Capítulo 36: Necesito

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-¿No la has encontrado? -Noche se sentó al lado de la Castaña.

-No, la verdad es que no y esto me está volviendo loca.

-¿Y solo porque es parte del golpe? -Dan entrecerró los ojos y miró a su alrededor.

-Sí. ¿Por cual otra razón sería?

-Soy la de menos edad aquí, pero tonta no soy. Sé que hay algo entre ustedes.

-No. Sabes que estoy con Sebas.

-Y ahí es donde se nota la clara diferencia. Hazle caso a Majo, ella te trata mejor que él.

-Noche, de verdad no quiero hablar sobre lo que piensas respecto al supuesto asunto. Es decir... no hay nada entre ella y yo, y Sebas es un buen hombre.

-Lo que digas, mi Líder. -Noche se puso de pie y miró su celular. -Estoy segura de que Poché debe tener algún escondite. -Su celular comenzó a sonar. -Nos vemos luego, mi líder. Iré a atender unos asuntos.

Calle se recostó en el asiento, por suerte en la casa no había nadie más que ella y Noche. El resto se había ido a hacer unos trabajos fuera del pueblo y no regresarían hasta el próximo día en la tarde.

Fue a la cocina y tomó una soda, pensó en la Peli-Azul.

"Un escondite... el búnker..." -Con la soda en mano tomó su llaves y salió corriendo hasta su auto.

-¡Serás pendeja, Calle! Tanto seguirla y tanto conocerla para no recordar que tiene un búnker en la parte trasera de su casa. -Se regañó de camino a la casa de la Peli-Azul.

Había pasado una semana ya desde la última vez que Calle supo sobre Poché y no hubo un día en el que no fuera a buscarla a su casa, pero no recordó su lugar especial.

Calle se estacionó cerca de la casa y apagó las luces. Era de noche y la casa estaba totalmente a oscuras. Tomó sus pinzas para abrir puertas y se bajó del auto, cerciorándose de haberlo dejado con seguro.

Era una noche fría y la Castaña escondió sus manos en los bolsillos de su abrigo buscando calor. Observó su entorno, la casa de Angelo estaba casi a oscuras con la excepción de una pequeña y débil luz en la entrada.

-Bien... solo quiero saber que estés bien Poché. -Murmuró mientras forzaba la puerta.

Entró e iluminó el lugar con la luz de su celular, pero seguía totalmente intacto. Igual a la última vez que entró. Tomó las cartas del suelo y las unió con las cartas sobre la mesa. Abrió la nevera y solo había un galón de agua a mitad. Obviamente, la Peli-Azul no se había dado la vuelta por su casa o no se había detenido en ella. 

Calle revisó las habitaciones, pero seguían iguales. La camisa sobre la cama, el par de botas donde ella lo había acomodado. La puerta del baño abierta y el cuarto de ejercicios intacto.

Abrió la puerta trasera y el césped estaba descuidado, no habían juguetes de Máx regados por el suelo y el garaje estaba cerrado con candados.

-Bien... espero que no estes de mal humor si estas adentro. -Habló en voz baja mientras entraba al sótano.

Para esperanzas de la Castaña, el cubo de piezas no estaba en su lugar y la alfombra estaba un poco descolocada.

Calle movió la alfombra y bajó con sumo cuidado alumbrando con la luz de su celular.

-¿Poché? -Habló cuando llegó al centro del lugar: la sala. -¿Máx? -Preguntó cuando escuchó un gruñido, giró y alumbró hacia la cocina encontrándose con un Máx en posición de ataque. -Máximo, soy yo. Calle, tranquilo chiquito. Soy yo... chico... -Calle caminó de espaldas hasta topar con uno de los asientos y Máx se le acercó analizándola. -Chico, soy yo. Me conoces. -Le habló con temor y Máx se sentó de repente en frente a ella haciéndola suspirar de alivio. -¡Buen chico! ¡Ven! -Calle se sentó en el asiento y Máx se colocó frente a ella para ser acariciado. -Dime que si tú estas aquí, tu madre también. -Le habló mientras lo acariciaba y Máx ladró. -Bien, chico, iré a ver si tu madre está.

Cuento que merece un final mejor {Caché G!P}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora