Capítulo XLI

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Me las vas a pagar


Toby se encontraba sentado al frente del escritorio de oficial Barry. Había sido llamado a declarar, de nuevo; y esta vez el chico se mostraba ante el funcionario policial un poco más ameno. Pese a ser una silla estrecha y a propósito diseñadas para incomodar, el chico se colocaba en la misma como si se tratara de un sillón y se estiraba, mientras agarraba un cigarro de una cajetilla que cargaba en el bolsillo de la camisa, poco falto para que subiera los pies y los apoyara sobre el escritorio del oficial.

—Aquí no se puede fumar y por favor siéntese derecho, —le indicó Barry al chico.

—No lo voy a encender, —replicó el chico con una sonrisa en la cara y haciendo el gesto de haber tomado una fuerte aspirada de aquel cilindro de papel. —Y bien oficial Barry a que debo el honor de su cita hoy, voy a terminar pensando que está interesado en mi; —eso lo dijo tirando un beso y dando un guiño con el ojo.

—Necesitamos hablar sobre tu madre, —dijo Barry al chico, —ocurr...

El oficial no pudo completar la frase, veloz como tigre brincado sobre la presa, el chico se le había ido encima y agarrado al oficial por la solapa de la camisa.

—¡NO SE ATREVA A LLAMAR A ESA PERRA MADRE!; —grito el chico en el rostro del oficial mientras lo sujetaba con fuerza.

El grito hizo que todos en el lugar giraran a ver que pasaba, en instantes Toby estuvo rodeado de hombres armados apuntando a su cabeza. El chico soltó al otro y levantó las manos en alto en señal de rendición. Barry tranquilizo al resto de los compañeros y mientras los mismos regresaban a sus puestos, pero atentos ante cualquier acción nuevamente. Toby y Barry se sentaban otra vez en sus respectivos asientos.

El jocoso muchacho de instantes anteriores había desaparecido, sus ojos estaban encendidos con una furia animal, el odio era visible en ellos; un odio visceral, de esos que te comen por dentro. Barry trató de calmar las cosas, pero antes que pudiera hablar el chico empezó a decir.

—¿Ha tenido usted una fantasía recurrente, un sueño que desea realizar?, —preguntó el muchacho mirando directamente al oficial en frente. —Yo si, por años he tenido este sueño; esta pesadilla. Veo a aquel perro que se me viene encima, se bien que me va a caer a golpes y tras la paliza seguro que me va a violar una vez más. Pero esta vez no estoy dispuesto a permitírselo, se que me puede matar, es más fuerte y grande, me duplica en tamaño y peso; pero apenas se me acerca lo suficiente entonces agarró el cuchillo que tenía escondido y se lo entierro con todas las fuerzas de que soy capaz. Nunca lo imaginó, sus ojos se abrieron de la sorpresa. Yo corro y salgo del cuarto, pero aún tiene fuerzas, me persigue, me agarra. Yo le doy patadas para que me suelte, él cae al piso, aúlla de dolor, el cuchillo aún está enterrado, gira e intenta quitárselo, pero yo brinco encima, se lo arranco y nuevamente se lo clavo, y lo vuelvo a arrancar y clavar. Él sigue gritando, intenta quitarme de encima suyo, pero se está desangrando, por cada agujero que le he abierto la sangre sale a borbotones y yo continuo y una y otra vez.

Toby esta narrando y mientras lo hace sus dos puños muestran como agarró aquel puñal y como pistón neumático arremete contra aquella mesa, como si en la misma estuviera aquel cuerpo. Todos en aquel lugar escuchaban callados y aterrados ante la confesión del chico; ni los policías, ni el resto de los presentes se atrevía a interrumpir el relato.

El chico continuó.

—Recuerdo que ya no se podía mover, no tenía más fuerzas, me miraba, me miraba con terror. No te imaginas el gozo que sentí al verlo así, escupiendo sangre por la boca, sabiendo que nunca más me tocaría. Entonces mi sueño cambia, no es aquel perro al que acabo de matar, es a aquella desgraciada mal parida, la veo a ella, con su cabello seco de tanto tinte, con los ojos abiertos mirando el vacío, con su cuerpo cubierto de sangre y yo encima de ella, y siento sus últimos estremecimientos y esos últimos alientos salir de aquellos pulmones. ¿Puedes imaginar eso?, —completó el chico levantando su rostro al oficial nuevamente, sus ojos están llenos agua lista para derramarse. —Y sabes lo mejor de todo eso, es que lo disfruto y ya no me despierto como aquellas noches esos primeros años preso, temblando de miedo, de miedo que pueda aquel volver a buscarme, sino que sonrió al recordar lo que hice y lo que soy capaz de hacer. —Aquí el rostro de chico cambia, muestra una sonrisa, que es casi una cruel mueca y que cruza su cara. Él pregunta al final. —¿Has tenido alguna vez un sueño así?

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora