Capítulo 18: Odio al ser que se enamoró

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Un buen día, me di cuenta de algo que había pasado por alto… ¡¡EL ALQUILER DEL PISO!! ¡Estuve todo el viaje en barco pensando que me había quedado sin casa y resulta que volví como si nada a ella, sin hablar con la casera ni dar explicaciones!

Como alma que lleva el diablo, bajé a hablar con la casera, una noble anciana a la que Dios había dotado de una eterna paciencia para aguantar a alguien como yo. Menos mal, estaba en su casa.

—¡Oh! ¡Pero si es el joven Ōgai! ¡¿Pero qué pelos me llevas?!

Cierto. Había descuidado mi pelo tanto que el flequillo me tapaba la cara. Con suma rapidez, impropia de una anciana, me tomó el flequillo y me lo peinó hacia atrás.

—¡Así mejor! ¡Si no, te me quedarás ciego!

—Muchas gracias, pero venía para pagar el alquiler. Ya sabe… He estado estos últimos ocho meses en el frente y no he podido pagar.

La anciana abrió mucho los ojos mientras decía aquello.

—Oh, ¿no lo sabes? No me debes absolutamente nada.

—¿Cómo dice? No recuerdo haber pagado nada…

—Tú no, pero todos los meses venía una mujer a pagar el alquiler.

—Esa mujer… ¿No estaría embarazada?

—Pues ahora que lo dices… Sí.

Siempre ella… ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué era tan buena conmigo tras dejarme por otro?

—También recuerdo que una vez a la semana iba a limpiarte el piso. Estas últimas semanas subía a ayudarla yo, ya que casi no podía subirse para limpiar los armarios.

Eso explicaba que estuviese tan limpio el piso… Y que tuviese piso. Ahora resulta que Shizuka es un ángel venido de Dios, ¿no?

—La verdad es que se la veía contenta mientras limpiaba. Limpiaba con tanto afán que creo que ella pensaba que volverías ese mismo día.

¿A qué estaba jugando? ¡Ella se había olvidado de mí, ¿no?! ¡Las pruebas son evidentes! ¡No la entendía! ¡No lograba entender su comportamiento! Necesitaba respuestas y ya.

“Eres demasiado amable”.


Esa frase era de las pocas que se me habían quedado grabadas a fuego en la memoria. En ese momento, pensaba que ella y yo estábamos destinados a estar juntos, pero fui yo mismo quién se apartó de ella.

¡Maldigo mi mente y su curiosidad! Si esa noche era tan feliz, ¿por qué me marché? Y ahora, cuando ella abriese la puerta, ¿qué le diría? La gritaría, pediría una explicación hacia una serie de acciones que hizo solo para ayudarme… Incluso sería capaz de pegarme con su marido, o hasta matarle. Me sentía traicionado, como si me hubiesen pegado una paliza. Me sentía como un pato, un pato al que le acercan unas migas de pan y, cuando se está relamiendo, se las quitan y se queda con las ganas. Así de furioso me hallaba.

Pero no estaba furioso con ella, sino conmigo mismo. Odiaba cada parte de mi ser, de ese ser que se había enamorado de ella y de ese ser del cual ella se enamoró.

BSD || Ōgai Mori: The Darkest EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora