Capítulo 34

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Narra Mimi


Desperté sin saber que hora era, pero sabía que era demasiado temprano porque la luz que entraba entre las cortinas era bastante tenue.

Me relajaba ver la poca luz que entraba e iluminaba las blancas paredes de la habitación de Ana, dándoles un color un poco turquesa.

Ana estaba durmiendo plácidamente con su rostro escondido en mi cuello. Podía sentir sus suaves respiraciones sobre esa delicada zona. Me provocaba escalofríos. Me sentía en paz con ella entre mis brazos, completa. Como si hubiera encontrado mi otra mitad y ya no me faltara nada.

Había ansiado tanto tiempo estar con ella de nuevo, y ahora que lo hacia, no quería despegarme por nada del mundo de mi princesa.

Recordé el impulso que recorrió mi cuerpo cuando la vi en peligro ayer por la noche. Mi necesidad de mantenerla a salvo. La adrenalina y el coraje recorrieron mi cuerpo y en menos de 3 segundos ya estaba amenazando al hombre con el bate.

Luego de que me contara cómo había llegado a esa situación me sentí más frustrada, por no saber como ayudarla y por no haber estado ahí para ella cuando pasó por todas esas horribles situaciones.

Me sentía mal por Ana. Lo que menos quería era que ella fuera infeliz, pero no sabía como desenredar su vida. De todas formas no me alejaría de ella por más complicado que las cosas se pusieran. Estaría ahí para ella incondicionalmente e intentaría ayudarla en lo que pudiera.

Como por las siguientes 2 horas lo único que hice fue disfrutar de tener a Ana abrazándome y aspirando su delicioso aroma, acariciando su espalda y masajeando su nuca relajadamente. Ella de vez en cuando murmuraba algo inaudible y se apegaba más a mi.

Cada vez que hacia el ademán de alejarme de su cuerpo para ir al baño porque estaba que me meaba, ella se aferraba a mi cintura y hacia un puchero adorable frunciendo sus cejas ligeramente y murmurando un ''no... no... nooo'' adorable y un tanto desesperado. Que cosa más tierna. Todo esto aún estando dormida. Sabía que inconsciente temía que me fuera y no volviera.

Al cabo de un par más de intentos logré salir de la cama. No es que quisiera alejarme de ella, es sólo que mis necesidades básicas necesitaban con urgencia ser atendidas. Por mi yo me quedaría con ella en esa cama por el resto de mi vida.

Me dirigí al baño luego de recorrer su pequeño apartamento en busca de este. Estaba al lado de la cocina. Era pequeñísimo y me apenaba que Ana tuviera que vivir en este lugar tan reducido y precario.

Quería... no, necesitaba sacarla de aquí. Pero no sabía cómo lograr eso.

Luego de desocupar el baño, me dirigí a la cocina ya que mi estómago rugía pidiendo atención. Preparé café con leche para ambas y tostadas con mantequilla y rodajas de plátano para ella. Tenía varios porque los amaba así que pensé que el detalle de agregar plátanos le encantaría.

Puse todo en una bandeja y me fui a su habitación cuando ya todo estaba listo.

Abrí la puerta con mi pie con cuidado de no caer. Lo primero que vi, fue a una Ana llorando sentada sobre la cama, con la espalda apoyada en el respaldo de la cama y sus rodillas pegadas al pecho y manos en su cara.

Demonios... ¿qué había pasado?

Rápidamente dejé la bandeja a un lado en su mesita de noche y me senté a su lado pasando mi brazo por su espalda. Ella pegó un salto y levantó su cabeza, mirándome sorprendida y aturdida.

—¿Ana, qué ocurre? —Pregunté algo asustada. No sabía que pasaba en su cabecita.

—Yo... yo pensé que... ¿eres real? —Preguntó como borracha. Me hacía gracia que estuviera tan confundida. Tocaba mi cara con ambas manos y apretaba mis mejillas estirándolas y luego achatándolas.

La mamá de mi mejor amiga (Warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora