Capítulo 21: El momento más feliz

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Fue durante una madrugada fresca. La joven empezó a notar molestias mientras descansaban en la cama y no dudó en ponerse en alerta. Cuando notó la primera contracción, se giró hacia su acompañante:

—Ōgai…

—¿Hmm? —murmuró más dormido que despierto el médico.

—Ya viene.

—¿Quién…?

—La niña.

Mori se giró y la observó. Shizuka tenía miedo de que se pusiese nervioso ya que más nerviosa estaba ella. Así se quedaron durante unos minutos, mirándose el uno al otro. Ante la sorpresa de Shizuka, Mori bostezó y cayó dormido sobre la almohada. Este hombre no perdía los nervios ni aunque una bomba explotase a su lado.

Con un suspiro de fastidio, Shizuka decidió levantarse para ir al baño. A lo mejor era una falsa alarma. Sin embargo, nada más levantarse, rompió aguas.

—¡Ōgai! –le gritó mientras le zarandeaba— ¡Es en serio! ¡Ya viene!

—Cinco minutos más… —murmuró mientras se tapaba con la manta la cabeza.

—¡¿CÓMO QUE CINCO MINUTOS MÁS?!

Ahora mismo aborrecía aquel sueño pesado que tenía su pareja que tantos momentos de ternura le había aportado en el sofá mientras veían una película y que siempre se quedaba dormido sobre el hombro de ella.

—¡¡ŌGAI!!

Zarandeaba con tal fuerza al médico que temía dar a luz allí mismo.

Mori se destapó y se frotó un ojo.

—¿Ocurre algo? —preguntó bostezando.

—¡¿CÓMO QUE SI “OCURRE ALGO”?! ¡Mira! —y señaló el suelo empapado.

Mori se asomó por la cama y observó el suelo. Tras analizar la situación, miró confundido a Shizuka.

—¡He roto aguas!

Mori pestañeó un par de veces antes de volver a acomodarse en la cama con un “ah, bueno”. Era sorprendente la torpeza mental que tenía el perfecto Ōgai Mori cuando está adormilado.

Temiendo dar a luz en aquella habitación, empezó a vestirse como pudo mientras rezaba con que hubiese taxis en aquellas horas de la madrugada. Si esperaba a que Mori conectase con el mundo real, celebrarían la graduación universitaria de la niña en ese mismo lugar.

Cuando fue a salir por la puerta, un abrigo cayó sobre sus hombros. Cuando se giró, se sorprendió de ver al médico ya vestido y dando vueltas a las llaves del coche entre sus dedos.

—Te odio.

—Si yo me mantengo calmado, se supone que tú también.

—¿Dónde aprendiste eso?

—De un libro.

El mismo libro que te vas a comer cuando volvamos a casa, pensó la joven mientras ambos salían del apartamento.

El viaje en coche hasta el hospital fue de todo menos tranquilo. Las contracciones eran ya muy fuertes y no ayudaba nada oír a Mori avisándola de que aguantase para no manchar el coche.

—Tú respira tranquila.

—¡¿Cómo voy a respirar tranquila si parece que tengo una comadreja comiéndome por dentro?! —gritó mientras intentaba hacer aquellos ejercicios de respiración que le habían enseñado en aquellas clases preparatorias al parto.

Mori se rio ante la comparación.

—¿Comparas a nuestra hija con una comadreja?

—Si hereda tus rasgos físicos, sí.

Soltó un grito ante otra contracción fuerte.

—Nunca había sido testigo de ese tipo de humor que tienes en momentos de estrés.

—Pues espérate a que no seas testigo de un parto en el coche.

No sabe si lo hacía a posta, pero todos los semáforos los pillaba en rojo y respetaba cada señal que encontrase por la carretera.

—Quería respetar como se merecía todas las señales viales por una vez. Y qué mejor momento que cuando todos están dormidos.

—¡¿TE PARECE EL MEJOR MOMENTO?!

—Como ya he dicho…

—¡NI SE TE OCURRA RESPONDERME!

Mujeres. No hay quién las entienda.

Cuando por fin llegaron al hospital, el parto fue rápido. Los médicos le dijeron a Mori que la niña tenía tantas ganas de salir ya que tenía media cabeza fuera cuando llegaron. El joven médico decidió omitir el momento de cuando se paró ante un semáforo para calcular cuánto tardaba en ponerse en rojo y en verde (gracias a esto se dio cuenta del robo que les hacía el ayuntamiento en tema de gasolina), bajo los gritos de Shizuka: “¡NO ME LO PUEDO CREER!”.

Cuando se despertó pasada la mañana, Shizuka se encontró a Mori observando la cuna donde reposaba el bebé.

—¿Cómo está? —preguntó aún somnolienta tras la anestesia que le colocaron al final tras el alumbramiento.

—Tiene cara de comadreja.

—¿Qué?

Se asomó a la cuna para encontrarse a una bebé hermosa, rosita, con varios pelos rubios y dos grandes ojos azules que todo lo observaban.

—Es preciosa… —comentó Shizuka al borde de las lágrimas.

Varias lágrimas cayeron sobre la niña. Shizuka se pasó la mano por las mejillas, pero no las tenía mojadas. Para su sorpresa, se encontró con un Mori medio lloroso, con varias lágrimas resbalando por sus pómulos.

—Ōgai… ¿Estás llorando?

El médico levantó la cabeza confuso y se tocó la cara.

—Es cierto…

Cuando se dio cuenta de que estaba llorando, ya no pudo reprimir las lágrimas. Estaba feliz, muy feliz. Se tapó con una mano los ojos mientras se apoyaba en la cuna. Shizuka le miró con ternura y lo abrazó. Toda la tensión acumulada del pasado, en aquel frente, en aquel infierno, había salido en aquel momento tan emotivo.

—Soy padre… —consiguió murmurar.

—Somos —dijo Shizuka mientras ella también se unía en el llanto.

La niña los miraba curiosa y esbozó una brillante sonrisa.

Si alguien le preguntase ahora cuál fue su momento más feliz, sin lugar a dudas diría que el nacimiento de su hija.

BSD || Ōgai Mori: The Darkest EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora