Epílogos

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Connor estaba en aquella celda privada, al menos tuvieron la decencia de dejarlo aislado y no juntarlo con el resto de la chusma que era encerrada en aquel lugar a la espera de un juicio.

Iba a estar bien, al menos eso es lo que se repetía una y otra vez, pero salvo por las visitas de Asher, nadie lo había visto en ese mes preso. Había pedido un abogado, uno publico, no tenía para pagar uno privado; todos sus bienes habían sido requisados por la fiscalía. La respuesta dada por aquellos carceleros es que tenía que esperar a su juicio. «¿Cuánto para eso?», había reclamado él. «No sabían», esa era la respuesta. Asher le había traído algunos libros, no tenía nada más que hacer, y esos aún seguían esperando en el sueño de los justos; nunca fue amante de la lectura, y no se entusiasmaba ahora el iniciar ese nuevo hobby.

Finalmente un guardia lo fue a buscar, él pensó que se trataba de Asher otra vez, pero el oficial sólo le dijo que era otro sujeto. Su abogado llegó por fin, pensó él. Esperaba sentado en aquel cuarto sin ventanas, ni espejo (de doble cara); apenas dos sillas y una mesa; y finalmente entró el otro hombre. Connor abrió los ojos, no esperaba a este sujeto, el maldito que lo había financiado y que en su momento, cuando todo iba genial con el negocio al fin, le hizo la trastada y lo vendió bajo cuerda a la competencia, a los malditos de Étoile, y al tal Gabriel Svens.

—¿Cómo la has pasado?, —dijo el hombre.

—¿Cómo cree?, —respondió Connor.

—¡Oh, vamos, no es para tanto, apenas tienes un mes detenido, eso no es nada, según el fiscal y con los cargos que te imputan te estiman entre treinta a cincuenta años preso!, —dijo el sujeto sentándose en frente de Connor, y colocando una serie de carpetas sobre la mesa entre ambos.

Connor sólo pudo tragar, suponía que pasaría algo de tiempo en reclusión, pero nada mayor a uno o dos años.

—¡Oh, te sorprendes, no seas tan pazguato, si has sido un niño muy malo!, —dijo sonriendo y con su indice en frente de los labios para indicar que no hablara. En eso abrió una de la carpetas, se acomodó los lentes y empezó a leer. —A ver, aquí tengo anotado todo, bueno fue lo que me dijeron, espero que no me quedara nada sin anotar. Te acusan de 'dos puntos', secuestro, trata de esclavos, violación, extorsión, este me gusta, estupro, y a eso tenemos que sumar homicidio doloso. —El sujeto se detuvo y miró a Connor; estaba serio, ya la broma había terminado. —Te lo dije la primera vez que nos vimos, nada de sadismo y parafilias. ¡Ahh, pero el niño hizo trampa, y a escondidas tenía encerrado más de una docena de inmigrantes ilegales, a los cuales no sólo chantajeaba con devolverlos a su tierra, y no para que trabajaran gratis tus tierras, sino para explotarlos sexualmente; sabe cómo se ve eso en el expediente; más cuando un tercio aún eran menores de edad. Y no sólo abusaste de ellos, sino que los usaste en tus perversiones sádicas, pero de todas esta es la que me gusta, zoofilia; ... tic, tic, tic, ... —hizo con los dientes el sonido el hombre mientras meneaba la cabeza. —Y obligarlos a tener sexo con esos cachorros y potros tuyos, realmente eso es muy feo.

El hombre levantó la mirada a Connor nuevamente con una gran sonrisa en la cara. Connor no sabía que pensar de este sujeto, parecía que aquel antiguo socio venía a divertirse en su cara.

—No pongas esa cara de niño regañado, que ya estás bastante crecidito; te voy a contar un cuento, y para que te tranquilices un poco, afuera tengo a un par de picapleitos atendiendo tu caso desde que estás detenido, ¿estás bien con eso?

Connor asintió, bueno al menos ya sabía que tenía abogado..., abogados.

—Hace unos años atrás hice una asociación algo turbia con unos amigos, pero esa asociación implicó gastos extras en mis negocios y digamos que algunos socios y accionistas protestaron; así que decidí que no iba a cometer el mismo error dos veces; necesitaba una pantalla en otro lado para esos llamémoslos 'juegos personales', lejos de mis empresas y asociados. Fue cuando supe de un chico que tenía un plan de inversión e investigue un poco. No era una buena inversión, el joven había dilapidado toda la fortuna familiar y se iba a embarcar en una aventura sin saber nada del negocio; ¿te suena el cuento?, —preguntó el sujeto.

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora