Capítulo 39: Mis favoritos

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Cuando la Castaña se fue, Poché se puso su ropa de dormir y se metió a la cama junto a Máximo.

-No me mires así. -Le habló a Máx quien se acostó mirándola fijamente. -Es que lo odio, se atreve a maltratarla y ella sigue detrás de él. -La Peli-Azul se acomodó mirando al techo. -Ella se puede venir a vivir conmigo. Digo, no es como que literal conmigo, pero sí en mi casa. -Miró a su hijo y prosiguió. -Yo duermo en la sala y ella en mi habitación. Ella que vaya a la universidad cada mañana y yo me voy por mi camino como siempre. Totalmente cada cual por su lado... Pero es que me enoja que siga con ese cabrón. -Pensar en Sebastián la hacía enojar.

-Buenas noches, hijo... creo que mañana saldremos de aquí.

Cerró los ojos, pero no podía conciliar el sueño luego de una hora intentándolo.

En su mente solo veía a la Castaña. Recordaba aquel día en el que la encontró llorando en el baño y sonrió al recordar cómo casi ni se dejaba tocar.

Su sonrisa cuando jugaron en la playa.

Sus mejillas de color cuando tuvieron el pequeño accidente al montar la caseta.

El color de sus ojos contra los destellos del sol.

Su faceta de niña buena, su faceta de niña mala y su faceta de niña traviesa.

Poché sonrió y se quitó la sábana.

-Tres de la madrugada... -Murmuró mientras se paraba de la cama. -Hijo, cuida el fuerte. Ya volveré, me convenciste... La buscaré y le pediré perdón por hacerla irse como lo hice. -Se habló luego de acariciar a Máx.

Se vistió lo más rápido que pudo y salió a la superficie. Entró a su garaje y con cuidado sacó una de sus motos y la empujó hasta salir al patio delantero.

Con rapidez la encendió y se marchó del lugar.

Paró en el puesto de gasolina y entró para pagar la gasolina.

Observó a la estantería de dulces y chocolates.

Dudó entre tomar uno o solo pagar la gasolina, pero terminó tomando un puñado de chocolates con ambas manos.

"Chocolates... Nada dice mejor un perdón que un chocolate..."

-¡Buenas! Me cobras esto y el resto en gasolina. -Habló la Peli-Azul mientras movía su pierna con un poco de nervios.

Los chocolates no le gustaban y no era lo suyo.

-¿Desea una bolsa para llevarlos? -Le preguntó el empleado y Poché observó los chocolates.

-Emmm... creo que mejor me los llevo en la mano. -Los tomó y los echó en los bolsillos de su chaqueta. -¡Gracias!

Salió del establecimiento y se dispuso a echar la gasolina, pero los focos de un auto llegando la iluminaron haciendo que tuviera que desviar su mirada al suelo.

-¡Poché! La grannn Poché. -La voz de Sebastián con un tono arrastrado.

Poché alzó la vista y lo vio acercándose a ella desde el auto que acababa de llegar.

-Sebastián. -Respondió cortante.

-¡Apareciste! ¿Dónde te habías metido pequeña ratita? ¿Quién te sacó de tu escondite? -Sebastián estaba notablemente pasado de tragos.

-Una chica... me supo encontrar y sacar. -Comentó mientras volvía a prestarle atención a su motora.

-¿Le diste duro? Los H tenemos que dominar en todo momento. -Comentó con una sonrisa y la Peli-Azul llevó su atención a la silueta de una chica dentro del auto luego de terminar de echar la gasolina y cerrar el tanque.

Cuento que merece un final mejor {Caché G!P}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora