Capítulo XXXIV

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Nuevos deseos

Pablo salía de aquel centro policial; eran pasada la una de la madrugada y finalmente alguien se digno a tomarle la declaración. Tras pagar una fianza estaba libre. Preguntó por su padre, madre y el otro sujeto; lo único que supo es que ya todos habían salido e ido. Se sintió molesto, su padre ni siquiera esperó por él, o le dejó algún mensaje. De su madre no esperaba nada, no después que la mujer le había caído de bandejazos limpios y no paraba de llamarlo pervertido; imagino que el señor Guerrero sólo querría poner pies en polvorosa con todo ese asunto; y de Barry, tras su confesión no supo más de él; supuso que fue demasiado para asimilar para el policía.

Salió de la estación y miró la calle desierta; le iba a costar conseguir algún taxi o algo para regresar a casa. Quiso regresar dentro del local y ver si le podían prestar un teléfono para llamar a algún carro, el suyo había terminado roto en el piso en la pelea. Fue cuando un vehículo de lujo se estaciona en la acera y el vidrio oscuro desciende.

—¿Cuánto cobras por dar ese culo?, —dijo el sujeto dentro. Pablo iba a mandarlo a la mierda, pero al ver a Leandro dentro se aguanta. —Vamos sube, te llevo.

—No me voy a acostar contigo, —dice Pablo.

—Termina de subir, o vas a esperar aquí hasta que salga el sol.

Pablo obedeció, entrando en el puesto del copiloto, y una vez dentro repitió la frase.

—No me voy a acostar contigo, lo entiendes.

—Me temo que no tenemos tiempo para eso, —dijo Leandro arrancando el carro a gran velocidad.

Minutos después Pablo comprende que no van hacia su casa, sino en otra dirección.

—¿Para dónde se supone que vamos?

—Creo que te gustara verlo por ti mismo, —dijo el rubio divertido.

Quince minutos después llegaban al centro y entraban en un sex-show.

—¿Para que me trajiste a este lugar?

—Quiero que veas algo, —repitió el chico, mientras subía las escaleras hasta llegar a una especie de oficina en el último piso. —Es de una cámara de seguridad, —aclaró Leandro apuntando a una de las pantallas en la pared.

Es cuando Pablo miró la escena en la pantalla, un sujeto estaba follando duro a un chico; le costo ubicarse, hasta que una luz se prendió en su cabeza; era Antonio Guerrero quien azotaba con su pubis el trasero de un muchacho blanco de cabellos de ébano, quien sostenido a cuatro patas sobre el piso trataba de aguantar los golpes en su cola; y por el rictus de dolor en el rostro del chico, se notaba que le dolía aquella penetración violenta. Pablo sintió que su ano se cierra y aprieta; recordaba la vez que lo folló a él; y no es que fuera un pene más allá de lo normal; sino que era la forma en que lo hacia.

—Después de que entraste a cine, yo me quede esperando; cuál fue mi sorpresa cuando te veo en aquella trifulca, y de paso mi padre era uno de los contendientes. Cuando salió de la estación acompañado de esa mujer, supuse que era una de sus amantes, eso hasta que la mujer se fue luego por su cuenta y mi padre vino a este sitio. Reconozco que me negué a creerlo cuando vi que entraba en este lugar. Aquí el amigo presente y tras un pequeño aporte a la causa, —dijo apuntando a un chino, —me explicó lo que vino a hacer en este lugar. Entonces llame a un conocido en la policía para que te soltaran, yo también tengo amigos en estos lados; y pase a buscarte, ahora mira nunca pensé que a papá le gustaran los chicos, —dijo divertido Leandro. —De haberlo sabido lo hubiera invitado a alguna de mis fiestas.

—¿Y él sabe que lo graban?

—No, no lo están grabando, las cámaras son sólo por seguridad de que no hagan nada más que por lo que pagaron; —dijo el joven chino sentando en uno de los sofás del lugar. —No sería muy rentable y seguro que los clientes supieran que los vigilamos; mucho menos que los grabáramos, además eso podría poner el peligro el negocio si por infortunio la policía entra en alguna de sus redadas y se encontrara con vídeos no muy discretos de personalidades conocidas; —explicó el chino.

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora