Cierra Los Ojos

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El día había pasado rápido y Carolina se sentía nerviosa, había llamado a James un par de veces en el día, tratando de calmarse. Se miró en el espejo. El vestido azul le quedaba muy bien. Bancroft y la señora Morton habían comprado ropa preciosa, y los tacones no eran tan altos, así que no la cansaban mucho. Repasó su maquillaje, llevaba muy poco, pero se sentía mucho más bonita. Se pasó las manos por el cabello suelto de nuevo y salió del baño.

En la puerta del hospital la esperaba William Jones. Llevaba en su mano un modesto ramo de rosas rojas. Carolina se acercó a él. Se veía guapísimo en su traje negro, no llevaba corbata y se veía descomplicado, y unos cuantos años más joven. William le dio un beso en la boca, no tan efusivo como el anterior, pero aun así cargado de emoción. Le entregó las flores y Carolina sonrió. Solo Johan le había regalado flores una vez, en su cumpleaños.

Los dos entraron en el auto. Carolina había dejado su bolso grande en un locker del hospital y en su pequeño bolso llevaba sus dos celulares, su identificación, el rastreador y el micrófono. William le tomó de la mano en el auto, masajeándosela. Trató de no mostrar su temor, él era tan cautivador que tuvo miedo, tanto miedo de caer bajo sus encantos. Tenía que aliviar la tensión.

— ¿William, no sé si es indiscreto de mi parte, pero cuántos años tienes?

— Recién cumplí los treinta y nueve. ¿Cuántos creiste que tenía?

— Hoy, treinta y cinco.

— ¿Hoy?

— Hoy te ves relajado.

William le dio un beso en la mejilla, por supuesto, estaba relajado, el día anterior había salido el primer cargamento hacia Reino Unido y había llegado a salvo ese día, esa misma mañana. Eso representaba una ganancia gigantesca para él.

— Fue un buen día en los negocios, querida.

El viaje en auto fue un poco más largo que la otra vez, pero entre William y Carolina nunca se acabó el tema de conversación. A William le gustaba que, a pesar de su corta edad, ella podía hablar de cualquier tema con él. Era alguien culta e instruida. Eso le agradaba bastante de la pequeña residente, además era fresca y juvenil, una juventud que él había perdido hacía mucho. Lo hacía sentir calmado también. Además, quería ver lo que había debajo de ese vestido.

El auto parqueó. El conductor salió y después salió William. Carolina aprovechó la ocasión para meter el micrófono debajo de la silla del conductor sin que ninguno lo notara. William le dio la mano para salir y ellos subieron de piso en piso en el elevador hasta llegar a un lujoso apartamento en lo alto de un edificio.

Carolina se sorprendió, era grandísimo y estaba preparado para alguna clase de reunión, aunque todavía no había llegado ningún invitado. William le sirvió una copa de vino blanco a su primera invitada y le comentó que era una reunión del trabajo para celebrar el reciente suceso. Cuando los invitados empezaron a llegar, Carolina fue al baño y encendió la grabadora del celular de James. Volvió a meterlo en el bolso y salió.

La reunión fue fabulosa. William le presentó a toda clase de personalidades, ella iba de su brazo a todas partes, moviéndose como un colibrí detrás del néctar de la flor. William, sin duda alguna, tenía un gran carísma y un increíble poder de atracción. Hacía reír a la gente y los hacía sentir a gusto. Si a Carolina James la hacía sentir en estado de alerta, William hacía todo lo contrario; él la hacía sentir segura.

Durante la reunión se sorprendió a sí misma, mirándolo repetidas veces, sus ojos simplemente viajaban hacia ese hombre. Tenía una sonrisa perfecta, labios rosados y vivos escondidos por la barba. Su piel no era perfecta, pero eso solo le agregaba realidad a su atractividad. En un par de ocasiones, mientras lo miraba, él la miraba a ella. Se ponía roja. Él la miraba de una forma sugerente y cariñosa. Cuando la tocaba, sentía cosquillas. Cuando le hablaba, se sentía en paz.

Después de las diez de la noche la reunión se terminó. Carolina fue al baño, detuvo la grabación de celular y se dio golpecitos en las mejillas para despertar del sopor del vino. Volvió al salón.

Música antigua sonaba, tal vez, Frank Sinatra, Carolina no conocía esa clase de música. En fin, sonaba por el salón y rebotaba de un lado a otro. William tomó su mano y la hizo bailar. Ella bailó con él. No sabía muy bien, pero lo siguió y sus pies no la traicionaron. William se detuvo y la besó de nuevo, como el día anterior, con pasión y necesidad. Carolina abrió su boca para recibirlo, se sentía bien sentirse deseada de esa manera, se sentían bien sus brazos fuertes alrededor de ella. "Esto no es real", pensó esa impertinente voz dentro de ella, "así que no importa qué hagas, solo disfruta."

William la condujo a una habitación. Se estaba quitando el saco mientras la besaba. Ella dejó caer su bolso. Se sintió traicionera. James también le gustaba, le tenía cariño, pero William tenía tanto fuego que no dejaba nada en pie. Los dos se acostaron en la cama y él se quitó la camisa. Giró los ojos. Por supuesto, era guapísimo, como cualquier buen villano de Wattpad. Siguieron besándose y William metió la mano debajo de su vestido, tocándola. Carolina gimió. Él le quitó el vestido y siguió besando su piel. Él besó su cuello y torso, mientras su mano exploraba hacia el sur. Carolina cerró los ojos, para poder disfrutar de ese placer, y en su mente aparecieron los ojos azules de James.

Se levantó de la cama de un salto y se puso su ropa de nuevo, mientras ignoraba las preguntas y las disculpas de William. Había llegado demasiado lejos, demasiado. No sabía cómo iba a mirar a James a los ojos de nuevo. Fue corriendo al ascensor. William la persiguió, con el torso todavía desnudo y el cabello revuelto por la pasión. No era capaz de dejar ir a su flor de nuevo.

— No te vayas — le pidió, le rogó a la joven.

La vio derramando un par de lágrimas. Era muy joven, tal vez ella se había sentido forzada. No sabía qué hacer. No podía perder su flor otra vez.

— Lo lamento — dijo William.

— Soy yo la que te debe una disculpa — replicó y cerró la puerta del ascensor.

Salió a la calle. Era de noche y casi no había nadie, sintió el frío nocturno. No veía taxis, no conocía ningún número de una empresa de taxis y no se sentía lo suficientemente bien como para ver a James. Su peor enemigo la había besado, la había tocado y ella había disfrutado de ese placer. Casi había tenido sexo con él y con gusto. Se llamó "perra" a sí misma mientras caminaba sola en la calle casi vacía de Londres. Por fin se atrevió a llamar a Bancroft después de media hora deambulando.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora