Fever

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Carolina se había dormido en el sofá, lo ocupaba todo y estaba abrazando uno de los cojines. Bancroft se había sentado en la silla incómoda de la habitación. James le dijo que podía irse, pero Bancroft se rehusó.

— Sus documentos se ven reales, pero no encuentro ningún rastro de ella — dijo Bancroft, empezando con su reporte —. Llamé al hospital de su universidad y dicen que no saben quién es. Logré desbloquear su celular. Y... según su celular son las ocho de la noche del 14 de diciembre de 2019, pero nosotros estamos en agosto aún. Sus fotos también tienen esas fechas. Sus mensajes también. Su sim card no funciona, el operador es extranjero. Las fotos que tiene de William, Wallace y Sullivan son de hace cuatro meses. También tiene una foto tuya, en la que estás durmiendo. No reconozco el lugar.

— Yo aparecí en su casa, hace un poco más de una semana.

— Aquí dice que fue hace cuatro meses.

— Ella dijo que para mí había pasado una semana, pero que para ella había pasado media hora. Y cuando aparecí en su casa, en Colombia, el tiempo no pasó normalmente. ¿Qué rayos está pasando, Bancroft?

— No lo entiendo tampoco.

James no pudo dormir bien esa noche, se despertaba a veces y veía a Carolina, removiéndose en el sofá, como si tuviera pesadillas. Al tiempo que se removía también su imagen parecía parpadear, desaparecía y volía a aparecer, siempre volvía a aparecer. A las cinco de la mañana el sueño le pudo más y no se despertó sino hasta las diez de la mañana. Carolina ya no estaba en la habitación. Ahora Bancroft estaba en el sofá, comiendose un sandwich.

— ¿Qué pasó con Carolina? ¿Desapareció?

— No. La envié a la casa. Tú y yo también nos vamos. Le pedí la salida al doctor.

— Por fin. ¿Cómo sigue ella?

— Está un poco más calmada. Aunque todavía se ve nerviosa y preocupada.

Bancroft no lo dejó caminar y lo llevó fuera del hospital en una de las sillas. Entraron en la camioneta negra y blindada que habían comprado cuando iniciaron a meterse en aquellos negocios tan peligrosos. Su celular vibró, nadie lo había llamado en el tiempo que había estado en el hospital, él casi no tenía amigos y los únicos que lo llamaban seguido eran sus asesores financieros y los hombres de la junta administrativa de la empresa de su mamá, de la cual él era accionista mayoritario. La llamada era de Addison.

— ¿Hola? ¿James? ¿Estás bien? Me dijeron que te vieron en el hospital. ¿Pasó algo grave?

— Hola, Addi. No, fue un accidente mientras practicaba mi tiro. Yo estaba con Bancroft y una amiga, así que nada grave pasó.

— Ay, Jesús, no sabes cómo me asusté.

— Ahora todo está bien.

— No me importa, voy a pasar por el hospital.

— No, Addi, en serio, incluso ya me dieron de alta.

— Entonces voy a ir a tu casa.

Intentó discutir con su amiga, pero Addison no dio el brazo a torcer y quedó de pasar más tarde por su casa. Él guardó su celular y vio que estaban entrando ya en su propiedad. Bajó del auto con ayuda de Bancroft y vio que Carolina estaba en el jardín. Estaba agachada, viendo las flores. Tenía un vestido azul, sandalias y un sombrero blanco de ala ancha. Se veía muy bien. James sonrió y miró a Bancroft con una ceja levantada.

— Me tomé la libertad de comprarle ropa, con tu dinero — se disculpó Bancroft.

Vio que Carolina cortó algunas flores y las arreglaba en un ramo, aún no los había visto y él seguía recostado en el auto. Bancroft decidió darle un tiempo a solas y entró en la casa. James se acercó a ella y ella lo miró desde el suelo. Se levantó sonriendo y le mostró el ramo de flores.

— Deja de aparecerte en todas partes — bromeó James.

— Tú deja de ser tan gruñón. Mira, flores para ti.

— ¿Me estás regalando flores de mi propio jardín?

— Sí — sonrió más.

James las tomó y también sonrió. A menudo no recordaba que había flores en su jardín, o que tenía un jardín. Los lugares que más visitaba de su casa eran el estudio, el bar, el gimnasio y su habitación. Los dos caminaron hacia el interior de la casa y ella se quitó el sombrero. Tenía el cabello suelto. Le había crecido desde la última vez que se habían visto. Solo en una semana le había crecido tanto el cabello, para ella habían pasado cuatro meses.

James dejó las flores en el centro de la mesa y los dos se sentaron a almorzar. James le preguntó por la universidad. Ella no pudo contenerse en contarle todo lo que había pasado esos cuatro meses mientras aprendía en el hospital. James terminó pronto la insípida papilla que tenía que comer por órdenes del doctor y Carolina apenas y había tocado la comida de tanto que había hablado.

— También quiero conseguir un trabajo... Pero no creo que me quede tiempo. Creo que un grupo de K-pop va a ir a mi país y quiero ir a verlos, pero las boletas no son exactamente baratas.

— ¿Qué es K-pop? — preguntó James.

— Oh, Dios. No debiste haber hecho esa pregunta — se rio Carolina.

Cambió de silla y se hizo al lado de James. Le pidió prestado su celular y él lo desbloqueó. Carolina pudo ver su imagen de fondo de pantalla. Era una foto de él, más joven, con una muchacha guapa. Él apartó la mirada. "Addison", pensó Carolina, con tristeza. Él amaba a Addison. Fue a You Tube y buscó GOT7. Cruzó los dedos para que el k-pop también existiera en ese mundo. Casi lloró cuando vio que sí existían. El vídeo no alcanzó a reproducirse porque James estaba recibiendo una llamada. "Addison 😍". Carolina le entregó el celular.

— Hola, Jimmy — dijo Addison —. Ya estamos llegando a tu casa.

James le respondió con brevedad y colgó. "Estamos". Iba con el tonto niño pijo de su prometido. Llamó a la señora Morton y le pidió que le trajera otra ropa. James se cambió en la biblioteca y se pasó las manos por el cabello. Se sopló la mano y olió su aliento. Estaba bien, aunque... olía a papilla. ¿Debía ir a lavarse los dientes?

— James — llamó Carolina desde afuera —. Llegaron tus invitados.

— Diablos — susurró.

Salió y vio que Addison estaba en el pasillo, tomada de la mano de su prometido. Quiso golpearlo hasta que le sangrara todo el cuerpo, por tener algo que él nunca podría tener. Addison lo abrazó y le preguntó si sí era seguro dejar el hospital. Él le dijo que nada pasaba. Carolina se removió, incómoda. Addison era preciosa, ojos claros, cabello brillante, cuerpo divino, un rostro de ángel y una sonrisa hermosa.

— Ay, perdón, no quise ser grosera — miró a Carolina.

— Ella es Addison — dijo James y ellas dos se saludaron con la mano —, una amiga de toda la vida. Él es su prometido...

— Harry, un gusto — dijo y besó a Carolina en la mejilla.

— Ella es Carolina — dijo James y vio cómo Addison se volvía a tomar de la mano con su prometido —. Es mi novia.

James la tomó de la mano. Y ambos sonrieron. "¿En qué diablos está pensando este lunático?", pensó Carolina, mientras sonreía.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora