Sueño

23 5 0
                                    

Cuando regresó al mundo real, seguía en uno de los baños de la universidad. Podía sentir aún el sabor del vino y del cordero en su boca. Buscó su cepillo de dientes y encontró algo en uno de los pequeños compartimentos de su maleta. Era un pequeño disco metálico con una lucecita roja. ¿Era un rastreador? ¿Bancroft le había puesto un rastreador? Lo volvió a dejar donde estaba. Qué idiotas eran esos dos.

Se cepilló los dientes y miró la hora en su celular. Iba tarde a su clase. Cuando salió del baño vio que algunos de sus compañeros caminaban tranquilamente hacia la clase que tenían. Alcanzó a uno y le preguntó qué hora era.

— Faltan diez minutos para las dos — respondió.

Carolina caminó con ellos a la clase. Había estado casi dos horas en la historia, pero sólo habían pasado treinta minutos en el mundo real. A los quince minutos de empezada la clase empezó a bostezar. Casi deseó no ser de los mejores, así podría ir a su casa a dormir en vez de ir al hospital. Salió quince minutos antes de que terminara la clase para poder llegar a tiempo al hospital y en el camino se tomó un gran vaso de café.

Intentó mantener su postura y no bostezar mientras seguía a su profesor por el hospital, pero a veces cuando él no la veía, ella aprovechaba para restegarse los ojos. Cuando salió y subió al Metro, cabeceó y casi se pasó de estación. Decidió irse a dormir y levantarse temprano para hacer tareas.

Se acostó en su cama y se hizo bolita. Parpadeó lentamente. James también parpadeaba con cansancio. Lo vio bostezar. Él la vio y frunció el ceño, pero estaba muy cansado para hablar. Carolina pasó una mano por su cabello.

— Duerme, James — susurró y ella se quedó dormida.

La alarma la despertó. Se sentó y pasó una mano por su rostro. Afuera todavía no amanecía. Sonrió, había soñado con James. Se removió en su cama y lo vio. James estaba semidesnudo en su cama. ¡En el mundo real! ¿Cómo había llegado James Dawson al mundo real? Salió corriendo de la cama y miró a todas partes.

Puso una mano sobre el hombro de James e intentó despertarlo.

— Déjame en paz — farfulló James, sin despertarse.

— James, estás en mi habitación. Tú llegaste aquí. ¿Cómo llegaste?

James no le hizo caso, tenía mucho sueño. Carolina reviso su celular. Mientras dormía la autora había subido otro capítulo, pero no podía abrirlo, como los otros dos de antes. ¿Ella había logrado llevar a James al mundo real? Carolina le puso seguro a su puerta. James había dormido toda la noche a su lado.

Como no podía hacer nada más y James no se despertaba, decidió sentarse a hacer tareas. Su primera clase la tenía a las nueve de la mañana, demoraba veinte minutos hasta la universidad, otros veinte comiendo y alistándose, por lo que tenía tres horas con veinte minutos. Más que suficiente.

A las siete su mamá y su hermano salieron de la casa. Ella se despidió sin abrir la puerta, James todavía estaba en su cama. Se veía tan guapo que le tomó una foto y se rio en silencio. Se volvió a sentar en su escritorio y terminó su trabajo antes de las ocho. Bostezó y estiró los brazos.

Fue a la cocina, corto papaya y mango y puso todo en dos platos. Fue a su habitación. James todavía dormía. Intentó despertarlo de nuevo y esta vez él abrió los ojos.

— ¿Dónde estoy? — preguntó.

— En mi casa en Medellín. No sé cómo llegaste. Toma, desayuno — le pasó el plato lleno de fruta.

Él dudó unos segundos, pero al final aceptó la comida. Vio la pequeña habitación de Carolina, todo estaba organizado menos el escritorio, que estaba lleno de libros y papeles. Probó la fruta. No es que nunca hubiera probado mango o papaya, pero no eran frutas muy comunes en Londres. Además, tenían mucho más sabor que las que él había probado antes.

— Pareciera que nunca hubieras comido - le dijo Carolina, vengándose por el comentario de la cena.

— En mi país no saben así las frutas tropicales. ¿Todas las frutas aquí saben así?

— Incluso mejor — respondió Carolina.

Estaba orgullosa de vivir en su país, él podía ser rico, pero ella vivía en un lugar que los europeos habían considerado el jardín de Edén. James se levantó de la cama y siguió comiendo mientras revisaba la habitación con un poco más de detenimiento, viendo el contenido de los papeles en el escritorio. Carolina tuvo que desviar la mirada. Nada cubría el pecho de James y su pantalón de pijama se descolgaba, dejando ver la "V" de la parte baja de su abdomen.

— Gracias — le dijo a Carolina, devolviéndole el plato.

— De nada — dijo, sin verlo todavía.

Ella y James salieron a la sala. Ella le pasó ropa de su papá que había dejado después del divorcio y ella se metió al baño. Salió en poco tiempo y encontró a James vestido con ropa común. Se rio. Todo era de su talla, más o menos, pero él no parecía cómodo.

— No te puedo dejar solo en mi casa, vamos — le dijo ella.

Tomó su maleta y lo empujó fuera de la casa, cerró la puerta con llave y cuando se giró para guiarlo al Metro él comenzó a desaparecer.

— Qué mierda — dijo él, viendo que sus manos se evaporaban.

James desapareció en frente de sus ojos. Carolina suspiró y caminó hacia su clase. Lo único que le quedaba era esperar un nuevo capítulo o soñar. 

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora