Sh¡t, maybe I miss you

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La puerta se abrió violentamente y Carolina botó el lápiz por reflejo. Un hombre grande, con un pasamontañas estaba en la puerta, tenía un rifle colgado y en sus manos un revolver. Carolina se levantó, sosteniendo la hoja de su carta a Johan. La apretó junto a su pecho. La historia se repetía. Ella era la nueva Margaret de William, ahora era su turno de morir.

El enmascarado guardó su arma y se quitó el pasamontañas. Carolina apretó todavía más la carta. Le habría dolido menos un balazo, no podía ver los ojos de esa persona. James miró por toda la habitación, como buscando algo, después le habló.

— Felicidades por el compromiso. ¿Dónde está tu prometido?

— William no está. Está en Francia.

— Está bien, lo esperaré — dijo James y se sentó en la cama.

Desarmó su pistola y la volvió a armar, lentamente, sabiendo que Carolina detestaba las armas. Incluso William le había pedido a sus empleados que no mostraran excesivamente sus armas en frente de ella por eso. Era una prisionera, pero la tenía mimada.

— Es mejor que te vayas — dijo ella —. Los guardias no tardarán en hallarte.

— ¿Vas a delatarme?

Ella no respondió. No lo iba a hacer. Si lo encontraban allí no lo matarían, pero le harían mucho daño.

— ¿Así que viniste a tener dinero y poder junto a William? ¿Ese fue siempre tu plan? — preguntó James.

— No es como si yo estuviera aquí porque quiera estar al lado de él — replicó ella, conteniendo su ira —. Yo quiero volver a casa.

Vio su carta arrugada y se sentó en el tocador de nuevo. Pasó la mano sobre ella para dejarla lisa. Se vio en el espejo. Tenía una bata de satin sobre una camisola de seda. William la veía así cada noche y cada mañana. Suspiró. Ahí estaba James. Si él se enteraba de lo que ella estaba haciendo, se la llevaría. No podía decirle la verdad.

— ¿Estás atrapada de nuevo en mi mundo? — preguntó.

— No. Puedo irme cuando quiera.

— ¿Entonces?

— William me propuso un trato que no pude rechazar — susurró.

Últimamente nunca alzaba la voz, se había vuelto parte de su rutina de defensa. A veces cometía acciones imprudentes a ojos de William, por eso había aprendido a hablar con una voz tranquila y no muy alta, aunque clara, porque William parecía detestar escucharla balbucear.

— James, vete. El último mes William te ha tenido misericordia, gracias a que... Está feliz por el compromiso.

Se levantó de la silla del tocador y fue hacia James. Algo en su interior tembló, pero no pudo verlo a los ojos aún. No quería, no cuando no podía ir con él, no cuando se seguía sintiendo culpable. Se sentó a su lado y tomó una de sus manos, la mano libre, la que no tenía el arma. Tenía callos de tanto sostener armas. Lo único que hizo fue mirar su mano entre las suyas.

James no sabía qué pensar. Cuando había descubierto con quién se iba a casar William, sintió que el mundo se había venido abajo de nuevo. Pensó que ella siempre lo había traicionado y al encontrarla así... Solo lo había confirmado. Pero allí estaba, sosteniendo su mano como si no hubiera nada más en el mundo.

— Vete, vete tan lejos como puedas. Ve a vivir. Vete y sé feliz, cámbiate el nombre, sé la persona que no has podido ser. Por favor, James, vete lejos de nosotros y jamás vuelvas.

James se levantó de la cama y se soltó de su mano. No la entendía. Había algo que le estaba ocultando. Ni siquiera lo había visto al rostro, tenía sus ojos rojos y sus manos temblaban. Además estaba tan delgada, tenía ojeras, sus piel se veía gris. Ni siquiera se le hacía atractiva, sólo le daba tristeza.

— ¿Qué te ha hecho William? — preguntó.

— Nada. William ha sido bueno.

— Carolina... ¿Por qué no te vas?

— No te importa, James.

— Estás mal. Mírate. ¡Estás mal! ¡Ve a casa! ¡William no te merece!

— Tú no entiendes, James. No entiendes qué es amar como yo lo hago — Carolina lloró. Por primera vez lo miró a los ojos, se secó las mejillas —. Quiero que el hombre que amo tenga un final feliz. Así que vete, James, y no vuelvas a meterte en el camino de William.

— Debí haberlo sabido antes. Eres igual de débil que mi madre.

James levantó el arma, apuntando a la bombilla de la habitación. Disparó. Carolina gritó por el susto y se quedó en la oscuridad, escuchó la puerta abrirse y cerrarse. James se había ido. Después de un par de minutos había hombres de seguridad revisando cada lugar de la habitación, resguardando el perímetro. Cambiaron la bombilla y le avisaron que el intruso había logrado escapar.

Carolina vio que su carta para Johan ya no estaba en el tocador. James se la había llevado. Maldijo por lo bajo. No había escrito nada muy claro sobre su trato con William, pero James no era estúpido. Iba a descifrarlo y se iba a poner mucho más testarudo. Miró el capítulo en su celular, pero no había nada que lograra decirle qué haría James con esa información. Tendría que esperar hasta el siguiente capítulo.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora