Capítulo 14: El yo de la última vez

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Cuando subió al barco, ayudado por varios soldados ante su debilidad, le pareció una eternidad el sonido de la bocina, la cual anunciaba el inicio de la travesía. Puede que fuese a causa de la fiebre, pero entre los soldados que estaban en puerto, uno de ellos le resultó muy familiar… Demasiado familiar para que estuviese allí…

El mareo no le permitió seguir observando el gentío y marchó a sentarse.

A diferencia de cuando marchó la primera vez, ahora no tenía fuerzas ni para abrir la novela que tanto le gustaba. Había perdido la afición por ese autor. Había perdido cualquier sueño, cualquier esperanza… ¿Quién le estaría esperando? Pensó en Shizuka, regañándolo por haber ido o por ser un cabezón… Ocho meses habían pasado… ¿Quién se acordaría del extraño médico Mori Ōgai? Para muchos de ellos, él ya estaría muerto…

El mismo marine de la última vez pasó a su lado. No necesitó hablar con él. La mirada perdida del médico le dijo todo.

—Es una pena… Me hubiese gustado hablar con tu yo de la última vez.

Razón no le faltaba. Aquel Mori ya no era el mismo Mori que se sentó en ese mismo asiento a leer su novela, ya no era aquel Mori que se veía como un dios en aquel campo de batalla, ya no era aquel Mori que valoraba la vida humana…

Ni siquiera el propio Mori sabía quién era él mismo.

Su regreso se lo imaginó como el regreso del hijo pródigo a casa de su padre. Al bajar del barco, tambaleándose, no había nadie que le diese un abrazo o le ayudase con la maleta como los demás soldados que iban con él. De todas formas, ¿quién le esperaría? Sus padres estaban en Alemania y no vivía con nadie en su piso (si es que seguía teniendo su piso, ya que no había pagado el alquiler durante los meses que ha estado ausente)...

“¿Y estás contento?”

La pregunta que le hizo Shizuka cuando le preguntó si estaba feliz viviendo solo resonó en su cabeza…

—Claro que no.

¿Adónde iría ahora? No tenía casa, ni familiares… Sus compañeros habrían rehecho sus vidas sin él… Ya no tenía a dónde ir… Con un poco de suerte, podría volver a subirle la fiebre y que le internasen en el hospital (para disgusto del director). Seguro que él sí que se acordaba de aquel muchacho sabiondo venido de Alemania… Qué gracia. Que te recuerden solo por el odio que te tienen…

A duras penas, llegó a un parque, donde se sentó en un banco a coger aliento. La fatiga crónica aún le pasaba factura. El vaivén del barco tampoco había ayudado a curarlo… Si ahora mismo apareciera el capitán con esa vara incandescente, moriría en el primer roce…

Tal era su mareo que volvió a ver a aquella niña… Esa misma niña que siempre aparecía en los momentos más cruciales de su vida. Recordó que, cuando sus padres murieron en aquel accidente de tráfico, cerca de él se hallaba esa misma niña. Lo mismo ocurrió cuando cayó enfermo en el frente…

La niña esta vez se llevó el dedo a los labios como señal de que guardase silencio, tomó su maleta y salió corriendo con ella. Más de una vez se detenía a observar si su perseguidor la seguía, y así era: a duras penas, Mori seguía a aquella niña traviesa. En cierto momento, la niña dejó la maleta en otro banco. Para cuando llegó a su altura, ella ya había desaparecido. Sin aliento, se sentó en el banco. La fiebre le había subido y se sentía a punto de desfallecer, hasta que…

—¿Ōgai?

Mori alzó la vista incrédulo sin saber si era un delirio o si era real. Frente a él se hallaba Shizuka Kanei, mirándole muy preocupada y sorprendida.

—¿Shi… Shizuka?

—¡¿Eres tú en serio?!

Todo se volvió borroso de pronto. No oía la voz de Shizuka, no oía nada… Mientras caía al suelo, puso apreciar el vientre voluminoso de la joven.

“Parece que ella sí que ha rehecho su vida sin mí.”

El dolor que sentía en ese momento se mitigó cuando perdió la conciencia…

BSD || Ōgai Mori: The Darkest EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora