28

3.9K 494 497
                                    

Joaquín miraba la pequeña brocha del esmalte morado que había comprado.

La miraba con un brillo en sus ojitos, la miraba mientras tenía una sonrisa preciosa en su rostro.

Y estaba tan feliz.

Emilio había acordado ir a su casa después de que hubiera terminado con su ensayo de Autoconocimiento, ya que decía que si intentaba hacerlo en casa de su novio, simplemente no podría concentrarse.

–-Traételo y aquí lo haces, mi amor.

El rizado entrecerró sus ojos y se acercó.

–-Tú crees que me haces menso pero no creas que voy a caer, Joaquín —susurró y llevó ambas manos a la cintura de su niño.

—Yo no estaba haciendo nada, sólo decía —dijo inocentemente el menor, subiendo sus pequeñas manos a las mejillas de su novio, mirándolo a los ojos.

—Ajá —expresó Emilio, apretándolo más a él —si aquí lo traería para hacerlo, ¿sabes qué pasaría? haría todo menos el ensayo, porque tú —llevó su dedo índice a la punta de su pequeña nariz, señalándolo —cosita preciosa, me distraes con sólo respirar. Te miro y mis manos quieren abrazarte y acercarte a mí, envolverte con mis brazos y nunca soltarte. Así que no, ni creas que haré tarea en tu casa, mucho menos en tu cuarto, mh.

Joaquín sonrió con ganas y dio un pequeño salto hasta rodear con sus piernas las caderas de su novio y abrazándolo del cuello.

El rizado sólo sostuvo los muslos del menor para que no cayera. Respiró el aroma que soltaba el cabellito de Joaquín y luego dejó un pequeño beso en su sien, susurrándole un "te amo", recibiendo la misma respuesta.

Y así es como el menor esperaba a que Emilio llegara para que lo ayudara a pintar sus uñas.

Él comenzaría a pintar las de su mano izquierda, pero necesitaba a su novio para que lo ayudara con su mano derecha, ya que sabría que se pintaría los dedos y haría un total desastre.

Así que, con un suspiro, volvió a meter la brochita al frasco de esmalte y la volvió a sacar, llevándolo a su uña del pulgar y pasándola suavemente, intentando controlar el temblor en su mano. Terminó y se alejó, mirando.

—Okay, —susurró inaudible sólo para él —no me manché mi dedo, eso es una buena señal, creo.

Así que continuó.

Estaba por pintar la uña del dedo anular cuando la puerta de su habitación se abrió del golpe y entró sin más Emilio.

—Hola, corazón.

Joaquín abrió los ojos en grande y lo miró, asustado.

—¿Por qué siempre tienes que asustarme, Emilio?

El rizado formó un puchero en sus labios y caminó hacia su pequeño.

—Perdón, —susurró, se acercó y se sentó a lado de Joaquín, dejando un beso en sus labios, mordiéndolos suavemente y siendo, obviamente, correspondido —¿qué hacías? —preguntó cuando se separó y bajó su mirada hacia las manitas de su novio, mirando que su dedo anular estaba manchado de esmalte morado —¿te moví?

Joaquín miró hacia abajo y luego volvió a subir su mirada, fulminando al mayor con ésta.

—No, ¿cómo crees?

—Noto tu sarcasmo, amor —habló Emilio.

El menor rodó los ojos pero aún así sonrió, acercándose a besar de nuevo a su novio.

makeup [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora