Parque

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"OMG, ya quiero saber qué pasa", escribió Carolina en los comentarios del capítulo. Por supuesto, su comentario se perdería entre los otros miles que habían ya.

Dejó su celular a un lado y se terminó de poner rimel. Johan la había invitado a salir. Como no quería seguir leyendo la historia y llegar al final, la invitación de Johan era ideal para distraerse. Johan no era nada del otro mundo. Era su amigo del colegio con el que se siguió viendo después de graduarse. El mensaje le había llegado cuando empezó a leer el capítulo. Detestaba salir a la calle con el cabello mojado y había tenido que secar su cabello, lo que era un fastidio, porque ella también detestaba secarse el cabello. Le gustaba tener suficiente tiempo para que su cabello se secara al natural.

— ¡Mamá, voy a ir a ver a Johan! ¡Vuelvo antes de las ocho! — gritó en la puerta y salió.

Era mejor pedir perdón que pedir permiso. Caminó un par de cuadras y llegó a la estación del Metro. Pagó su pasaje y corrió para alcanzar el metro que acababa de llegar. Era solo un par de estaciones, podía haber caminado, pero Johan siempre había sido impaciente. Salió de la estación, caminó un par de minutos y pudo verlo en el parque, metiendo los pies descalzos entre la arena. Corrió hacia él y lo abrazó por la espalda.

— Hola, señor Díaz.

— Hueles a guardado — bromeó él —. No me toques, seguramente las polillas ya te dejaron llena de huecos.

— Qué amargado. He estado afuera. Ayer estuve leyendo en la terraza.

— Eso no es salir, esto es salir — dijo, señalando el parque lleno de familias y vendedores.

Hacía una bonita tarde en Medellín, el sol que pasaba entre las hojas de los árboles que rodeaban el parque le recordaban a Carolina las tardes de las costas italianas, nunca había ido, pero una de las historias que había leído recientemente mencionaban italia, los personajes pasaban allá su luna de miel. Se quitó los zapatos y metió sus pies descalzos en la arena, se sentó al lado de Johan.

— Hola, muchachos — dijo un vendedor ambulante, en sus manos tenía un tablero del cual colgaban anillos y pulseras —. Mire, muchacho, para la novia, una manillita. Son de buena calidad.

Carolina se tragó las ganas de decirle que no eran novios, siempre los confundían.

— Mira, te voy a hacer un regalo, para que después no digas que no te doy nada — le dijo Johan.

Eligió una pulsera negra con piedritas negras brillantes con una pepita roja en forma de corazón en el centro. Johan le pagó al vendedor. Valía lo mismo que una Coca-Cola. Carolina se rio y le quitó la pulsera de la mano, se la puso y la vio.

— Cuando consigas trabajo, vas a tener que comprarme mejores cosas, Johan. El amor no puede subsistir con esta pobreza.

— Menos cuando mi novia es tan fea.

— Idiota — replicó, empujándolo.

Se volvieron a poner los zapatos y entraron al Centro Comercial que estaba cruzando el parque. Primero comieron un helado mientras se quejaban de que ya se habían acabado las vacaciones. Los dos estudiaban en la misma universidad. La Universidad de Antioquia, justo al lado del parque. Ese era su lugar de reunión por excelencia. Johan estudiaba ingeniería mecánica y Carolina estudiaba medicina. Sus carreras eran tan demandantes que a veces les quedaba muy difícil encontrarse así fueran unos minutos. Así que la mayoría de veces que podían verse quedaban de encontrarse en el parque, fuera de la universidad para sentirse libres y cerca para poder volver rápido.

— ¿Has estado leyendo algo interesante? Sigues bloqueando y desbloqueando tu celular.

— Sí. Es interesante. Se llama Ineffable Vengeance. El protegonista se llama James y es DIVINO. Creo que el malo es William Jones. James es inglés.

— Se me hace que es un imbécil.

— No. Solo que está ocupado con la venganza. Han mencionado varias veces a su mamá, por lo que creo que la está tratando de vengar a ella.

— Basta de libros por ahora. ¿Qué película quieres ver? ¿Ya te viste la de Quentin Tarantino?

— No. Veamos esa.

Ella hizo la fila para comprar los boletos mientras Johan fue a comprar las palomitas de maíz y las gaseosas. Carolina bostezó de nuevo y miró las otras películas de la cartelera. Sí, no había nada más que le interesara o que ya no se hubiera visto. Johan regresó con la comida cuando ella ya tenía las boletas. Caminaron juntos a la sala de la función hablando de otras películas de Tarantino. Carolina vio la manilla en su muñeca. De verdad quería mucho al bobo de Johan.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora