Capítulo XXV

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El cielo llora

Toby corría por la acera, trataba de ir más rápido que la nube atrás; tras meses de sequía, el cielo había decidido que esa tarde se la cobraba, y el agua para semanas enteras iba a ser descargada toda de un solo golpe. Los intentos de Toby fueron en vano; las gordas gotas empezaron a caer y tuvo que buscar refugio en la pequeña tienda de ultramarinos ubicada en la esquina de aquel boulevard.

Una vez dentro saludo al viejo Pedro. El hombre en la caja trataba de mantener aquel local, pero ya la edad apenas le permitía seguir el ritmo del trabajo. Tuvo que despedir al último empleado, quien pensaba que aquel viejo no se iba a dar cuenta de las pequeñas perdidas en el local; desde entonces don Pedro se había hecho cargo de todo, pero dada su edad ya no podía mover las cargas de mercancía con la facilidad de antes. Tres veces al día el anciano revisaba las existencias, que en esos años se limitaban a tener surtida la nevera con agua, jugos, leche y cervezas; dos mostradores, una con productos de limpieza y otras con alimentos enlatados, granos, arroz y pastas. En la caja mantenía los productos con mayor demanda, o los más caros, como eran algunas botellas de licor; el pan rebanado en bolsas para llevar, potes de queso para untar, los frascos de salsas y adobos, las chucherías y los dulces envueltos, azúcar, harina y sal, que siempre eran por lo que la mayoría entraba. Atrás había quedado la época de alimentos y verduras frescas para cocinar, fiambres, jamones, quesos a gusto del cliente.

Toby saludo al anciano y fue hasta la nevera posterior; al menos podría comprar un paquete de seis latas bien frías de cerveza antes de seguir su carrera. Estaba en ello cuando siente que lo agarran del brazo. Toby mira a quien lo sujeta, es una mujer, su pelo ya cano, y ella se ve más vieja que su edad real.

—¡Toby?, —dijo la mujer.

El chico apenas puede reaccionar y hala el brazo para quitar el agarre del mismo. Sin decir más se aleja de la mujer, pero sin soltar el paquete de seis latas; llega a la caja y deja el mismo en el mostrador.

—Lo siento don Pedro, paso luego, —dijo Toby al anciano.

Ya no importaba que el diluvio mismo estuviera cayendo en ese momento, Toby sale del local y corre lejos. La mujer lo sigue atrás pero se detiene en la puerta, la brisa y la lluvia forman una barrera impenetrable para ella; y la cortina de agua oculta en instantes por donde ha desaparecido el chico.

—¡Toby!, —vuelve a gritar la mujer, pero su grito es silenciado por el ruido mismo del agua que cae con furia.

—Señora, por favor, sale o entra, pero con la puerta abierta la lluvia me está mojando toda la entrada, —reclama el anciano atrás.

La mujer obedece y retrocede dentro.

—Toby..., ese chico, el que acaba de salir, ¿es cliente suyo?, —pregunta la mujer desesperada, se le ve en los ojos abiertos la angustia.

—No señora, primera vez, seguro que entró para protegerse del invierno que está cayendo; —dice el anciano tranquilo mientras vuelve a agarrar su periódico y reinicia su lectura, por lo menos en las próximas horas y con ese aguacero no tendrá clientela, salvo la que en ese momento se encontraba ya adentro refugiándose de la lluvia.

La mujer mira al viejo con desilusión, sabe que miente, sino el chico no lo hubiera llamado por su nombre, pero no puede hacer más. Tantos años sin saber de Toby y de repente frente a ella. Ni ella misma lo puede creer. El viejo la mira como preguntando, «¿va a comprar algo o no?». Ella al final entiende que no puede hacer más y sale, la lluvia a bajado la fuerza lo suficiente para poder moverse hasta la casilla techada donde pasa el autobús, uno ya se acerca y es su ruta, debe tomarlo ahora, con esta lluvia ignora si luego podrá conseguir otro pronto.

Confrontación - Serie: Étoile Producciones - 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora