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–-Tengo mucho frío, Emi.

Ambos estaban en la cama del menor, éste estaba recostado en el pecho de su novio. Las luces de navidad que Joaquín tenía en su pared estaban apagadas y la única luz que tenían era la de la luna que podría verse a través de un espacio de la ventana que la cortina dejaba sin cubrir.

–-Ven, acércate más, precioso.

El menor lo hizo, se acurrucó más al rizado y lo abrazó.

—Mejor caliéntame.

Emilio se sonrojó, pero nadie vio eso.

—Joaquín, basta, amor.

—¿Yo qué? ¿En qué estás pensando?

Aunque Joaquín sí lo decía de otra forma, pero también nadie lo sabría.

—No estés con tus provocaciones, Joaquín...

El menor se removió en sus brazos y levantó su vista, mirándolo ofendido.

—¿Yo? —preguntó —Claro que no.

El rizado rió y negó con la cabeza, amaba a su pequeño, definitivamente lo amaba con todo su corazón.

—Te amo, Joaco.

El menor sonrió en grande.

—Yo te amo más, mucho más.

Volvió a recostarse en su novio y suspiró, recordando.

Sabía que tenía que decirle a Emilio sobre lo que había pasado en el súper el otro día, y no sólo tenía, sino que en realidad quería decirle.

—Umh, oye, Emi.

—¿Mande, precioso?

Suspiró y comenzó a acariciar con sus deditos el pecho desnudo de Emilio.

—¿Te acuerdas cuando fuiste por mí al súper?

—Por supuesto que me acuerdo, bebé, ¿por qué? —reforzó su agarre en los hombros de Joaquín —¿Qué pasó?

—Cuando estaba en los labiales un chico se me acercó y-

—Dime quién es y voy a partirle su puta madre.

—¡Emilio! —se enderezó de nuevo y miró al rizado que lo miraba con el ceño fruncido —Ni siquiera me dejaste terminar, amor.

—Bueno, es obvio que no hizo algo bueno, si te coqueteó es malo, si te ofendió es malo, si-

—Emilio, déjame terminar.

—De acuerdo, continúa.

Joaquín de acomodó de regreso en el pecho de su novio y suspiró.

—Él me llamó marica, o iba a hacerlo —soltó susurrando y sintió cómo Emilio se tensaba —y luego me dijo que era anormal que un chico se maquillara e iba a tocar mi cara pero lo alejé.

¿Alguna vez han sentido tanta rabia en su ser que tienen unas ganas tremendas de buscar al culpable y golpearlo una y otra vez?

Eso le sucedía a Emilio.

Justo ahora.

Aunque no decía mi una palabra, en su mente definitivamente ya estaba delante del chico y lo golpeaba muchas muchas veces.

—¿Emi? —preguntó nervioso el menor subiendo su mirada para ver a Emilio que tenía su mandíbula apretada y sus cejas fruncidas —Hey, pero estoy bien, Emilio. No dejé que me afectara.

—Quiero golpearlo —soltó con enojo —voy a golpearlo.

Joaquín frunció el ceño e hizo un puchero con sus labios —Emi, no.

El rizado lo miró como de ¿qué estás diciendo? y negó con la cabeza.

—¿Crees que voy a quedarme con los brazos cruzados sabiendo que ofendieron a mi bebé? —preguntó y continuó —¿Un pendejo de mente cerrada que se mete en donde no lo llaman? Olvídalo, tengo que hacer algo.

Y estaba apunto de levantarse pero Joaquín lo tomó del brazo y lo haló había él, deteniéndolo.

—¿Qué haces? —le preguntó confundido —¿Qué se supone que puedes hacer a las doce de la noche sin siquiera saber quién fue, Emilio?

—¡No sé! —se recostó de nuevo y se puso de lado para estar frente a frente con su novio que lo miraba —No sé, pero estoy enojado, estoy molesto, estoy con una rabia, Joaquín, que ni siquiera puedes imaginarte.

El menor se quedó callado y siguió mirándolo.

—Todo es una mierda —Emilio continuó diciendo, se puso boca arriba y llevo uno de sus brazos tapando sus ojos, suspirando —la gente es una mierda, los odio a todos, puta madre.

Joaquín pasó saliva y mordió su labio inferior. Siguió sin decir nada, no sabía qué.

—Menos a ti —susurró el rizado —a ti te amo con todo mi corazón y lo que menos quiero, joder, es que te ofendan por ser tú, sólo tú.

Joaquín no quería llorar pero sus ojos ya lagrimeaban.

—Son unos pendejos todos, maldita sea, ¿por qué no pueden sólo cerrar su puta boca?

—Emilio —dijo Joaquín y sollozó.

Al escuchar su sollozo rápidamente Emilio quitó su brazo de su cara y volteó había su novio, éste ya tenía sus dos manitas en su rostro.

—No, no, mi vida, no llores, precioso —se acercó y lo envolvió en sus brazos, sosteniéndolo —Bebé, no llores, perdón.

El menor seguía sollozando sin
quitar sus manos de su rostro.

—Hey, pequeño, mírame.

—N-No —dijo Joaquín y sorbió su nariz.

—Hey —volvió a decir el rizado y trató de quitar las manos de su novio —Joaquín.

El menor las quitó rápidamente y lo miró frunciendo el ceño —Mande.

—No llores, me duele cuando lo haces.

—Emilio —dijo y se sentó, siendo copiado por el rizado, —es que, estoy triste.

—¿Por qué estás triste?

—Porque tienes razón —soltó desanimado e hizo un puchero —Todos son unos tontos.

—¿Me prometes que si algún día salimos y ves al pendejo que te dijo eso me vas a decir para partirle su madre?

Joaquín lo miró y suspiró —De acuerdo.

—No escuché el te lo prometo.

¡Emi!

—Ven aquí.

Joaquín obedeció y se sentó en el regazo de su novio, tomándolo del cuello, éste lo tomó de su pequeña cintura.

—No quiero que te metas en peleas, mucho menos que salgas lastimado, Emilio.

—¿Quién dijo que yo saldría lastimado? Soy buenísimo en las peleas, siempre gano.

—¡Emilio!

—Ya. Pero sí me vas a decir, ¿verdad?

Joaquín asintió y se acercó a besarlo para callarlo.

Sus labios eran los mejores del mundo, estaba seguro, muy muy seguro. Al besarlos se sentía maravillosamente bien. Cuando tomaban los labios del otro, cuando los mordían, cuando los lamían a su antojo.

Eran ellos. Besándose como si no hubiera un mañana.







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gracias por las seis mil lecturas y los mil votos, me hacen muy muy feliz, gracias !!!❣️

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora