Hoyo En Uno

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Ascot aún no se encontraba lleno de personas, ni periodistas, era hasta ahora jueves en la mañana y James podía concentrarse en limpiar su arma en la tranquila sala de la casa que había alquilado durante el fin de semana. Hacía tiempo habían vendido la casa en Ascot. No era una propiedad que él necesitara, empezando con que las carreras de caballos nunca habían sido lo suyo. Sin embargo, no podía negar que extrañaba jugar golf en el Royal Ascot Golf Club. Todos estos eran lugares de ricos. James ensambló el arma y por un segundo tuvo una especie de remordimiento. Había estado llevando una doble vida por diez años. En una de ellas era un joven heredero rico y social. Por otra era un hombre vacío y enteramente entregado a una venganza que lo llevaría a la muerte o a la locura.

— ¡Bancroft! — llamó.

Su empleado llegó unos segundos después, ya no cojeaba y el cansancio que había demostrado siete días atrás estaba desapareciendo sin rastro alguno. James se alegró por eso. No solía demostrarle cariño a Bancroft, pero era como un tío para él. Además, Bancroft le había enseñado todo lo que él sabía: pelear, disparar, discutir, no rendirse jamás. James guardó el arma en la parte trasera de su pantalón.

— Vamos a jugar golf. Tal vez me encuentre a algún actor, como hace un año.

Antes de salir de la sala, James vio de reojo que la misma mujer de antes estaba sentada en el sofá, de nuevo en el celular. Antes de que él saliera, ella lo miró, lo recorrió con la mirada, lo examinaba como a un ser extraño de las profundidades del planeta.

— James — ella sonrió, no como a un extraño, sino como a un amigo.

James salió de la sala, incómodo, ahora su alucinación decía su nombre. Afuera hacía un buen día y no parecía que fuera a llover. Subió al asiento del conductor y dejó que Bancroft conduciera. No quería tener una alucinación a la mitad del camino y tener un accidente. Bancroft no dijo nada, pero supo que algo le preocupaba a su joven jefe. Condujo calmadamente por las calles de Ascot hasta el Club Real de Golf de Ascot. James se bajó de inmediato, Bancroft le dio las llaves al empleado y ambos entraron al club. Bancroft llevaba con él sus palos, James agradeció, porque él no había tenido la mente para acordarse de algo tan primordial.

El caddie que los acompañó en el campo era un veterano del Club y conocía a James desde su infancia, cuando su mamá solía llevarlo al Royal Ascot, el evento de la realeza, y pasaban una semana o dos en Ascot jugando golf o visitando los hermosos paisajes o el castillo de Windsor. James saludó a Prescot con un fuerte apretón de manos. El hombre lo felicitó por haber crecido tanto, James rechazó la felicitación con una risita típica de los niños ricos de Londres, como él. La de todos era fingida, al menos en eso James se parecía a ellos.

Estiró los brazos cuando llegó a la casa alquilada. Hacía mucho no jugaba golf. Le había ganado a Bancroft, pero eso no tenía demasiado mérito, porque Bancroft siempre había sido un pésimo jugador. James comió algo de comida chatarra en su habitación, se dio un baño y se acostó en su cama. Últimamente tenía tanto sueño, tanto cansancio. Tenía veinte años, pero esos años se sentían como milenios. Una lágrima se escurrió de su ojo. Extrañaba a su madre, a la que todos aclamaban, a la que todos conocían, la gran Margaret Dawson. James se giró en la cama y quedó de medio lado.

Justo en frente de sus ojos estaba la chica de las alucinaciones. Tenía el celular en las manos de nuevo, la luz alumbraba su rostro en la penunbra. Ella alejó un poco el celular y lo vio a él. Lo veía con compasión y asombro. La chica estiró su mano y limpió la lágrima de la mejilla de James. Ella miró sus dedos, palpando las lágrimas con extrañeza. Vio alrededor de James y el pánico se apoderó de sus ojos. Se sentó de golpe, con su celular en las manos. James notó que tenía la misma ropa que en la tarde y que era la de la vez en el hotel. La muchacha se levantó. James la tomó de la muñeca, para que no se fuera.

— ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Estoy alucinando?

— Yo... ¿Esto es verdad?

La chica intentó soltarse del agarre de James, pero él apretó con más fuerza.

— Voy a llamar a la policía — advirtió ella, mostrándole el celular.

James vio que en la pantalla había letras, palabras y también guiones. Era algún escrito en un idioma que no dominaba, español. No obstante, pudo ver su nombre allí, varías veces.

"James, James, James, James, James, James, James."

La chica aprovechó la conmoción de James para zafarse de su agarre y salir corriendo de la habitación.

Donde Viven Las Historias [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora