Capítulo 20: Navidad en familia

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Había que ir lentamente, agachado cual león que se dispone a cazar a su presa. Y, cuando la presa anda cerca, no hay que dudar… ¡Es el momento de dar el salto definitivo!

—¡Arriba, dormilones! ¡Ha venido Santa Claus!

Es muy fácil decirlo, pero ya ponerlo en práctica era imposible… ¡Y más con una niña encima!

—Hija, son las 8 de la mañana… Déjanos dormir un poco más… —bostezó la madre mientras se volvía a tapar con la manta.

—¡No! ¡Hoy es Navidad!

—Por eso mismo… Bastante tarde nos quedamos ayer cenando como para madrugar hoy…

La niña no se dio por vencida: fue a por el otro progenitor, el cual estaba dejado de toda la manta, escondido a la vista de la niña.

—¡Papá! ¡Di algo!

—Tengo sueño… —murmuró bajo la manta.

—¡Joo! ¡Sois unos dormilones!

—Habló la que no quiere levantarse para ir al colegio…

La niña soltó un puchero y se bajó de la cama. Todo volvió a la tranquilidad… Hasta que apareció con una zambomba a cantar villancicos a pleno pulmón.

—No, por favor —se tapó la cabeza con la almohada la madre.

—Si ya te digo yo que mucho estamos durando en este piso…

—Pues haz algo. Tú eres el padre.

—Y tú la madre.

—Veo que no te molesta dormir en el sofá.

A los cinco minutos, tanto la hija como el padre estaban en la calle…

El aire navideño se respiraba en toda la ciudad. Los puestos navideños llenos de espumillón y villancicos inundaban las calles. La niña miraba entusiasmada sus alrededores: niños jugando con sus regalos de Navidad, personas deseándose “Feliz Navidad”... Y no podía faltar los típicos trineos y muñecos de nieve en el parque.

—Oye, papá… ¿Por qué no hemos abierto los regalos?

—Hasta que los tres no nos levantemos, no podemos abrirlos. Es la norma.

—Joo…

—Y tampoco vale torturarnos a villancicos –sonrió Mori ante el puchero de la niña.

—¡No sabéis apreciar mi arte!

—Ni tú nuestras horas de sueño…

La niña no pareció oír aquel comentario, ya que corrió hacia un reno que había en un puesto para acariciarlo. Tenía apenas 6 años y era idéntica a su madre: rubia y con unos enormes ojos azules. Se podría decir que de la rama del padre sacó el don de tener respuesta para todo, algo que a Shizuka no le hacía ninguna gracia… Cuando la hija y el padre se ponían de acuerdo para hacerle la vida imposible, era imposible de ganarles.

Era increíblemente inteligente y en la escuela todos la querían. Y, a pesar de ser gran fan de la música y estar en un conservatorio estudiando música y practicando ballet, estaba claro que no había venido al mundo para eso… Las navidades era una época de supervivencia en la familia Mori ante el ataque a villancicos que recibían de la niña.

Tras un largo paseo, Mori compró por fin el desayuno y regresaron a casa, donde Shizuka ya los esperaba para abrir los regalos.

La niña ama las muñecas, pero nada se puede comparar a su amor por los vestidos. Abrazó como una posesa los vestidos que había encontrado bajo el árbol de Navidad ante la atenta mirada de sus padres.

—¡Qué bonito! —le dijo Shizuka a la niña, quien no había perdido nada de tiempo para empezar a probárselo.

Mori no perdía de vista a la niña con una nueva cámara.

—Ōgai, se te cae la baba —le intentó picar Shizuka—. No te había visto tan emocionado desde el día del nacimiento de la niña.

Como para olvidarlo…

BSD || Ōgai Mori: The Darkest EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora