tanto, sólo poquitito.

Emilio seguía asustado, pero realmente confiaba en su pequeño novio.

—Entiendo.

Joaquín pasó al otro ojo cuando terminó e hizo lo mismo con él.

Y prosiguió sacando también el delineador, el rímel, y un poco de iluminador y blush.

Apenas comenzaba.

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora