Capítulo XLIV

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Incendio (segunda parte)


Juan estaba en el apartamento trabajando con un grupo de estudio mientras preparaban una presentación para la clase del día siguiente. Un par de golpes en la puerta distrajeron su atención. No sabía quien más podía ser, ya todos habían llegado, y la familia tenía sus llaves para abrir. Fue a la puerta y miró por la mirilla. No vio a nadie. Iba de regreso con los compañeros cuando vuelven a tocar la puerta. Regresó a ver nuevamente, seguro que era algún bromista. Llegaba a la puerta cuando siente un fuerte golpe y la misma le cae encima. En instantes él y sus compañeros fueron rodeados por hombres con pasamontañas. Uno de ellos hizo una selección, agarraron a Juan y a otro de los chicos y los arrastraron abajo. Sólo recuerda, antes de que les pusieran una capucha, que los lanzaron dentro de una furgoneta estacionada afuera.

Minutos después le levantan la capucha.

—Este no es, —dijo uno de los sujetos con los pasamontañas.

—Eran los que estaban arriba y concordaban con la descripción.

—¿Dónde está?, —le preguntó el sujeto agarrándolo por los cabellos y mostrándole una foto en el celular, era una foto de José.

—¿José?, —dijo Juan asustado. Cuando vio que el hombre le apuntaba un fusil de asalto sólo pudo responder, —en el loquero.

***

Alberto subía las escaleras al consultorio del psicólogo; de todo el castigo impuesto, ese era el único que no soportaba. Entró en aquella oficina en el segundo piso y miró a los presentes, estaban la secretaria, la madre con aquella niña insoportable y berrinchuda, y en una esquina esperando se encontraba José. Se le había olvidado que ambos, más o menos, solían coincidir en aquellas consultas obligadas. Había pasado casi dos semanas desde que regresaron de la dichosa isla y él no le había vuelto a hablar. El otro lo había llamado varias veces, eso le informaba alguna de las empleadas en la casa cuando respondían el teléfono de la residencia. Él siempre se negó a responder, incluso cuando algunas de las chicas de limpieza le decía que su madre, o su abuela no estaban por ahí. Bien, ya no lo podía negar más. Avanzó y se sentó al lado del chico.

—¿Ya pasaste?, —pregunto Alberto.

—No.

—¿Y tu padre?

—No vino, estoy solo. ¿Y tu madre?

—No viene más, ahora me envía la abuela; pero ella no sube, sino que me vigila con vídeo conferencia con el sujeto.

—Lo siento.

—Igual.

No dijeron más, y José pasó primero, eso tras esperar largo rato a que saliera la madre y la niña. Alberto se entretuvo tratando de devorar el libro que cargaba; ya iba entrar cuando la puerta se abre de repente; sujetos armados entran y le apuntan a él y al resto de los presentes. Entraron en la oficina del loquero y agarraron a José. Uno de ellos le apuntó, «ese también sirve», dijo el hombre y lo arrastraron. Apenas bajaron las escaleras del edificio, él y José fueron empujados dentro de una furgoneta y los empezaron a amordazar y atar. Una capucha pronto los sumió en la oscuridad.

***

Habían sido tres días muy movidos, primero el incendio en el Geko Rosa, luego los atentados frustrados con bombas en el resto de los Gekos; tras eso la redada a un sex-show de dueños orientales; y ahora el suicidio de Louis Garrett. Barry miraba la prensa de aquella mañana y no sabía que pensar. El chico se había suicidado y culpado al padre de la agresión que había sufrido apenas una semana atrás. Todo se estaba moviendo mucho más rápido de lo que se creía posible.

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora