Alguien tocaba el piano.
Me hallaba sentado en la platea de un gran teatro. Yo solo.
Ante mí, en el escenario, danzaba una niña… Yo conocía a esa niña… O creía conocerla… Al son de la música, movía sus brazos y sus piernas ligeramente, como si fuese un colibrí.
Me emocioné viéndola, cómo alguien tan puro podía estar en ese lugar, ajeno a todo el caos que reinaba fuera. La sala estaba insonorizada. Solo estábamos esa niña y yo…
Y la bagatela para piano nº 25 de Beethoven: Für Elise…
Algo frío en mi mente hizo que abriese los ojos, escapando de aquel sueño. Estaba tumbado en una cama, para ser más precisos, estaba tumbado en mi cama, en mi piso. Cuando moví la cabeza para observar a mi alrededor, la toalla húmeda cayó al suelo, alertando a mi acompañante de mi despertar.
—¿Ya te has despertado? —se asomó Shizuka por la puerta.
Llevaba en sus manos una bandeja de té, con dos tazas. Con suma delicadeza, dejó la bandeja en la mesilla y recogió la toalla. Pude observar que sus movimientos eran más pesados, más costosos, a causa de su avanzado estado de embarazo.
Me dolía ver aquello… Ver que ella rápidamente se había olvidado de mí… Y no había tardado absolutamente nada en quedarse embarazada.
Me colocó la toalla en la frente de nuevo y me miró como si examinase a un niño.
—¿No me vas a decir nada?
¿Qué quería que le dijese? ¿Que le queda bien el embarazo? ¿Que me he acordado de ella día y noche para que ahora descubra que está con otro? ¿Que ella nunca me esperó?
—Hola.
Muy bien, Mori. Con un poco de suerte, pensará que ese saludo es fruto de la fiebre.
—Hola —para mi sorpresa, ella también respondió de la misma forma.
Y entonces hizo algo que me descolocó: pasó su mano por mi pelo y me sonrió. Simplemente eso.
—No me puedo creer que de verdad estés aquí…
Claro… Ahora vienen las disculpas con la típica excusa de “pensé que habías muerto”, “que tonta soy” y otras cosas que no pienso decir.
—Para.
Creo que la brusquedad de la palabra la afectó. Rápidamente, se sorprendió de mi cambio. Debía enseñarla que yo ya no era el Ogai que ella conocía… Había desaparecido entre las trincheras.
—¿A qué viene ese cambio tan brusco?
—Vete. Por favor.
—Ōgai, no te entiendo…
—¡QUE TE MARCHES DE UNA VEZ!
—¡Ōgai! ¡Estás delirando! ¡Necesitas ayuda!
—¡Márchate ya, por favor! ¡Esfúmate! ¡Vete!
Intenté lanzarla el cojín, dando a las tazas de té en el camino. Cayeron al suelo haciéndose añicos.
—¡Mira lo que has hecho! ¡Vuelve a la cama! Ya lo recojo yo.
Era la primera vez que sentía aquella ira. Era la primera vez que la persona que más amaba me hacía daño… No, es mentira… Mucho antes ya había sido traicionado por las personas a las que más quería… Y también sentí ese mismo deseo que sentía ahora: matar.
Como si fuese un acto reflejo, agarré el cuello de Shizuka y la tumbé en el suelo. Sabía perfectamente qué parte presionar para dejarla seca en menos de un segundo. Ella agarró mis muñecas con insistencia:
—Ōgai… Por favor… Suéltame… Tú no… Eres así…
Retiré la vista y observé otra vez, en el marco de la puerta, a la misma niña de siempre. Volvía a señalarme otra vez acusadoramente.
Fuiste tú…
Oír aquella frase hizo que más ira creciese en mi interior. ¿Acaso es mi sino morir solo? ¿Acaso soy el protagonista de alguna tragedia?
¿Y tenía la culpa de ello Shizuka?
Aflojé las manos, momento en el que Shizuka se abalanzó sobre mí y me abrazó.
—Ya basta, tranquilo. Estás en casa —me decía como si fuese un niño pequeño mientras me acariciaba el pelo—. Si es lo que quieres, me iré.
Debería sentirme bien, ¿no? Por fin se iba… Por fin la persona que ahora mismo me producía más daño se iba… Sin embargo, un terror inundó mi mente.
—¡Espera!
Ella se giró para mirarme. Yo, simplemente, alcé la vista mientras lloraba de miedo:
—Quédate conmigo, por favor.
Ella accedió encantada. ¿No preguntaría por ella su marido? Parecía que le daba igual, ya que me ayudó a acostarme y rápidamente me quedé dormido mientras notaba sus caricias en mi pelo.
Me da reparo admitirlo, pero sí… La soledad me aterraba en aquellos tiempos.
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BSD || Ōgai Mori: The Darkest Era
Fanfiction"Hay una historia detrás de cada persona. Hay una razón de por qué son lo que son. No es tan solo porque ellos lo quieren. Algo en el pasado los ha hecho así y algunas veces es imposible cambiarlos." (Sigmund Freud) Esta es la historia del pasado ja...