Capítulo XVI

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Montar a pelo

Era media mañana del domingo; James estaba parado fuera de la verja del cercado donde pastaban los caballos de aquella granja. Él seguía desnudo y descalzo. Ahí miraba como aquellos animales purasangre corrían por el espacio donde los ponían tras sacarlos del establo. Sintió una mano bajado sobre su espalda. «Otro más», pensó.

A diferencia de los dos (tres) días anteriores, donde atendía a uno tras otro a aquellos jornaleros apenas terminaba la tarde y hasta casi la media noche; ese domingo aquellos peones habían optado por, si estaban libres unos minutos, y el hombre estaba desocupado, bueno había que usarlo. Ya para ese momento se la habían clavado tres de aquellos sujetos.

—¿Hermosos, verdad?, —dijo el hombre atrás, mientras empezaba a mover su mano entre la grieta de sus nalgas y a trajinar su ano.

—Si, —respondió James.

—¿Estás bien húmedo aquí atrás?

—Si, —volvió a responder James; había descubierto que era mejor no hablar mucho y ceder a lo que le pedían sin protestar. James sintió que el sujeto atrás le introducía un dedo primero y luego dos; él sujeto sabía donde tocar, ya estaba masajeando su próstata. James soltó un suave gemido.

—¿Has montado algún caballo alguna vez?

—Sólo el viernes pasado cuando cabalgué la polla de uno de ustedes sobre un caballo.

—Eso no es montar un caballo, es fue jugar al carrusel; me refiero a montar de verdad a un caballo; —dijo divertido el hombre; ahora eran tres los dedos dentro de su cuerpo.

—Entonces no.

—¿Te gustaría probar?

—No estoy seguro, se nota que son veloces esos potros.

—Son caballos de carreras, han ganado varios premios, pero eso es tiempo pasado; ahora el patrón sólo los usa para montar y correr por la propiedad, y para la cría.

—¿Cría?, —dudo James. —Como se puede sacar cría a puros machos.

—El patrón los alquila a quienes tienen las yeguas, o si los potros no pueden viajar por la distancia les vende el semen.

James volteó y encontró que el capataz era quien le estaba manipulando el trasero. El hombre no lo había vuelto a tocar desde la primera vez el jueves pasado; si bien el sujeto había estado atento a lo que los peones hacían con él todas esas noches.

—¿No me diga que alguien tiene que masturbar a esos animales?, —preguntó divertido al capataz,  pensando James en la imagen de ello.

—Se usa un dispositivo, una barra se les mete por el culo y se enciende la electricidad al aparato, como un vibrador pero más fuerte; los animales responden al estimulo descargándose sobre un preservativo diseñado para ello. Ahora, ¿le gustaría montar uno de esos animales?

—Creo que podría intentarlo.

—Bien.

Dicho esto Raúl sacó sus dedos del ano de James y empezó a caminar de regreso al establo. James lo siguió. Minutos más tarde estaban colocando unas sillas de montar a dos de aquellos animales. Los peones se acercaron a ver como James trataba de subir sobre el animal; ya Raúl estaba en el otro. Tras algunos momentos de risa por parte de aquellos sujetos que miraban los intentos infructuosos de James de subir a la silla, al final dos de esos sujetos se le acercaron y lo ayudaron a elevarse del piso y no caer una vez arriba.

Los próximos minutos James tomó un curso exprés de como usar las riendas para conducir al animal. James sentía que era algo similar a manejar una motocicleta; pero sus experiencias con aquellos vehículos no habían sido las mejores tampoco. Aquí el problema era la altura, vaya que estando arriba se miraba muy alto; y sentir la respiración y fuerza viva del animal no era comparable al cuero, acero y humo de las motos.

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora