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–-Mami, por favor.

Joaquín rogaba a su madre que se encontraba sentada en el sillón individual mirando su telenovela en la pantalla pegada en la pared.

—Mamá.

Seguía diciendo el menor, siendo ignorando por la mujer.

—Mamáaaaaaa.

—Joaquín, ya basta, hijo.

—¿Pero por qué no me dejas? —preguntó haciendo un puchero.

—Porque no.

Joaquín quedó perplejo.

—Bueno, esa es una buena razón.

—Joaco.

—¿Por qué no me dejas hacer una pijamada con Emilio?

—¿Cómo crees que voy a dejar que Emilio y tú anden solos en tu habitación? —le preguntó mirándolo —no y no.

—Mamá, ¿pero qué tiene de malo?

—Joaquín, por Dios —le dijo con tono de obviedad, el menor levantó sus cejas en señal de que no sabía de lo que hablaba —Emilio y tú son novios, y están en plena adolescencia, hijo, y no pienso dejarlos solos, menos en su habitación, donde hay una cama.

Joaquín se sonrojó en sobremanera.

—¡Mamá!

—No, Joaquín, no.

—No vamos a hacer nada malo.

Su madre lo miró con cara de Ay, ajá.

—Que no, hijo, no y punto.

Joaquín se enojó.

—Tampoco es como si tuviéramos sexo todo el tiempo, mamá.

El menor abrió grande los ojos, al igual que su madre que lo miró inmediatamente con su boca un poco abierta también.

No debió haber dicho eso, definitivamente no debió hacerlo.

—¿Cómo que "todo el tiempo", Joaquín? —le preguntó molesta a su hijo —¿o sea que sí...?

—¡No! —Joaquín gritó levantándose del sillón y colocándose detrás de éste, protegiéndose —¡No quise decir eso!

—¿Ah, no?

—No, mamá, yo- quiero decir que y-yo no quise decir eso porque, osea, ¡mamá, no me mires así!

—¿Es que cómo quieres que te mire? Prácticamente me dijiste que tienes sexo con Emilio, ¿cómo quieres que reaccione, Joaquín?

El menor pasó saliva y se mordió su labio inferior.

—N-No sé, mamá, yo- se supone que no ibas a saber eso.

—O sea que no me lo ibas a decir.

—¡No! Digo, ¡sí!, digo... —no supo qué más decir, sólo, quería que la tierra lo tragara y lo mandara a la casa de Emilio —no sé, mami, perdón.

Elizabeth suspiró y llevó una de sus manos a su frente. Su hijo ya no era un bebé inocente, su hijo realmente ya... dios, ¿en qué momento había pasado tanto?

—Quiero hablar con Emilio.

—Ma-

—Que venga a la pijamada, está bien, pero quiero hablar con él.

Joaquín se rindió.

Subió corriendo a su habitación y se quedó parado viendo a la nada.

—La cagué —se susurró.

Tomó su celular y se fue a contactos para llamar a su novio, lo hizo y a los segundos contestó.

—Hola, bebé hermoso.

El menor sonrió sin evitarlo.

—Hola, Emi.

—¿A qué se debe el honor de tu llamada y de escuchar tu preciosa voz, mi amor?

Joaquín estaba sonrojado, muy.

—¿Quieres venir a pasar la noche aquí?

—Me encantaría pasar la noche contigo, Joaco, claro que sí.

Joaquín borró su sonrisa recordando que su madre quería hablar con su novio, joder, de tan sólo pensar lo que le diría le daba una pena horrible, sería mejor avisarle a Emilio la metida de pata que cometió.

—E-Emilio.

—¿Qué pasó? —le preguntó preocupado —cambiaste tu tono.

Lo conocía tan bien.

—Mamá quiere hablar contigo.

—Ora, ¿por qué? ¿qué hice? Qué miedo.

—Se me salió decirle algo chiquito. Algo sin importancia, de hecho —mintió Joaquín, mordiendo su labio.

Por otro lado, Emilio estaba en su cama sentado, frunciendo el ceño confundido.

—¿Qué...? ¿Qué le dijiste?

El menor tardó unos segundos en contestar.

—¿Recuerdas cuando... cuando tus padres no estaban en casa y tú decoraste muy bonito tu habitación y-

Emilio abrió grande los ojos.

—Joder, ella... —se calló, analizando un poco más las cosas —Maldición, maldición, maldición, ¿ella ya sabe...? joder, no puede ser, ya valí verga.

—¡Emilio!

—No, no, es que no, Joaquín, ¿qué me va a decir? —se levantó de la cama y comenzó a caminar de un lado a otro —¿Qué tal si hace que termine contigo? ¿qué tal si me prohíbe acercarme a ti? ¿qué tal si-

—¡Emilio, cállate porque me pones nervioso!

—Es que- —suspiró y volvió a sentarse —no quiero que me aleje de ti.

—Emi, relájate, no va a hacer eso —trató de darle ánimos a su novio —Mejor no pienses en eso y vente ¿sí? Quiero- ya sabes, yo quería, umh...

El rizado frunció el ceño.

—¿Qué?

—Es que no sé si quieras.

—Si no me dices no lo sabrás.

Silencio.

—¿Mi am-

—Maquillarte —soltó Joaquín —quería maquillarte.

Una sonrisa comenzó a formarse en los labios de Emilio.

—A mí me encantaría que lo hicieras, bebé.

—¿Sí?

Emilio murió de ternura.

—Sí, te lo prometo, mi amor.

Así que después de unas palabras empalagosas más, el rizado colgó y comenzó a echar su pijama y un cambio de ropa más en su mochila, junto con su cepillo de dientes y un par de tenis.

Bajó las escaleras con su mochila en la espalda y se encontró con su hermana leyendo un libro en el sillón.

—Oye, wey —le habló y ella sólo dijo un mmhVoy a ir a la casa de Joaquín.

Ella repitió el mmh.

—Okay —susurró y caminó a la puerta —Hasta mañana.

Romina quitó su mirada del libro y lo miró frunciendo el ceño.

—¿Mañana?

—¿Ahora sí me haces caso?

—Agh, ya vete, entonces.

—Voy a quedarme a dormir.

La mayor levantó ambas cejas y formó una sonrisa pícara.

—Espero que hayas llevado... ya sabes.

—Wey, vete a la chingada, que te valga verga.

Así que se dio la vuelta y salió con sus mejillas sonrojadas.

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora