Capítulo 14

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Narra Ana


Desperté con el horrible sonido de mi alarma. Apenas había logrado dormir 4 horas por lo que estaba muy exhausta. Pero es que quién me mandaba a mi componer una canción a las 1 de la madrugada. Ahora debía asumir las consecuencias.

Miguel y yo, ambos entrábamos a las 8 a nuestros trabajos. Él era el encargado de marketing de una empresa internacional que vendía seguros de vida, bastante aburrido a decir verdad, mientras que yo era la secretaria del director de una empresa telefónica. Más aburrido todavía. Ambos teníamos puestos muy bien pagados pero nos aburríamos como la mierda en nuestros trabajos y era algo que pensábamos cambiar constantemente pero el dinero siempre nos pesaba más.


Bajamos a desayunar y después de unos minutos llegó Aitana a acompañarnos. Los tres terminamos de comer en familia y después de otro par de minutos más en lo que terminábamos de prepararnos, salimos de la casa. Hoy era mi turno de dejar a nuestra hija en la escuela por lo que nos despedimos en el garaje y luego tomamos caminos distintos. Aitana tenía su coche propio pero estaba castigada así que no tenía permitido utilizarlo. Hace unos días había descubierto que por las mañanas se escapaba de clases con Mimi y se iban a otros lados de vez en cuando. Me enojé mucho con ambas por haber abusado de mi confianza.

Luego de una media hora de tráfico, logré dejarla en el aparcamiento de su escuela. Salí del coche con ella. Se despidió con un beso en la mejilla y se fue corriendo hasta la entrada porque iba un poco tarde.

Casi fallecí cuando vi que se acercaba a Mimi, la cual la esperaba a un costado de la puerta de entrada. Nunca antes la había visto con su uniforme escolar puesto. Llevaba la típica blusa blanca con un par de botones desabrochados, las mangas dobladas hasta sus codos y la corbata alrededor de su cuello pero mal puesta y suelta. Los pechos se le veían asombrosos con esa blusa. Esta estaba metida dentro de su falda que estaba segura era más corta de lo permitido. Su cabello estaba atado en una coleta alta y algunos mechones rebeldes caían sobre su rostro contorneándolo de manera perfecta, sus ojos estaban delineados haciendo que se destacara más su hermoso color verde. Era la imagen más erótica que había visto en toda mi vida. Juro por dios que mis rodillas flaquearon y de inmediato sentí mis pezones endurecerse y mi centro palpitar. Esta niña sería la causa de mi muerte. Quería arrancarle toda la ropa ahí mismo.

A la distancia me saludó con la mano y yo le correspondí el saludo con una sonrisa de boba monumental. Vi como ambas se volteaban y entraban al establecimiento. No pude evitar ver el meneo de sus caderas y el vaivén de su falda al caminar. Su trasero se veía tan... apetecible.

Me la quería comer ahí mismo. Cómo era posible que fuera tan sexy, era como la fantasía sexual de cualquiera.

Detuve mis pensamientos cuando me empecé a calentar. Tomé un par de respiraciones para calmarme y me subí de nuevo al coche. Si no me apuraba llegaría tarde y no quería que me regañara el viejo decrépito de mi jefe que para mi mala suerte, era el director y dueño de toda la maldita empresa.

Durante todo el camino no pude sacar de mi cabeza la imagen de Mimi y sus hermosas piernas con esa falda tan corta. Movía mis piernas con incomodidad mientras iba conduciendo. Me había dejado bastante excitada. Nunca la había visto con su uniforme escolar antes.

Luego de un par de minutos conduciendo como desquiciada logré llegar a tiempo a la oficina.

Al entrar saludé a mis compañeros y de inmediato me dirigí a mi espacio de trabajo, una oficina que se encontraba contigua a la de mi jefe.

Me instalé y a los pocos minutos lo vi llegar. El señor Zammicheli era un italiano canoso, arrugado y de estatura promedio. Era tan descarado. Ese día llevaba un traje oscuro y una corbata amarilla chillona, y como siempre, llevaba su maletín negro en la mano, como todo empresario promedio.

La mamá de mi mejor amiga (Warmi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora