Big Ben

25 5 0
                                    

James conducía por las repletas calles. Pudo haber matado a William, lo tenía en la mira la primera vez que había besado a Carolina. Entonces ella se separó bruscamente y los vio besándose de nuevo. En parte se alegró de no haberle disparado en frente de Carolina. Él sabía qué se sentía ver morir a alguien en frente de ti. Era evidente que ella le tenía aprecio a William, por como se había despedido de él. Verlo morir por su mano hubiera sido traumático.

Ella estaba abrazada a sus rodillas, mojada, se había descalzado, estaba enviándole a Bancroft las fotos que había hallado en la oficina de Sullivan.

— William está usando refugiados de las guerras en África para traer las piedras preciosas — dijo Carolina —. Lo mejor sería averiguar cuándo vendrán los próximos refugiados y a dónde llegarán.

— Gracias — le dijo James —. Lamento que hayas tenido que pasar por eso. De verdad, gracias.

— Quiero volver a mi casa.

— No te vas a ir de Londres sin primero dar un paseo. ¿Te parece?

Ella solo alzó los hombros. Ya no le importaba. La lluvia había disminuido cuando parquearon. James le pasó la ropa de cambio que había llevado en el auto para ella. Ella se cambió en frente de él, indiferente. James se bajó del auto y ella se bajó detrás de él, ya cambiada, seca y más caliente.

James le dio un recorrido por el palacio de Buckingham, el Hyde Park, la torre de Londres, el puente de la Torre, la abadía de Westminster, el parlamento y el Big Ben. Él había intentado animarla con fotos y ella sonreía y a veces parecía que se olvidaba de lo que había pasado con William. El día estaba aclarando y el sol lo calentaba todo.

Carolina se detuvo y vio con detenimiento el Big Ben. Escuchó la campana. Era la una de la tarde. Recordó un libro de Virginia Woolf que había leído, La Señora Dalloway. Esos meses que había pasado sin actualización de Ineffable Vengeance había leído muchos libros que se ubicaban en Londres. La señora Dalloway había sido uno de esos y el Big Ben se lo recordaba.

Tomó el brazó de James y fueron de nuevo hacia el auto. Cuando llegaron a su casa, el comedor estaba listo y Bancroft los recibió. Él iba a hablar sobre William, pero James lo cortó. No quería escuchar nada sobre ese hombre por ahora. Almorzaron los tres juntos. James se mostró más animado que de costumbre, sobre todo para subirle el ánimo a Carolina. También porque no quería que se fuera. Tal vez estaba siendo tan egoísta como William. Durante un momento del postre, tuvo pena de sí mismo.

Al finalizar la comida bajaron al bar solos los dos, Bancroft dijo que iba a trabajar. James sirvió dos copas de vino y caminaron a la sala de cine. Carolina se rio, con algo de tedio. Por supuesto, la casa tenía una sala de cine, porque James era asquerosamente rico. Los dos brindaron y pusieron una película que ninguno vio, porque a ninguno de los dos le importaba. Solo querían hablar con el otro mientras había oportunidad.

Carolina se había dormido en el suelo alfombrado. James acarició su rostro. Sonrió con tristeza. ¿De verdad no iban a volverse a ver? ¿Por qué? ¿Qué le impedía a él viajar a su país? Nada. Tenía dinero, tenía ganas, tenía el motivo.

Alguien golpeó en la puerta. James caminó hacia la puerta. Bancroft estaba afuera. Le informó que después de haberse ido con Carolina, William fue a hablar con Adam. Carolina había puesto un micrófono en esa oficina y lo que tenían, más las fotos, era oro puro.

James cerró la puerta. Fue al bar y se sirvió una cerveza.

— Ella se va a ir, Bancroft. Sigo pensando que puedo ir detrás de ella, viajar a su país, pero ella habla de nosotros como si estuviéramos en universos diferentes. Ella misma ha dicho que el tiempo no pasa igual para los dos.

Bancroft no supo qué hacer. Tenía una información que no sabía si debía compartir. No sabía cómo hacerlo sin que Carolina se enterara. Le rogó al cielo que esa conversación se quedara entre ellos y le contó a James. Al principio el joven no lo aceptó y se enojó, pero después, gracias a Bancroft, aceptó que en realidad eso no importaba. Todos se encontraban atados al mismo caos y la imposibilidad de cambiar su destino.

Sin embargo, James siempre había sido ambicioso. Mientras Carolina dormía empacó una maleta para él y la de Carolina con todas sus cosas. Casi en la noche fue a despertarla. La urgió para que se alistar a rápido. Él le pasó la maleta.

— ¿A dónde vamos? — bostezó ella.

— A tu ciudad.

— Pero no sé cómo — dijo ella.

— Concéntrate en casa — pidió James.

Carolina vio sus ojos claros. No quería dejarlo, pero él parecía que se iba a ir con ella. ¿Y si no era capaz de llevarlo con ella? Tomó las manos de James y pensó en casa, en el restaurante en el que había comido con Johan y en la pelea que habían tenido. Quería disculparse. También quería ver a su mamá y a su hermano. Se acercaba navidad. Haciendo cuentas, había estado en la historia por seis días, es decir que habían pasado por lo menos dos días.

Cerró los ojos y se concentró con más intensidad en su ciudad, en su hogar.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora