Capítulo XI

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Auto-descubrimiento

José miraba el techo, no es que hubiera mucho que ver, la luz estaba ya apagada, sólo las sombras y los reflejos de las luces de la calle que se colaban por las persianas del dormitorio que compartía con Juan y se reflejaban en aquel cielo raso. Cuando se mudaron al apartamento de Trevor, a él, como el mayor, le asignaron la parte superior de la litera, Juan se quedó en la inferior.

La conversación con su padre esa tarde fue como la pieza que le faltaba al rompecabezas. No sabía si estaba contento por completarlo finalmente y tener ante si la imagen completa de aquel puzzle o triste por que se terminó el misterio. Pero de alguna forma sentía que era más lo primero.

José empezó a recordar la secuencia de eventos. Tendría unos cinco o seis años cuando entró a la habitación de sus padres corriendo y saltando sobre la cama. Fue su entrada aquella vez impulsada por los truenos de esa tormenta que iniciaba ya pasada la media noche. Su padre lo agarró y contuvo antes de que pudiera meterse entre las sabanas. «¿Qué pasa campeón?», le había preguntado el papá. La respuesta vino con la caída de una fuerte centella y el trueno acompañante.

Su padre se incorporó en la cama y lo abrazó fuerte en un gesto de arroparlo y protegerlo. Su mamá se levantó, pero él no la pudo ver, su papá lo sostenía duro. Ella alegó algo de ver como estaba Juan y mientras salía su madre, José es que entendió que su papá estaba desnudo bajo las sabanas. No le importó, igual empujó para hacer espacio, aquellos truenos lo asustaban de verdad y permitió la contención del papá cuando un nuevo relámpago acompañado de su tambor profundo retumbo en el cuarto. 

Poco después veía entrar a su mamá en bata y cargando a Juan. Ella le pasó su hermano a su papá, luego agarró algo de la cómoda y salió. Regresaría vestida con un pijama largo. Esa fue, al menos en su memoria, la primera noche que durmió abrazado a su padre y descubría que él no usaba pijamas para dormir. «Los adultos duermen desnudos», le había dicho su padre, cuando puso mala cara, «los niños se pueden resfriar y deben usar pijamas», completó aclarando el asunto, al menos esa era la explicación oficial. «Y los niños no deben ver a las chicas desnudas hasta que sean ambos adultos»; ahí le explicaba por qué mamá usaba ahora un pijama.

A la mañana siguiente su papá se levantó y los llevó (a ambos niños) cargados como sacos al baño; ahí se ducharon juntos los tres, mientras su mamá se levantaba para la cocina a preparar el desayuno. Nunca hubo algún problema de bañarse con papá, al menos desde que él recordaba. Su madre le dijo que cuando bebe, ella lo bañaba también, dice que lo metía con ella en la tina, pero alegó que cuando él creció, fue más apropiado que lo hiciera sólo con su padre.

Al menos mientras eran niños, muchas veces los tres se bañaban juntos. Cuando cumplió los ocho, su mamá enfermó y en esos dos años él y su hermano estuvieron muchas veces al cuidado de abuelos y de la tía Ruby. Las reglas para el baño no eran tan ligeras y permisivas como en casa. A la muerte de su madre su padre retomó su cuidado y dado que hubo que vender la casa para pagar los gastos médicos de mamá; ahí ellos se vieron obligados nuevamente a compartir la cama en los moteles que alquilaban.

Sentir otra vez el olor del cuerpo de su padre le daba paz y tranquilidad.

Por varios meses las cosas fueron así, salvo por la tristeza de su padre por la perdida de mamá; ni él, ni Juan, lograron hacer que sonriera más allá de un simple gesto. Fue cuando apareció Trevor en sus vidas. «Es un compañero del trabajo», les había explicado su papá, pero él y Juan también poco después vieron algo más. Su papá estaba feliz nuevamente y siempre cerca de aquel hombre.

«¿Su papá tenía un novio?», esas cosas pasaron por su cabeza de niño de diez; a Juan no se preocupaba o entendía la situación; pero él necesitaba entender el asunto. Es cuando pidió 'prestado' aquel libro de educación sexual de la biblioteca escolar y lo sacó a escondidas del lugar. Si bien explicaba muchas cosas, entre ellas como eran las relaciones en la cama para hacer bebes, una sólo le importó. En una parte del libro decía que las personas se podían enamorar de muchas formas, todas eran correctas. Las más comunes eran una mujer y un hombre, pero también existía la posibilidad de mujer amar a una mujer y la de hombre de amar a otro hombre y ese era seguro el caso de su papá.

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora