Subasta

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Estaba viendo por el espacio entre las cortinas hacia el edificio del otro lado de la calle. Bancroft estaba en la otra ventana, con los vinculares. Gracias a la información que les había dado Carolina habían empezado a espiar al doctor Adam Sullivan. Supuestamente era un filantropo y encabezaba Misiones humanitarias, pero tenían varios esqueletos en el closet.

Había pasado una semana desde que se había aparecido en la habitación de Carolina, pero eso no se lo había contado a Bancroft, porque no entendía cómo había pasado. Él se había desaparecido de allá a las ocho de la mañana, pero regresó a Londres y eran las cinco de la mañana. No tenía sentido. Londres le sacaba cinco horas a Colombia. Si eran las ocho de la mañana en Colombia, en Londres era la una de la tarde. Había confirmado dónde se encontraba, mientras ella se bañaba había utilizado el computador.

Dejó de pensar en eso. John Wallace y Adam Sullivan habían llegado a la subasta. Llegaron otras personas, bastante discretos todos ellos y con prendas nada vistosas. Había sido apropiado el consejo de Bancroft de ponerse un traje sencillo. Cuando dejaron de llegar los invitados, se dieron una mirada. Era hora de entrar a la subasta.

Cruzaron la calle y se metieron por un callejón lateral del edificio. Bancroft subió primero, saltando como un mono por algunos obstáculos hasta que llegó a una repisa y abrió la ventana. Miró el pasillo y le hizo una seña a James. James trató de imitar lo que había hecho Bancroft y lo hizo sin ningún percance. Entró al edificio por la ventana.

Caminaron por el pasillo. Se encontraron con uno de los guardias del evento y James los aplacó en un par de segundos y sin hacer ruido. Le ató las manos y lo encerró en un armario de limpieza. Siguió caminando, con Bancroft liderando la marcha. Hasta que llegaron a una oficina desde la que se veía el salón en donde se estaban reuniendo. La subasta hasta ahora empezaba, había decenas de objetos para ser subastados, muchos eran robados, esos eran precisamente los más valiosos.

Bancroft y James observaron a los invitados, intentando ver a William Jones. Las mesas estaban conformadas por tres personas, comían tranquilamente mientras compraban artículos por millones de libras. James reconoció a Adam Sullivan, acababa de comprar un pequeño broche por diez millones de libras esterlinas. Un hombre se levantó de una mesa hacia el centro y le dio la mano para felicitarlo.

— William Jones — susurró James, sintiendo la ira correr por sus venas.

— Si no lo atacamos ya, podríamos perderlo — dijo Bancroft —. No sabemos por cuál salida se irá, ni cuántos guardias tendrá en el camino.

— Hagámoslo — dijo James.

— Es una misión suicida — advirtió Bancroft.

— Lo sé. Bancroft, gracias por todo.

James golpeó a Bancroft con el rabo del arma y lo volvió a golpear en la cabeza para dejarlo inconsciente. Era una misión suicida, pero era su misión suicida. Era su vida y su destino los que estaban marcados por la venganza. Cerró la oficina y caminó a la sala de reuniones.

— James — alguien lo sostuvo de la muñeca, le impedía seguir caminando.

Carolina había acabado de aparecer. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y le negó con la cabeza.

— Por favor, no lo hagas. Hallaremos otra manera.

James se soltó de su agarre. Le puso una mano en el hombro.

— No te metas — pidió, tragó y caminó rápidamente hacia el centro de la sala.

Sacó el arma y le apuntó a William Jones, el responsable de la muerte de su madre. Taggard, al lado de William, pateó la silla de este y la bala dio en la mesa. William cayó en el suelo y pudo ver quién era la persona que había disparado. Era el hijo de Margaret. Su jefe de seguridad le disparó al muchacho antes de que William se lo prohibiera.

William Jones se levantó y le quitó el arma a Taggard. Le ordenó que llamara una ambulancia y ambos se fueron. Los demás asistentes también se fueron, pronto llegaría la policía.

Cuando vio que los hombres armados se habían ido, Carolina corrió hacia James. Bancroft llegó un par de segundos después. Había sangre en su rostro. James apenas respiraba y no podía enfocar la mirada. "No sé dónde ha dado la bala", pensó Carolina. Hacía poco al hospital había llegado un herido de bala, había sido su primera vez viendo algo así. Lloró. No quería que James muriera frente a ella.

— ¿Qué hacemos, Bancroft? ¿Qué hacemos? — lloriqueó.

Tocó la herida de James. Estaba tan lleno de sangre. Tenía que respirar, calmarse, ayudarlo. Tomó una botella de vodka de la mesa del bar y volvió a James. Le quitó la camisa y con un trapo mojado de vodka limpió la herida. La sangre había dejado de salir tan profusamente. Eso era bueno, la hemorragia se estaba deteniendo. Mojó un par de cuchillos en vodka.

— Perdón — susurró.

Abrió un poco la herida con los cuchillos para mantequilla para ver exactamente qué tocaba la bala. James gritó de dolor. Parecía que había vuelto un poco su conciencia.

— Tienes suerte — se rio Carolina, aún nerviosa —. Creo que no te tocó ninguna vena importante, apenas pasó al lado del hígado y se quedó ahí. Es mejor que alguien más la saque, sin embargo — miró a Bancroft —. No lo vayas a dejar solo, estoy desapareciendo - susurró. A lo lejos escuchó una sirena de policía o de una ambulancia.

Se acercó al rostro de James. Beso su frente.

— No hagas más tonterías, James — dijo y desapareció.

Los servicios médicos llegaron pronto y llevaron a James al hospital, en donde le sacaron la bala y le dijeron exactamente lo mismo que Carolina le había dicho. Había tenido suerte. Además, alguien le había dado buenos primeros auxilios.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora