Huir

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— ¡Tiene que ser antes de la boda! — gritó James.

— La seguridad será máxima. No podrás acercarte — trató de apaciguar Bancroft.

— ¿Debo dejar que se case con él?

— Sí. Nuestra mejor oportunidad será cuando ambos decidan salir de Londres.

Bancroft no dijo toda su información. No sólo tendrían que esperar a que salieran de Londres. Probablemente la oportunidad de volar la seguridad no se diera en meses. Pero no dijo eso para no alterar más a James.

— Esto es estúpido.

— No, no lo es. Déjame seguir. William no querrá apartarse mucho de Londres por ahora, ya que alteraste mucho sus negocios. Lo más probable es que vaya a su casa de campo en Cambridge.

— Recuerdo esa casa.

— Yo también. Esa es una ventaja si él va a ese lugar. Conocemos el terreno.

— Pero... Bancroft... Yo no quiero que ella se case con él.

Bancroft suspiró, claro que él no quería eso, pero no podían detener la boda. Ellos estaban solos y no podían superar la seguridad que William seguramente tendría en el lugar. Era imposible.

— Tendrás que aguantar, James.

En ese momento una alerta sonó en el celular de Bancroft. Él sacó el celular y vio la notificación.

— Carolina acaba de salir de la propiedad. Tal vez esta nuestra oportunidad antes de la boda.

Los dos recogieron sus armas y subieron al auto. James había visto sobre el tocador los dos celulares de Carolina. Uno era el mismo modelo viejo que ella tenía en su mundo. El otro era el iPhone que él le había regalado. Bancroft la monitoreaba desde entonces. Hasta ese día no había salido de la propiedad de William, que ahora tenía el triple de seguridad debido a la intromisión de James. Bancroft condujo y se detuvo cerca de un restaurante japonés que desde afuera se veía muy modesto.

A unas cuantas decenas de metros vieron un auto negro con vidrios polarizados. William y Carolina bajaron del auto después de un par de guardaespaldas. Los dos vestían de manera informal, se veían cómodos y relajados. James usó los vinoculares. William parecía el bastardo más feliz de la tierra y Carolina mantenía una expresión neutra. Se fijó en las manos entrelazadas. Carolina tenía una venda en la mano. Todo lo demás se veía bien. Excepto porque su enemigo de toda la vida estaba a un día de casarse con... ella. La persona que lo amaba a él se iba a casar con su padre biológico.

— ¿Deberíamos entrar a matarlo?

— No. Tenemos que buscar la manera de sacar a Carolina de allí - Bancroft giró los ojos, James era muy impulsivo.

— ¿Cómo?

— El baño.

James dejó los binoculares y pensó en la última vez en la que estuvo en un baño con Carolina. Había sido en Ascot. Habían estado abrazados por unos minutos, escuchando la conversación de Wallace y Sullivan. Entonces él la había amenazado. Golpeó la puerta con rabia. Si tan solo no hubiera sido tan idiota.

— Explícate — pidió James.

William y su novia se sentaron en frente de una gran plancha. Un hombre asiático de unos cincuenta años estaba al otro lado, con unos cuchillos en las manos. Saludó y les ofreció la carta. Cuando William y Carolina pidieron, el cocinero comenzó a hacer show de su cocina. Carolina no pudo evitar aplaudir al final de su performance, había sido increíble, nunca había visto a nadie hacer eso. William aplaudió con ella, pero mirándola con alegría. Era la primera vez, desde que estaba a su lado, que veía algo de luz en ella.

Por primera vez en lo que parecían siglos, ella y William hablaron, como si nada malo hubiera pasado entre ellos y como si James no existiera. Incluso ella se rio de un mal chiste de William. Era así como le gustaba, como una brisa, como una cascada, como una fuerza de la naturaleza; no como una víctima, no como su víctima.

— ¿Deberíamos ir a casa? — preguntó William.

— Supongo, mañana es el gran día. Voy a lavarme las manos. No demoro - dijo ella, saltando de la silla y caminando hacia el baño.

William la vio caminar. Era tan joven que le provocaba volver a tener esa edad para vivirla con ella. Se preguntó si hubiera sido diferente si hubiera crecido con ella y no con Margaret, si Carolina de alguna manera hubiera logrado cambiarlo o ayudarlo a no tomar el difícil camino en el que ahora estaba. Probablemente, porque a pesar de lo parecidas que eran, Carolina tenía algo que Margaret no. Algo en su voluntad era más fuerte, algo en ella se sentía menos superficial.

Carolina se vio en el espejo del baño. Se veía extrañamente feliz. No sabía por qué se sentía feliz exactamente. William había pedido perdón, pero las cosas que había hecho eran horribles, nada le aseguraba que la escritora no volvería a obligarlo a hacerlas de nuevo. Pero si vivía el resto de su vida negando lo bueno de él, entonces sería infeliz para siempre. En cambio, si aceptaba su destino, tal vez hallaría felicidad. Tal vez si trataba a William como alguien con dos personalidades... El verdadero William y la marioneta. Era la única salidad.

Por el espejo, Carolina vio que de uno de los compartimientos del baño salía James. Se giró y lo vio de verdad. Estaba allí. Se paralizó. ¿Qué hacía allí? Apretó su mano en un puño. Recordó el dolor de la quemadura. James estaba en peligro, ella estaba en peligro. James caminó hacia ella y la abrazó. Cerró los ojos con algo de temor. No quería ni pensar en qué pasaría si uno de los guardias de William abría la puerta en ese instante. Le devolvió el abrazo a James.

— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste? — preguntó, separándose y viendo la puerta.

— Vine por ti, me metí por la ventana. Vi la carta, tontita — James sonrió.

Carolina primero vio a la ventana, estaba en un segundo piso, ni siquiera sabía cómo había hecho para meterse. Seguramente se había metido con la esperanza de que ella fuera al baño, sin ninguna certeza de que lo haría.

— ¿Viniste por mí?

— Sí — giró los ojos.

— James, si William... Va a matarte si sabe que me fui contigo.

"La autora lo obligará", pensó. La idea de dejar a William le provocaba cierto desasosiego, se preguntaba qué pasaría con él cuando ella se fuera.

— Por eso quiero que nos desaparezcas. Llévame a tu mundo, como planeamos antes. Él nunca podrá alcanzarnos allá.

— Soy una idiota. Debí haber pensado en eso cuando llegaste a la casa.

— Hazlo ahora. Ya me despedí de Bancroft.

— Está bien, James.

Carolina tomó las manos de James y se concentró en su familia y en Johan, era hora de irse a casa. Abrió los ojos después de unos segundos, seguía en el baño. Otra vez lo intentó, pero nada pasó.

— No lo entiendo — susurró —. La última vez que lo intenté funcionaba.

Alguien golpeó a la puerta del baño. James y Carolina saltaron del susto, pero la puerta no se abrió.

— Señora Caroline, ¿está bien? — era Taggard.

— Sí, Taggard, solo un momento.

Intentó irse a su mundo otra vez, pero no desaparecía. Taggard llamó de nuevo. Si no salía, él iba a entrar. Le dio un beso en la boca a James. Había extrañado hacer eso, aunque, sinceramente ya no se sentía igual que antes. No sabía si era ella o el mundo, pero había algo que faltaba en ese beso.

— Te espero en mi boda. No llegues tarde — le ordenó a James en un susurro y salió.

James se quedó con la palabra en la boca. Bancroft había dicho que no podían ir a la boda. Golpeó la pared y salió por la ventana, haciendo malabares para llegar al suelo. Escondido en la esquina, vio desaparecer el auto de William. La próxima vez que se vieran, ella sería la esposa de William Jones.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora